31 diciembre 2007

Se acaba el año

Ayer estaba yo por la calle y se me ocurrió una entrada que podía poner en este blog como final de año.

Por desgracia, a mi edad el señor ése alemán visita mucho. Conque no tengo ni idea de qué era lo que quería escribir. Y no, no es que ya vaya tajado, que aún no lo he catado.

En fin, si me acuerdo mañana, a lo mejor lo escribo entonces. En cualquier caso, aprovecho para desear un feliz 2008 a todos los lectores de este blog.

Porque es el 2008 el que viene ahora, ¿verdad?

19 diciembre 2007

El día bueno

Como continuación a mi entrada anterior, llevo toda la semana en casita con la gripe. De baja. Y chungamente; casi sin salir de la cama y doliéndome todo.

Pero hoy ya me noto bastante mejor y mañana espero que sea el día bueno. Ése en el que aún estás demasiado mal para ir a trabajar, pero ya no te duele casi nada y puedes hacer lo que quieras en casita. Es que yo soy de natural optimista.

Claro que tenía previsto que el viernes fuera una especie de bacanal romana, y creo que va a ser un poquito menos. Tampoco hay que abusar. Pero oye, tengo ganas de desquitarme de tanto tiempo jodido.

Y ahora, para acabar, os dejo un ratito con Slade. Porque, como dice ese duendecillo llamado Noddy Holder, It's Chriiiiiiiistmaaaaaaaaaas!!!!

13 diciembre 2007

Achaques

Llevo una temporada bastante mala de salud. Desde finales de septiembre no levanto cabeza, entre caídas de cocotero, sobredosis y cirrosis (los que no entienden de rock and roll lo llamarán ciática, gastroenteritis y gripe).

Es un poco desesperante eso de andar siempre con una cosa u otro. No es que esté deprimido por ello, pero sí harto.

Ahora mismo tengo un trancazo de esos en que parece que tu cabeza es de corcho. Además de encontrarme mal, me he perdido un par de buenos planes que tenía ayer y hoy. Y todo para nada.

Bueno, le doy a esto de plazo hasta Navidad. Si no... pues me aguantaré, qué tontería. Pero me joderá.

10 diciembre 2007

La RAM

Recién llegado de la RAM, hay dos cosas que todavía me duran: el subidón y el trancazo. Más lo primero que lo segundo.

El concierto de este año fue la caaañññaaaaaaaaaa. Nuestros groupies, que valen un imperio, sacaron unas camisetas chulísimas de los Pelafustanes. Como las estrellas del rock también tenemos nuestro corazoncito, tengo que decir que me emocioné al verlas.

A pesar de haber visto a un montón de gente, por el camino de vuelta ya iba pensando en cosas como "jo, casi no he estado con fulanito". Si en una RAM has estado todo el tiempo que querías con todo el mundo, es que algo ha fallado. No da tiempo a todo, las cosas son así. Pero, como siempre, he visto a amigos a los que casi no veo durante el año, he conocido a gente nueva, la RAM es el mejor invento desde los conductos de ventilación (que han salvado a la Tierra de la destrucción un montón de veces, como el cine y la tele nos han enseñado en tantas ocasiones).

Ahora me voy a la camita, que mañana toca trabajar y no voy a querer.

30 noviembre 2007

Más sobre GoStats

Un par de entradas atrás hablaba sobre posibles problemas con GoStats, el servicio de estadísticas que uso en este blog.

Me he entretenido en mirar las estadísticas durante los últimos días y ahora mis conclusiones son distintas. Es cierto que algunas veces no me aparecía el botón de las estadisticas, pero no me ha vuelto a pasar. Y me siguen apareciendo menos visitas que antes. Así que he llegado a la conclusión simple: pues eso, que tengo menos visitas. El contador funciona bien.

El motivo es, seguramente, que ahora Google me saca más abajo en sus resultados. Antes más de la mitad de las visitas eran a través de Google, mientras que ahora no hay casi ninguna. Pena, me hacía gracia pensar que había gente de todo el mundo entrando aquí, pero así son las cosas.

Aparte de esto, he puesto un pequeño add-on que escribe al final de cada entrada la canción que estoy escuchando en el ordenador cuando empiezo a escribir. Si es que estoy escuchando alguna. Una chorradica.

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Now playing: Radiohead - All I Need
via FoxyTunes

25 noviembre 2007

Padres

Acabo de volver de pasar el fin de semana en Zaragoza. En el tren venía leyendo un libro de Manu Leguineche, "El club de los faltos de cariño". El libro es casi como un blog impreso. Una serie de entradas breves, de unas pocas líneas a dos páginas de extensión, sobre temas variados. Lo cierto es que lo he comprado por la portada. Hay un dibujito que me pareció encantador la primera vez que lo vi, hace unos meses. Y hoy otra vez, conque lo he comprado.

En el libro leo la siguiente frase: cuando se es padre hay que aceptar los defectos de los hijos. Cuántos padres no son así. Cuántas veces vemos a padres que proyectan sus frustraciones sobre sus hijos, esperando que ellos sean lo que ellos no han podido ser, y no aceptando que no ocurra así. Hoy día también es muy habitual el padre que defiende cualquier barbaridad que haya hecho su hijo, con uñas y dientes. Los maestros lo saben bien, tienen que lidiar con ello constantemente. Y ojo: no es lo mismo defender al hijo que defender la barbaridad que ha hecho. Gran diferencia que muchos no saben apreciar.

Hoy he estado comiendo en casa de mis primos. Comida familiar con un montón de gente, incluyendo a mis padres, los suyos, mi hermano, el suyo, sus hijos y demás parentela. Todos hemos comido salvo una de mis sobrinas. Ha decidido ponerse en huelga de hambre porque sus padres no le dejan ir a un concierto. Eso sí, ha pedido que guardaran algunos de los flanes que ha hecho mi madre para cuando deje la huelga; tonta no es la chica, no. Aunque no creo que a sus 13 años se dé cuenta de la suerte que tiene de que sus padres sepan aceptar sus defectos.

23 noviembre 2007

GoStats

Hace ya un tiempo que cambié de gadget para mantener las estadísticas de este blog, porque los del anterior (de cuyo nombre no quiero acordarme) decidieron poner unos pop-ups asquerosos que se saltaban los bloqueos y, además, hacían sonar una musiquita más bien horrible.

Desde entonces uso GoStats con buenos resultados. Hasta hace poco. Había notado que últimamente tenía menos visitas de lo habitual. Tampoco tiene tanta importancia, pero me llamó la atención. Así que empecé a fijarme un poco más y he visto que muchas veces no aparece el contador en la página. Lo que significa que no funciona.

Además, veo que el ránking de la página no ha bajado mucho. De lo que deduzco que el sistema está fallando para todo el mundo más o menos igual. No tengo la seguridad, pero todo apunta a que es así.

En fin, lo del contador es una chorradita, no es como los comentarios que sí cambié cuando enetations empezó a fallar más que una escopeta de feria. Lo comento aquí por si alguien más ha notado fallos recientes en GoStats, que sepa que no es el único.

20 noviembre 2007

Grandes damas

Una situación bastante habitual en el mundo de la música consiste en que una cantante, tal vez venida a menos, soborne a unos cuantos músicos de jazz y grabe un disco de estándares (principalmente baladas) con ellos. La cantante siente que ha hecho una obra de arte y la crítica especializada pasa a referirse a ella como "gran dama".

A menos que dé la casualidad de que al crítico de turno le guste el jazz. En ese caso, evitará referirse a ella de ninguna manera.

Pues no, para hacer jazz no basta con que el batería marque en tresillos. Y hacer jazz vocal es aún más chungo. Lo más normal es que aburras a las vacas. ¿Y cómo se hacen bien estas cosas? Pues no sé cómo explicarlo. A ver, voy a pedir un poquito de ayuda a Manhattan Transfer, a ver si ellos pueden hacerlo:



Gracias, chicos, eso es lo que quería decir. Si te sientes capaz de hacer lo que Janis Siegel durante el último minuto de esta canción, puedes dedicarte a cantar jazz. Si no, mira, mejor nos ahorras el espectáculo.

Ayer tuve la suerte de ver a estas bestias. Además, estuve con Raquel y Rapunzell, que vienen a ser las dos chicas que más quiero del mundo. Manhattan Transfer también han hecho mucho pop, pero lo suyo de verdad es el jazz. Y su especialidad es el vocalese, que consiste en escribir una letra para una composición originalmente instrumental y cantarla, haciendo con las voces partes que originalmente iban destinadas a instrumentos, generalmente de viento. Es lo que hacen en este Birdland, la canción del recientemente fallecido Joe Zawinul (originalmente para sus Weather Report) con la que precisamente ayer abrieron concierto.

El vocalese (que podríamos traducir al castellano como vocalés) no es un invento suyo, sino de Jon Hendricks. Que es quien les escribió la letra de Birdland y también la de muchas otras de sus adaptaciones, como una asombrosa del Tutu de Miles Davis que cantaron ayer.

Además de ellos cuatro, llevaban un cuarteto de acompañamiento impresionante, incluyendo a Yaron Gershovsky y Wayne Johnson, teclista y guitarrista respectivamente en el vídeo que he puesto más arriba. Wayne Johnson me pareció un guitarrista del copón. Aunque en un blues que intentó tocar con la slide demostró que no es Duane Allman, precisamente, el resto del tiempo tocó de fábula.

En fin, que lo pasé bomba y que me esperen la próxima vez, que voy.

El chaval que estaba detrás de mí pidió, sin éxito, que cantaran Four Brothers en los bises. Ya que no lo hicieron, aquí os la dejo en vídeo, para acabar bien esta entrada.

18 noviembre 2007

Resfriado en el cine

Después de pasar todo el fin de semana en casa, con un resfriado poderoso (segundo fin de semana en poco tiempo que le jodo a la pobre Raquel por culpa de mis achaques), esta tarde nos hemos ido al cine, a ver "Un funeral de muerte". Según había oído y leído por muchas partes, hacía tiempo que no hacían una película tan buena para pasar una tarde riéndote como un tonto.

Lo malo es que todavía sigo resfriado y no me apetecía pegarme la sesión estornudando y jodiendo la peli a quienes estuvieran a mi alrededor. Por suerte, lo he llevado bastante bien, creo que sólo he estornudado una vez.

Para mi desgracia, tres butacas a mi derecha había alguien que no hacía esas consideraciones. Se ha pegado toda la peli tosiendo como una bestia, lo más fuerte que podía. Por suerte hemos ido a verla en versión original, de modo que, al menos, podíamos leer los subtítulos. Porque oír, ni un pijo. Es un poco triste pasar una peli de risa con ganas de dar dos hostias a alguien.

De todos modos, sólo era a ratos porque la peli está realmente bien. Si queréis pasar una tarde divertida, es vuestra película.

07 noviembre 2007

Estos moros...

Esta mañana he ido a una parada de taxis a coger uno. Había un poco de cola. Primero estaban dos chicos de unos treinta años, con pinta de magrebíes. Luego una chica de la misma edad, aparentemente española. Después una pareja de ecuatorianos (hombre y mujer), también treintañeros, y luego dos señoras mayores que parecían ser del barrio de toda la vida. Y luego yo, claro.

En esto que, después de un ratillo, empiezan a llegar los taxis. Cuando viene el primero, las dos señoras hacen gestos al taxi para que pare. Y éste para a su altura, nada de ir hasta el principio de la parada. Las dos viejas se suben sin más y el taxi se va. Mientras, llegan otros dos taxis; la chica sola coge el primero y los dos ecuatorianos, el segundo. Los dos chicos que estaban los primeros de la cola sonríen con cara de "bueno, lo de siempre".

Un minuto después ha llegado otro taxi. Aún me han preguntado si no lo cogía yo.

La explicación a todo esto es obvia. Las dos señoras se han desorientado y pensaban que eran las primeras de la cola. El taxista, además, ha tenido la desgracia de que se le calara el coche justo delante de ellas; por suerte, ha resuelto la avería rápidamente y ha arrancado con presteza. En cuanto a los otros, el sol les cegaba y les impedía ver que había más gente delante de ellos.

La actitud de los putos moros, riéndose del infortunio ajeno, es impresentable. ¡Que se vayan a su puto país, joder! Qué suerte tienen de haber venido a parar a un país que no es racista.

Coñas aparte, ahora estoy pensando que debería haber montado el pollo allí mismo. Así que tampoco me puedo colgar muchas medallas.

05 noviembre 2007

Lock Up Your Daughters

Ése era el nombre de una de las primeras giras de AC/DC. Vale, los Pelafustanes no somos tan macarras, pero también molamos, oye.

Este puente, como es tradicional, ha sido el fin de semana pelafustán. Que no es un fin de semana, sino un puente. Como la cena de Navidad de Mensa Madrid no es en Navidad, sino a finales de enero o incluso en febrero. Las cosas son así.

Como siempre, estar todo (o casi todo) el grupo junto durante unos días es maravilloso. Tal vez lo más importante en un grupo sea la química entre los componentes del mismo, y la nuestra es muy buena. Si no, no lo pasaríamos tan bien jugando al Worms por la noche, como todos los años. Cada vez que Keller intentaba que uno de sus gusanos saliera volando con un jet-pack, sin conseguir más que darse cabezazos contra el techo y acabar estrellándose contra el suelo, a los demás nos cabía un pan en la boca de las risotadas.

Pero, aparte de eso, la mayor parte del tiempo la pasamos ensayando. Y este año tenía yo mis dudas. Había unas cuantas canciones en las que no confiaba. Pensaba que no saldrían ni a tiros. Y oye, han salido todas. Algunas de las más chungas, a la primera. Pensaba que empezarían a caerse algunas del repertorio, pero no; todas siguen ahí.

Cómo no, hemos tenido nuestras fricciones y momentos de engorilamiento, pero ninguno ha durado mucho más de un minuto. El resto ha sido tan divertido como productivo. Tengo muy, muy buen rollo de cara al concierto de este año. Esperemos que Lady Napalm no se ponga de parto en plena RAM.

24 octubre 2007

¿Cuánto vale un disco?

Mucha gente hoy día se queja del alto precio de los discos y lo pone como motivo para bajarse música de internet. Pues bien, Radiohead os deja decidir el precio de su nuevo disco, In Rainbows. Sólo tenéis que ir a su web, escribir la cantidad que queráis pagar y bajároslo. No hay un mínimo, aunque ojo, que la cantidad no es en euros, sino en libras (para quien no esté al tanto de los cambios, una libra viene a ser euro y medio).

Por lo que sé, la media que está pagando la gente es de cinco libras. Pero insisto en que el precio es libre.

También se puede pedir ahora una especie de edición de lujo por 40 libras, que incluye la descarga, pero hasta diciembre no se distribuirá.

Ahora mismo estoy escuchando el disco y me está gustando mucho. Si os gustan Radiohead, vale la pena. Si no os gustan... bueno, tiene que haber de todo en el mundo. Lo que no podéis hacer es quejaros del precio.

Más cierres

Si hace poco comentaba en este blog el cierre del Hendrix, mi bar favorito del Zaragoza (y del mundo, en realidad), mi amigo Tranqui acaba de decirme que también ha cerrado el que fue nuestro bar cuando teníamos 17 ó 18 años.



No es que la foto sea vieja, es que está tomada del periódico.

Anda, que no habremos pasado tardes de viernes en el Plácido. Ahí nos estábamos, sentados un una mesa, bebiendo porrones de sangría, moscatel y otros bebedizos similares. Y cantando canciones, generalmente espirituales negros (en serio), hasta que subía Benny a echarnos. Benny era uno de los empleados del garito, a quien llamábamos así porque se parecía a Jackie Wright, el calvo de Benny Hill. Algunas veces incluso le dábamos cachetes en la calva, igual que le pasaba a Wright. Para quienes nunca hayáis disfrutado del, ejem, "sutil" humor de Benny, aquí lo podéis ver en acción.



En fin, con estas cosas nos entreteníamos. Muchas veces hemos hablado de volver a pasarnos una tarde por el Plácido, pero ya no podremos hacerlo. Claro que, aunque el sitio hubiera sido el mismo, nosotros no.

21 octubre 2007

Deporte

Esta entrada va a tratar sobre el deporte como espectador. Como practicante, espero volver al gimnasio la semana que viene, ahora que mis problemas físicos casi han desaparecido por completo.

No me refiero a esa cosa en la que uno gana al otro porque le dan un coche mejor o peor. Eso, para mí, es una feria de muestras, no un deporte.

Anoche estuve viendo la final de la Copa del Mundo de rugby en un pub irlandés. Jugaba Sudáfrica contra Inglaterra y había mucho guiri en el local. Tanto que pusieron el partido en inglés, pese a que también lo daba el Canal + en español. Pero bueno, los comentarios de la tele eran lo de menos.

El partido fue muy competido y luchado, aunque la esperada superioridad sudafricana se iba poniendo de manifiesto poco a poco en el marcador. Pero nada más empezar la segunda parte, con 9-3 para Sudáfrica, los ingleses consiguen un ensayo que ponía el 9-8 en el marcador y tal vez el 9-10, si conseguían la transformación. Gran ruptura del centro Tait y el balón acaba en las manos del ala Cueto, que clava el típico ensayo junto a la línea de banda.

Tan junto a la línea de banda que el árbitro pidió ver la repetición por televisión. Bueno, no verla él, sino que la viera el encargado de hacerlo y le dijera qué veía antes de tomar una decisión. No estaba claro si Cueto había llegado a pisar la línea de banda antes de posar el balón o no.

Los aficionados al fútbol ya os imaginaréis cómo funcionan estas cosas: avalancha de jugadores contra el árbitro, zarandeos varios...

Pues dejad de imaginar. Mientras el árbitro conversaba con su compañero, los jugadores de ambos equipos se mantenían alejados. Y, tras el anuncio de que el ensayo se anulaba (y os aseguro que aun viendo muchas repeticiones era muy difícil saber si el pie de Cueto llegaba a rozar la línea o no), cada jugador se fue a su lado sin abrir la boca. En fútbol los ingleses se habrían tirado contra el árbitro, habría habido varias tarjetas amarillas, tal vez algún expulsado y los comentaristas deportivos dirían que el árbitro se había cargado el partido.

Al final ganó Sudáfrica 15-6, la peña del pub comentando el partido en paz y armonía y todo buen rollo entre los morlacos que un rato antes se habían estado zurrando la badana en el campo. Como decía Raquel, después de ver esto se te quitan las ganas de volver a ver fútbol en la vida. Dejando aparte que, según decían Fantine y ella, es difícil estar más bueno que algunos de los jugadores, como el zaguero sudafricano Montgomery.

Luego nos fuimos con Fanti y Jambrina a cenar a su casa. Pena que la mosca tsé-tsé nos había atacado a Raquel y a mí (tal vez fueran las pintas que trasegamos durante el partido), así que acabó entrándonos sueño y nos fuimos más bien pronto a casa. Pero oye, mira que lo pasamos bien con el partido. Y eso que no fue nada del otro mundo en cuanto a juego, pero el rugby mola. Mucho.

15 octubre 2007

P'al Pilar sale lo mejor

Ayer volví de Zaragoza después de pasar unos días en el Pilar. Como es habitual en mis últimas visitas a la ciudad, tuvo su dosis de Operación Nostalgia. Incluida la nostalgia de lo que nunca existió.

El miércoles llegamos Raquel y yo, cada uno por nuestro lado, claro. Mi barrio estaba tomado al asalto por toda la peña que iba al primer concierto de los Héroes. Probablemente nunca había habido en la ciudad tanta expectación por un acontecimiento como la que había por los dos conciertos que los Héroes del Silencio iban a dar en la Romareda durante los Pilares. Y, desde luego, nunca ningún grupo había llenado la Romareda dos días seguidos. Que podrían haber sido más, porque las entradas se agotaron muchos meses antes. No me habría importado ir, pero vamos, tampoco he sido nunca fan del grupo, así que no me metí en el mogollón para conseguir entradas.

Al día siguiente vino Nu que, fiel a su costumbre de apuntarse a un bombardeo, también se apuntó al Pilar. Pero ese día la cosa fue tranquilita. Por la tarde quedamos con unos amigos de Raquel y por la noche salimos los tres a cenar y echar unas cervezas por el barrio. Qué vergüenza, el día de la víspera volviendo a casa a las doce. Definitivamente, estoy viejo.

Por supuesto, vi a un montón de gente. Amigos a los que, en muchos casos, no veía desde los anteriores Pilares o incluso antes. Esto incluía a los de mi cuadrilla de toda la vida. Antes hacíamos cenas casi todos los meses pero, desde que la mayoría de ellos se dedica a criar, las cenas han desaparecido. Por suerte, pudimos juntarnos la mayoría para cenar el mismo día del Pilar, en un japonés un tanto recóndito que, cosa rara en semejante día, estaba medio vacío. La nota curiosa la puso Yoko, una japonesa que vino a cenar con nosotros. Decía el Cocorito Negro que era como irse a Nagasaki a comerse una paella.

Luego, los de siempre se fueron pronto a dormir y los otros de siempre nos fuimos por ahí. No arrasamos la ciudad, pero al menos hicimos acto de presencia.

El sábado Raquel y yo invitamos a comer a nuestras respectivas familias, aprovechando que sus padres habían venido a Zaragoza a pasar el día. Nunca nos habíamos juntado los ocho; de hecho, sus padres y mi hermano se conocieron en ese momento. Comimos bastante bien y nos pegamos una buena charrada, como debe ser.

Por la noche estuve con los de mi antigua Banda. Ya llevo un par de años sin salir con ellos, pero seguimos siendo amigos, conque me apetecía verles. Quedamos cuando acabaron su actuación del día (mi sucesor se largó nada más acabar, conque no pude conocerlo) y luego nos fuimos a echar unas tapas y unos tragos por cuenta de la Banda. A las chicas les entró sueño y se querían ir a casa, pero conseguí empujarlas un poco y al final levantamos la noche. Nos juntamos con Coné, el ex-percusionista de la Banda (noche de ex, al parecer), que se había ido pronto para ver un concierto de unos colegas. Fue una cosa así:

- Oye, que me tengo que ir pronto, que tocan los del Comando Cucaracha a las once y media, y les he dicho que les presentaría antes de que empiecen. ¿Qué hora es?
- Las once y media.
- Pues me parece que no va a haber presentación.

Y no la hubo, pero sí concierto. Claro que nosotros llegamos cuando estaban recogiendo, pero aún así nos juntamos con nuestro colega y estuvimos el resto de la noche por ahí. Acabamos en el Dispierta Fierro que, como dice Coné, es la versión maña de una herriko taberna. Chunteros, ligalleros, dulzaineros y demás gentes de mal vivir se juntan en ese garito. Me sorprendió encontrarme a mi colega JJ, a esas horas le hacía currando en el Hendrix. Pero me contó que había chapado porque no le habían renovado el contrato de alquiler del local. Mi bar favorito, a tomar por saco. Lo echaré mucho de menos.

En el Dispierta, claro, estaban también casi todos los del Comando Cucaracha y nos pusieron una de sus canciones, "La edificante historia de Neñico", que está basada, precisamente, en la vida de nuestro Coné. Con quien, por cierto, es difícil dar dos pasos sin que se encuentre a algún conocido. En el Dispierta no hacía falta andar, le conoce hasta el gato.

Allí podíamos haber estado echando cervezas hasta ahora, pero nosotros tres nos largamos allá a las cinco. A la salida nos encontramos a la difunta de mi hermano, a la que no veía desde hacía casi tres años. Pena, porque es un encanto de chavala.

Y ya no hicimos mucho más. El domingo quedamos a la hora del vermú con otros amigos de Raquel y por la tarde sólo salimos de casa para irnos cada uno a la suya. Eso sí, una estancia en mi ciudad me ha curado todos los males y ya casi no me acuerdo de la maldita ciática.

08 octubre 2007

Mi nueva chica

Este año andaba un poco preocupado. Aún no me había gastado la pasta en nada para estrenar en el concierto de los Pelafustanes. Afortunadamente, Hongos Young se compró hace poco una Gibson SG (de algún sito tenía que venirle el nick) y había decidido deshacerse de su Stratocaster. Pues trae para acá.

Aquí os dejo una fotito para que la veáis.

Aún no le he puesto nombre

Este año llevaré dos guitarras eléctricas; cuando rompa la primera cuerda, podré cambiar a otra de mis guitarras, en lugar de pillar una del Capi, como es tradicional. Claro que nada impide que rompa otra más y acabe con la Ibanez de turno...

04 octubre 2007

Ciática

Antes de empezar a escribir: Fantine, así te ahogues cuando te entre la risa leyendo esto.

El viernes estaba yo tan feliz, yendo a Pamplona con Nu en mi coche. Cuando llegamos me dolían un poco las articulaciones al bajar del coche, pero vaya, eran unas horitas sin moverme y, además, llevaba toda la semana con algunas molestias. No dije nada para que Raquel y ella no se rieran mucho de mí, pero durante el resto del día seguía costándome un poco levantarme de la silla.

El sábado no dormí muy bien, cada vez que me movía en la cama me despertaba y me dolía si intentaba dar la vuelta. Pero al levantarme por la mañana fue peor. Mejor dicho, al intentar levantarme. Imposible por completo. No podía ni moverme. A base de mucho esfuerzo y dolor, de agarrarme a todo lo agarrable, conseguí ir de la cama al cuarto de baño para hacer un pis, que me estaba meando, en algo así como un cuarto de hora. No me tenía ni sentado.

Así que por la tarde Raquel y yo nos fuimos a Urgencias. Naturalmente, no llevaba encima la tarjeta de la Seguridad Social, ni me sabía mi número, así que tuve que llamar a Cassandra para que fuera a mi casa a mirarlo. Desde la otra punta de Madrid. Muchas gracias, bonita.

En fin, resumiré. Cinco horas y media (un poco más) en Urgencias. Mientras esperaba, sentado en una silla de ruedas bien apoyado en los brazos de la silla, porque no aguantaba mi propio peso. Luego, afortunadamente, en una camilla. Por cierto, ya no puedo decir que nunca me han puesto un gotero, aunque ignoro para qué lo hicieron. Tal vez porque temían que pudiera ser un cólico nefrítico, ya que esa era la zona donde me dolía. Pero no, después de unas cuantas pruebas llegaron a la conclusión de que era ciática. Que la tengo desde hace tiempo, aunque nunca me había dado un ataque tan fuerte y por eso no lo sabía. Y que seguirá dándome mal de vez en cuando; unas veces más fuerte, otras menos. Qué bien, una amiga para toda la vida.

Al menos he tenido suerte de que me haya pasado en Pamplona, porque así he podido estar en casa de Raquel. Que me ha tenido muy bien cuidadito, aunque la pobre tenía que ir a trabajar todos los días, pero me dejaba el desayuno junto a la cama cuando se iba y la comida en el frigo para que me la calentara a mediodía, además, de mis medicinas preparaditas. Aunque no leas esto, chati, eres lo mejor del mundo.

Poco a poco he ido mejorando y hoy ya estoy casi bien del todo, así que esta mañanita he cogido el coche y me he vuelto a Madrid. Ahora estoy un poquito molesto por todas las horas que he pasado metido en el coche, pero bastante bien. Esta tarde me toca ir a mi médico de cabecera a que me dé la baja y, con un poco de suerte, también el alta. Que ya tengo ganas de servir para algo. Y en casa se está muy bien, pero no cuando estás enfermo.

Por si tenía alguna duda, es obvio que he caducado.

27 septiembre 2007

Una cita de Ricky Gervais

Después de contestar al comentario del Capi en la entrada anterior, he aprovechado el rato de la comida para buscar algunas cosas sobre Ricky Gervais por internet y he encontrado esta cita suya:

No hay nada malo en tener una audiencia de 20 millones de personas, pero creo que sí lo hay en buscar una audiencia de 20 millones, porque entonces vas a tener que eliminar todo lo que pueda ofender a alguien, y acabarás con algo tan anodino que no recordarás después de media hora. Supongo que The Office fue también uno de los programas más odiados de la televisión, que algunas personas lo odiaban apasionadamente. Pero, para mí, es mejor. David Bowie dijo que tras Let's Dance, que es su mayor éxito de todos los tiempos, aunque desde luego no su mejor disco, estaba dando conciertos en estadios y miraba a la audiencia y, de repente, se dio cuenta de que tenía fans de Phil Collins en lugar de fans de Iggy Pop. Y así es como siento todo lo que hago: quiero fans de Iggy Pop.

Se me ocurren unos cuantos que deberían leer esto (¿alguien ha mencionado a Dover?)

25 septiembre 2007

The Office

Últimamente he estado viendo la serie The Office en DVD, cortesía de mi amigo Mono. Hay dos versiones de la serie: la original británica y la posterior versión americana. Aunque también he oído hablar bien de la versión yanqui, escrita y producida por Ricky Gervais y Stephen Merchant, al igual que la británica, es esta última la que yo he visto. Son dos temporadas con sólo seis episodios de media hora cada una, más un especial de Navidad en dos partes.

La serie se desarrolla en una oficina, como su nombre indica, perteneciente a una empresa papelera. Probablemente, el sector más aburrido que se les ocurrió a los creadores de la serie. Un equipo de la BBC está grabando un documental sobre la vida en la oficina, y es este documental el que vemos.

Los protagonistas son David Brent, el patético director de la sucursal (interpretado por el propio Ricky Gervais); Gareth Keenan, militar fracasado con ínfulas de jefecillo (Mackenzie Crook, el que hace del pirata con un ojo de madera en Piratas del Caribe); Tim Canterbury, el brillante comercial que no se atreve a hacer nada interesante con su vida (Martin Freeman, que luego protagonizó la versión cinematográfica de la Guía del Autoestopista Galáctico); y Dawn Tinsley, la aspirante a ilustradora infantil cuyas aspiraciones pequeño-burguesas han llevado a un triste trabajo de recepcionista (Lucy Davis). Todos ellos son unos fracasados de una forma u otra.

La serie es una comedia agridulce. No es una farsa, y aquí está su principal atractivo. Cualquiera que haya trabajado en una oficina encuentra elementos reconocibles. Pero lo peor de todo es que también podemos vernos reflejados en los protagonistas. Yo, al menos, veía algunos de mis propios defectos en todos ellos.

Tal vez lo preocupante sería no haberme dado cuenta.

10 septiembre 2007

La Asamblea

Este fin de semana pasado, mientras muchos de mis amigos mensistas de Madrid estaban roleando en Piratas, yo he sido un chico responsable y me he ido a la Asamblea de Mensa, que se celebraba en Alicante. Bueno, vale, también he ido porque me apetecía pasar un fin de semana con mensistas de toda España, claro.

Viajé en mi coche con Nu y Terpsícore. Si alguien se pregunta quién es la tal Terpsícore, es una conocida mensista griega a la que acabo de poner ese mote porque me contó que era uno de los nombres griegos que menos le gustaba. Sí, soy malo, qué le vamos a hacer.

Aprovecho para incluir aquí uno de los más fabulosos números de Les Luthiers. Con ustedes, Marcos Mundstock, Daniel Rabinovich y Esther Píscore:



Nuestra idea era llegar el viernes a tiempo para cenar con Almuric, Bactering y los que llegaran a tiempo desde otras localidades. Teníamos que salir a las 18h30 del trabajo de Nu, rodear Madrid y llegar hasta Alicante, conque íbamos un poco justos de tiempo; por suerte, ella pudo arreglarlo para salir a las 18h y adelantamos media hora el plan.

Pero Mensa atacó. Quiero decir que hicimos unas cuantas cosas propias de mensistas. La principal fue parar a echar gasolina sobre el kilómetro 125 de la autovía. Sin problemas, seguimos viaje hasta que, en determinado momento, se produjo el siguiente diálogo:

Gorpik: Anda, la hostia.
Nu: Estamos yendo hacia Madrid, ¿verdad?

En efecto, el cartel de la siguiente salida marcaba el kilómetro 92. Media vuelta y 70 kilómetros de más en el trayecto.

Entre eso y que habíamos pillado algunas retenciones a la salida de Madrid, vimos que no nos daba tiempo ni siquiera para llegar a las once, que era más o menos la hora límite que nos habíamos marcado para cenar en Alicante. Conque decidimos parar por el camino. Llegamos a un restaurante con un cartel: "Restuaruante San Juan. Abierto día y noche". Faltaba añadir: "Cerrado por vacaciones". Pues hala, a volver a la autovía, con cuidadito de cogerla en sentido correcto. Pues no: otra vez al revés. Y no por descuido, es que la carretera nos metió en sentido opuesto sin poder hacer nada para evitarlo. No sabemos cómo podíamos haber salido bien. Por suerte, al cabo de un par de kilómetros pudimos dar la vuelta.

Luego paramos en otro sitio que sí estaba abierto. Estaban dando el España - Grecia de baloncesto, que había empezado hacía media hora escasa, así que aprovechamos para amenazar a nuestra griega con dejarla tirada si nos ganaban. No fue así, España llevó todo el partido con holgura. Lo sé porque lo vimos acabar. Sí, tardamos más de una hora en conseguir que nos sacaran un bocata a cada uno y comérnoslo. De este tiempo empleamos unos tres cuartos en estar sentados en una mesa del restaurante sin conseguir que el camarero nos hiciera ni puto caso. Al final, a la barra y de bocata.

En fin, que llegamos a Alicante a la una. A esa hora ya se habían ido todos a dormir, pero nosotros tres nos fuimos a echar una cervecita a la terraza de un irlandés, tan ricamente.

Al día siguiente, lo reconozco, fuimos a la playa. Y eso que mi subconsciente había intentado evitarlo y me había dejado el bañador y la toalla en Madrid. Pero fuimos a un centro comercial a comprarme otro bañador. Centro comercial que, pese a ser sábado por la mañana, estaba cerrado a cal y canto. Todo salvo, afortunadamente, una tienda de deportes. La dependienta estaba aburridísima, como podéis imaginar. Cogí mi bañador y a la playa.

Aquí ya nos habíamos juntado con Jambrina y Fantine, que habían llegado en avión por la mañanita. Y luego fue apareciendo gente por la playa. Al final echamos unas cañas en una terraza del paseo marítimo y nos estuvimos riendo con las traducciones de la carta. Ejemplo: "cazón en adobo" estaba traducido como "snapper in I marinate". Creo que Dilettante se llevó una carta de recuerdo. [ACTUALIZACIÓN: No fue Dile, sino Keller quien se llevó la carta.]

A mediodía habíamos vuelto a quedar con Almu y Bactering para que nos llevaran a comer a un buffet libre japonés que hay en un centro comercial de las afueras. Lo malo es que nos juntamos dieciséis para comer, así que fue un caos para mover a todos. Cuando por fin conseguimos que todos los coches estuvieran frente al hotel (a las tres pasadas, pese a que habíamos quedado a las dos en el vestíbulo), arrancaron. Y digo "arrancaron" porque se largaron sin esperar a mi coche, que había tenido que aparcar tras el hotel mientras esperábamos. Muy mensista todo. En fin, que no volvimos al hotel hasta las cinco y cuarto, cuando la asamblea debería haber empezado a las cinco. Finalmente empezó a las cinco y media, con media hora retraso que ya arrastramos durante todo el resto del día.

La Asamblea fue bastante bien, aunque no aprobaron una propuesta de reglamento había estado preparando durante el año junto con cuatro personas más, por un encargo de la Asamblea anterior. Bueno, se dejó la cosa en que otro socio, abogado, se encargará de modificar unas cuantas cosas y se convocará una Asamblea Extraordinaria durante la RAM para aprobar la nueva propuesta.

Acabamos a las nueve y media, media hora más tarde de lo normal, y nos llevaron a cenar. La cena había llamado la atención porque era bastante cara, 37 euros por cabeza; hubo quien se fue a cenar por su cuenta porque era mucha pasta. Así que esperábamos algo masivo, pero no lo fue en absoluto. Unos entrantes medianos, un plato de arroz (muy bueno, sí, pero escasillo), un simple sorbete de postre y a correr. Además, escatimaron el vino; de vez en cuando venía un camarero a echarte, pero no dejaban las botellas. De todos modos, el local estaba muy bien, teníamos un salón para nosotros solos y las vistas sobre el puerto eran muy buenas. Me tocó una buena mesa (tanto por las vistas como por la compañía), lo pasamos muy bien y nos reímos mucho. Sobre todo, inventando maldades con Morgana y Dilettante.

Después de cenar nos juntamos con el sector díscolo y fuimos a tomar algo en las terrazas del puerto. Éramos muchos, pero pudimos encontrar sitio para todos los que nos quedamos. Yo estuve con Nilrem y Roy; muy bien, porque no les veo demasiado durante el año y son muy majos los dos. Nilrem nos dijo que este año no podría venir a la Noche en Blanco, como sí hizo el año pasado. Una pena.

Para quienes no lo sepáis, el día 22 de este mes es la Noche en Blanco, que en su primera edición fue un exitazo:

Y, después de esta interrupción, vuelvo con mi relato.

Después de la terracita nos volvimos al hotel, que llevábamos mucho rato levantados. Habíamos desayunado a las diez y desde entonces no habíamos parado. Para el día siguiente quedamos un poco más tarde: a desayunar a las diez y media. Y luego, sí, otra vez a la playa. Un claro exceso. Aunque no estuvimos demasiado tiempo, porque había que dejar las habitaciones a las dos (nos habían dado un poco de margen en el hotel), así que queríamos estar de vuelta sobre la una y media para ducharnos y salir.

Para la comida volvieron Almu y Bactering, además de Huko, un mensista de Alicante al que conozco casi desde que entré en Mensa, con su mujer. La idea era comer también con los de Barcelona que se volvían en el tren de las cuatro , pero tuvieron miedo de que se les hiciera tarde y se fueron a picar algo por su cuenta. Así que los demás subimos a comer al restaurante del hotel. Digo "subimos" porque está en el piso 26. Si el resto el hotel es cutrillo para ser un cuatro estrellas (típico hotel de los años sesenta en zona de playa, aunque las habitaciones son muy grandes y muchas, como la nuestra, tenían incluso saloncito), el restaurante es muy bonito y las vistas, como podéis imaginar, sensacionales. Comimos bastante bien y, como los catalanes se habían ido, sin darnos mucha prisa. Sobre las cuatro y media, despedidas y para casa. Se supone que Fanti y Jambri también volvían con nosotros, pero luego se apuntaron con Kike (que iba solo) y, al final, temiendo por sus vidas, con Keller y Teablogger. Para alegría de Terpsícore. Que no tiene nada contra los otros, pero así volvía a tener todo el asiento trasero para ella y se pegó medio viaje durmiendo.

El viaje de vuelta no tuvo más incidencias, dejando aparte que nos liamos un poco intentando entrar a Madrid por el sitio adecuado para dejar a Terpsícore en su casa. A las diez ya estábamos cada uno en la suya.

Dentro de un rato me voy otra vez de viaje, pero éste me hace una ilusión nula. Ida y vuelta a Londres en el día, sin tiempo para ver nada fuera del trabajo, unas dieciocho horas desde que salga de casa hasta que vuelva. Puaj.

30 agosto 2007

Fin de la plasto-serie

Este año ni siquiera he sido capaz de terminar la plasto-serie sobre el viaje a Extremadura y Portugal. Ahora no sé si tiene mucho sentido, porque hace más de un mes y no recuerdo bien los detalles.

Y es una pena, porque sólo faltaban los dos días que pasamos en Oporto, que fueron lo que más nos gustó de todo el viaje. Y mira que no esperábamos nada; en realidad, habíamos cogido un hotel en Oporto con la idea de hacer excursiones por los alrededores, porque en el norte de Portugal hay muchos sitios interesantes. Sin embargo, después de la primera vuelta por la ciudad, decidimos que no nos movíamos de allí.

Oporto es completamente diferente de Lisboa. Los enamorados de la decadencia lisboeta tal vez no le encuentren la gracia a esta ciudad que se da un cierto aire a Barcelona. Es mucho más amplia, limpia y bien conservada que la capital. Y se puede decir que mejor montada de cara al turismo, aunque no es una localidad turística al uso. Pero han sabido ver las posibilidades de su ciudad y las explotan bien.

Oporto está situada en la orilla derecha del Duero, justo en su desembocadura. En la orilla izquierda está Vila Nova de Gaia donde, curiosamente, están todas las bodegas de vino de Oporto. Bodegas que, naturalmente, son uno de los atractivos turísticos de la ciudad. Todas ellas ofrecen visitas guiadas y, por supuesto, venta de sus productos.

Ojo, el Oporto no es un vino barato. Como todos los vinos dulces, por otro lado. Es bastante comprensible porque es un vino que requiere bastante envejecimiento. Ninguna variedad se vende antes de que pasen tres años de la vendimia, y venden vinos de hasta cuarenta años que están en perfectas condiciones para ser bebidos. Incluso más.

Nosotros estamos acostumbrados a que en los vinos figure el año de la cosecha, pero en muchos Oportos no es así. El consejo regulador sólo deja vender algunas añadas individualmente, las dos o tres mejores de cada década. El resto se venden mezcladas. Así, si compras un vino de 20 años, en realidad es una mezcla de vinos de entre 18 y 22 años en el momento de embotellar. Porque el Oporto, en general, se envejece en barrica, no en botella. No todo, hay muchas variantes. Pero me iba a extender demasiado explicándolas así que, si estáis interesados, os aconsejo que visitéis la web de alguna de las bodegas. Por ejemplo, la de Cálem, que son las que visitamos nosotros.

Además de las bodegas de Vila Nova, en la propia Oporto hay mucha arquitectura interesante. Son muy llamativas algunas iglesias cuyo interior está recubierto casi por completo por talla dorada. Sí, una exageración: no recomiendo pasar mucho tiempo en el interior, pero son espectaculares. La más famosa es la de San Francisco, pero también podéis ver la de Santa Clara. Y también son interesantes los azulejos. Muchos edificios están recubiertos de azulejos pintados. Es decir: en lugar de tener frescos, tienen azulejos. Muy bonitos.

En la oficina de turismo tienen un folleto con itinerarios propuestos, según el tipo de arquitectura que te interese. Medieval, barroca, neo-clásica, y otro para los azulejos. Naturalmente, algunos edificios están en varios de los itinerarios, porque tienen mezcla de estilos.

Otro sitio muy interesante es el Palacio de la Bolsa. Es un edificio neoclásico construido con la sola intención de apabullar al visitante. Una muestra del poderío de la ciudad. Tiene algunas salas que están construidas porque sí, porque podían. Por ejemplo: hay una sala cuyas paredes y techo están recubiertas de escayola que imita otros materiales, como madera o bronce. Y, para lucirse más, hay partes de auténtica madera y una enorme lámpara de bronce, como desafiando al visitante a que encuente la diferencia entre el material real y el imitado. O un "salón árabe" inspirado en la Alhambra que da vértigo.

El Duero no es, ni de lejos, tan ancho como el Tajo en su desembocadura. Pero la ribera está muy cuidada y tiene paseos agradables. Tanto zonas construidas con arcadas, como parques. En uno de los parques habían montado una fiesta de la cerveza que, al parecer, celebran todos los años, patrocinada por Super Bock, una de las dos grandes cerveceras de Portugal (la otra es Sagres). Cerveza barata (un euro el tercio, más o menos) y abundante, con comida también barata para acompañar. El segundo día en la ciudad fuimos allí y me pedí para comer una francesinha, que es un bocado típico de la zona. Sólo la había visto en foto, así que no me había hecho una idea del tamaño. Menos mal que no pedí una francesota. La cosa tiene pinta de lasaña, pero hecha con láminas de queso y rellena con todo lo que encuentran. Carne (sin picar, un filete tal cual), jamón de york, salchichas, chorizo, tomate y yo qué sé qué más. Unos seis euros.

A esta feria fuimos porque nos la mencionó el camarero del restaurante en que habíamos estado cenando la noche anterior. Los camareros de Oporto, para variar, majísimos. Éste, además, había vivido unos años en Vigo y hablaba español perfectamente. El caso es que, además de darnos de cenar de maravilla (por cuatro perras, cómo no) en un simple restaurante de barrio, nos contó un montón de cosas de la ciudad. Ya sé que me repito mucho con lo majos que son los portugueses con los turistas, pero es que es verdad.

En fin, que durante los dos días pateamos un montón la ciudad, vimos muchos monumentos, muchas calles bonitas, el río, los parques, las bodegas y todo lo que se os ocurra. Comimos mucho y bien. Ah, y estábamos en un hotel de cinco estrellas por menos de 50 euros la noche (desayuno salvaje incluido, claro). ¿Qué más puedes pedir? Vale, son muchos los amantes de Lisboa pero nosotros, la próxima vez que vayamos a Portugal, iremos a Oporto.

29 agosto 2007

Hay gente así

A estas alturas, seais o no aficionados al fútbol, todos sabréis que esta tarde ha muerto Antonio Puerta, un futbolista del Sevilla, a consecuencia de un paro cardiaco. Tenía sólo 22 años y su novia estaba embarazada de siete meses.

Hoy se me ha ocurrido meterme en un chat (a jugar al Trivial). Uno de los jugadores ha dicho que le acababan de mandar un SMS, que la novia de Puerta se había suicidado. No lo busquéis en los periódicos, es mentira.

Sinceramente, no se me ocurre qué estructura mental debe de tener la gente que inventa estas historias. ¿Tan mierdera es su vida que las desgracias de los demás siempre le parecen pocas?

22 agosto 2007

Viajes

Parece que las listas se han puesto de moda. Como ésta me la pasa Rapunzell, tendré que hacerle caso. La cosa consiste en decir cinco lugares a los que querría viajar por primera vez, y otros cinco a los que querría volver.

Empezaremos por los sitios en que nunca he estado. Y no voy a ser nada sutil: voy a poner sitios grandes.

- Italia. Supongo que es el número uno en mi lista. Nunca he puesto el pie en Italia, aunque sí he estado lo suficientemente cerca como para ver la aduana (desde Francia). Me vale casi cualquier parte del país, incluso podría haber nombrado cinco ciudades o regiones de Italia y completar la lista con ello.

- Grecia. Es el otro país europeo en el que nunca he estado y quiero visitar. Italia está delante en mi lista, sencillamente, porque está más cerca. Si he de elegir una parte de Grecia, imagino que cogería las islas, pero oye, también me vale casi todo.

- Norte de África. Nunca he estado en África y, de todo el continente, creo que lo que más me apetece es el norte. Egipto, Túnez... tengo donde elegir.

- Japón. Estoy harto de escuchar las historias de quienes han estado en ese país y vuelven maravillados, ahora quiero ser yo quien las cuente.

- Buenos Aires. Para acabar, en vez de un país o zona geográfica, voy a dejar una ciudad. Y vaya usted a saber por qué, pero se me ha ocurrido Buenos Aires. Tal vez porque espero encontrar lo mismo que ya conozco, pero de otra manera, cosa que siempre me ha gustado.

Y ahora paso a los sitios a los que me gustaría volver. Hay muchos, claro, pero pondré algunos que llevo mucho tiempo sin pisar.

- Hastings. Si no me equivoco, fueron seis veranos los que pasé allí (dos o tres semanas cada vez). El último hace ya doce años. Me gustaría volver a ese sitio que antes conocía tan bien, y ver qué ha sido de la ciudad y de la gente a la que conocía.

- Salamanca. Durante mucho tiempo, si me preguntaban cuál era mi ciudad favorita de todas en las que había estado, contestaba que Salamanca. Claro que hace veinte años que no voy, tal vez ahora la vería con otros ojos.

- San Sebastián. Y la segunda era San Sebastián. Por motivos completamente distintos, porque el atractivo de las dos ciudades es muy diferente. En San Sebastián sólo he estado en verano y de noche. Y de la última vez también hará unos veinte años.

- Moscú. Estuve en Moscú en 1990, cuando la URSS empezaba a desintegrarse. Me gustaría ver en qué se ha convertido esa ciudad.

- Nueva York. Para acabar, un sitio en el que estuve no hace demasiado, sólo cuatro añitos. Nueva York ha sido, tal vez, la ciudad que más me ha impresionado de todas las que he visto. Dicen que es la capital del mundo y, estando allí, sientes como si lo fuera. No sólo me gustaría volver a Nueva York, incluso me gustaría vivir allí una temporada. Aunque resulta carillo.

No le paso esto a nadie porque luego siempre resulta que todos están repetidos. Quienes leáis esto y os guste, daos por nombrados y escribid vuestras listas en vuestros blogs.

14 agosto 2007

La manía del puntito

Siempre ha habido gente que intenta cambiar las normas ortográficas. Algunos de ellos bastante ilustres: es bien sabido que Juan Ramón Jiménez nunca escribía la letra g cuando sonaba como una j (así, tiene una antología poética titulada "Pájinas escojidas"). Mi amigo Dilettante no suele utilizar mayúsculas en su correo, lo cual a mí me resulta molesto (creo que las mayúsculas ayudan a saber dónde empiezan las frases), pero oye, el chaval lo hace con un propósito.

Últimamente estoy viendo una nueva moda al respecto, y me ralla bastante: escribir un punto al final de los títulos. Principalmente, al final de los asuntos en los correos electrónicos, pero también al final de títulos de entradas de blog, capítulos en escritos varios...

Tal vez alguno de los practicantes de esta moda pueda explicarme qué pretenden al contravenir una norma ortográfica que se utiliza desde hace siglos en todos los idiomas que conozco. Sin embargo, advierto de que no lo tendrá fácil para convencerme. Trivialidades como "al final de frase hay que poner punto", abstenerse, por favor.

25/07 Lisboa, Penacova, Coimbra

Nuestra estancia en Lisboa llegaba a su fin, pero no queríamos irnos sin ver el Monasterio de los Jerónimos por dentro. Así que nos levantamos, dejamos el hotel, cogimos el coche y volvimos al Monasterio.

El Monasterio de los Jerónimos está en Belém, no muy lejos de la torre del mismo nombre. Es un edificio gótico enorme, lo que permite que parte del mismo se utilice para fines varios, como albergar los museos de la Marina y el Arqueológico. Pero nosotros sólo teníamos intención de ver la iglesia y el claustro.

La entrada a la iglesia es gratis; si no queréis gastar pasta, al menos id a ver la iglesia, que es apabullante. De estos edificios que hacen que los demás parezcan de segunda división. Y el claustro, por muchos claustros que hayáis visto, es otra brutalidad. Así que pasamos casi toda la mañana recorriendo el monasterio.

Y no estuvimos más tiempo porque nos esperaban 200 km hasta Coimbra, nuestra siguiente parada. En realidad, hasta Penacova, un pueblo cercano donde estaba nuestro hotel. Por el camino está la llamada Ruta de los Monasterios, pero no se puede ver todo, conque nos la saltamos. Además, siempre está bien dejarse cosas para el siguiente viaje.

Tras una paradita en la autopista para echar gasolina y comer, llegamos a Penacova. Las indicaciones para llegar al hotel son fáciles de seguir si sabes que es el único hotel de la localidad, porque en cada cartel lo llaman de una manera. Como nosotros no lo sabíamos, cumplimos con la tradición y nos perdimos. Pero bueno, gracias a las indicaciones de la cajera de un supermercado en el que entré a preguntar (por cierto, estaba como un quesito), alcanzamos nuestra meta.

El hotel se llama "Palacete do Mondego" por el río que atraviesa la localidad. Sin embargo, Raquel decidió rebautizarlo como "río Mondongo" y así se quedó. El caso es que desde nuestra habitación había una vista espectacular del Mondongo. En alguna guía había leído que llamaban a Penacova "la Suiza de Portugal", y sí, aquello parecía una vista de los Alpes suizos (aunque un poco más pequeños).

Dejamos los trastos y nos fuimos hacia Coimbra, armados con un planito que nos habían dado en el hotel. El plano estaba bastante bien, salvo por un pequeño detalle: entramos en la ciudad por el extremo opuesto al que se indicaba en él. Y, como no tenía índice de calles, no encontrábamos las que atravesábamos de ninguna de las maneras. No hacíamos más que subir y bajar cuestas, intentando seguir las señales hacia el centro, sin el menor éxito. Al menos, las vueltas que dimos me permitieron ver la Rua Saragoça; ya suponía que existía, porque en Zaragoza también tenemos una Calle Coimbra. Estas cosas suelen venir de acuerdos entre ayuntamientos, para promocionar su población. Hoy día, Zaragoza y Coimbra están hermanadas.

Finalmente alcanzamos nuestro objetivo. Aparcamos cerca de la Praça da República y hala, a patear. Bueno, más bien hala, a echar una cervecita en una terraza. Tampoco hacía falta matarse, porque ya habían cerrado todos los monumentos. Ya sabéis: a partir de las cinco chapa todo.

Coimbra es, ante todo, una ciudad universitaria. Como Salamanca o Santiago (con las que también está hermanada) en España, aunque menos monumental. Muchos estudiantes mantienen el traje tradicional; los puedes ver por todas partes, con su traje negro y su capa, tanto chicos como chicas. En verano menos, claro, aunque entonces también los ves por el resto del país; en Lisboa habíamos visto unos cuantos. Al ser una ciudad universitaria, hay muchos garitos y los precios son baratos. Una cerveza de tercio en una terraza viene a salir por un euro.

Así que nos fuimos a ver la Universidad, que estaba cerca. Por supuesto, no olvidemos que estamos en Portugal, cuesta arriba. Más que cuesta, escaleras arriba. Nos íbamos a cercando a la escalinata y me extrañó que Raquel no hiciera ningún comentario, con lo que las odia. Al parecer, estaba distraída mirando otra cosa porque, cuando vio los 125 escalones que debíamos subir, blasfemó. Pero oye, no íbamos a dar media vuelta.

Subimos y, pese a ser verano, había bastante ajetreo. Doctorados y mestrados varios, supongo. Pero los edificios no son especialmente bonitos. Coimbra no tiene edificios singulares muy llamativos, pero sí muchas callejuelas y rincones con encanto. Así que nos recorrimos todo. Una cosa curiosa son las llamadas "repúblicas", que son residencias de estudiantes autogestionadas. Incluso vienen marcadas en los mapas turísticos. Tienen una pinta de casas de okupas que matan, aunque creo que son legales. Por esa zona hay el típico ambiente estudiantil de izquierdas, con mucha pintada radical y demás. Tiene su gracia.

Después de recorrer todo el casco viejo acabamos por la Praça Oito de Maio, en busca de un sitio donde cenar. Esperábamos que nuestra racha de restaurantes cerrados terminara. Porque en Lisboa los tuvimos cerrados por descanso del personal, por cese en el negocio... tuvimos que esperar a Coimbra para encontrar uno cerrado por desaparición de la calle. Pues sí, la calle donde estaba el restaurante al que íbamos, se había hundido.

Una vez comprobamos que no había ninguna cámara oculta, fuimos en busca de otro restaurante. Acabamos en el Restaurante A Viela, en el que no pudimos comernos el lechón asado que llevaba Raquel entre ceja y ceja, pero sí un cabrito que estaba buenísimo. Y, para rematar, el pastel Molotov que, pese a su nombre, resulta bastante ligero. Como siempre, muy bien y barato. Lo de bonito, depende de que os guste este tipo de tascas (a nosotros, sí) o no.

Y ya se había terminado Coimbra para nosotros. Volvimos a nuestro hotel en Penacova para reemprender viaje al día siguiente.

09 agosto 2007

Marmota

No sé si recomendaros mucho la plasto-serie de este año, la verdad. Creo que me está quedando bastante sosa. Será porque no tengo muchas ganas de hacer nada y eso se traslada a la escritura.

Como muestra de lo inactivo que estoy, ayer me entró sueño por la tarde y me fui al sobre. A las siete y media de la tarde. Once horitas seguidas de piltra hasta que se ha encendido el radio-despertador esta mañana. En fin de semana puedo dormir bastante más, pero entre semana debe de ser mi récord.

Esta noche, para compensar, voy a acostarme mucho más tarde. Me voy a ver Porgy and Bess con mis amigos Mono y Cris. Acaba pasada la medianoche, conque no me acostaré antes de la una. Menos mal que llevo sueño adelantado.

24/07 Sintra, Lisboa

Al igual que el día anterior, el martes íbamos a hacer una excursión. Otra de las habituales para cualquier visitante de Lisboa: Sintra.

Sintra es una localidad cercana a Lisboa que servía como lugar de vacaciones para los reyes portugueses del siglo XIX. Esto hizo que se construyeran allí diversos palacios y también que la villa conociera un cierto esplendor económico. Hoy día, naturalmente, está dedicada al turismo. Y vale la pena.

Lo primero que hicimos, nada más salir del hotel, fue ir a desayunar al café que habíamos visto la tarde anterior. Tan ricamente, en la terracita, con nuestro zumito y nuestros bollos. Como debe ser. Luego cogimos el coche, nos chupamos un atasco un tanto inesperado y llegamos a Sintra un poco más tarde de lo planeado.

En lugar de aparcar en el propio pueblo, decidimos seguir a un autobús de turistas y acabamos llegando al Palacio da Pena. Que no da pena; en portugués significa "Palacio de la Peña", supongo que porque está en lo alto de una montaña. Pero en lo alto de verdad, hay que subir bastante. Si no lleváis coche, también se puede subir en autobús. Nu nos había contado que había subido andando cuando estuvo hace unos meses, pero no lo recomiendo.

El palacio está rodeado por el parque del mismo nombre. Es una especie de jardín botánico a lo bestia, con un montón de especies exóticas de árboles. En Sintra hay cuatro jardines de este estilo y todos cobran entrada, aunque se puede comprar una conjunta a precio reducido. De todos modos, para ir al castillo hay que comprar también la entrada del parque.

Así que seguimos la ruta recomendada en el folleto que te dan a la entrada. Subes por el parque, llegas al castillo, lo ves y luego bajas dando una vuelta por el resto del parque hasta salir por otra puerta situada unos cientos de metros más abajo que la entrada.

El palacio en sí es muy pasteloso, como cabe esperar en un edificio del siglo XIX. Estilo castillo. Era la época del romanticismo y el eclecticismo (es decir, juntar estilos como si no hubiera dios). El principal artífice fue el marido de la reina María, que tenía alma de artista (en el palacio se pueden ver algunas obras suyas) y mucho tiempo libre, al parecer. Pues le quedó una choza bastante aparente, oye.

Salimos del palacio con idea de recorrer el resto del parque, pero nos debimos de equivocar en algún cruce porque, después de mucho bajar, volvimos a encontrarnos en la puerta de entrada. Para alegría de Raquel, que no parecía tener muchas ganas de patear por el monte. Así que, pese a mis quejas, nos fuimos. Claro que luego me vengué; en lugar de volver a Sintra, nos quedamos en el Castelo dos Mouros, una vieja fortaleza musulmana que fue reconstruida en la misma época en que se construyó el Palacio de Pena. Bueno, se reconstruyó la muralla exterior. Al gusto de la época, con mucho retorcimiento. Nos pegamos una buena panzada de subir escaleras hasta llegar al torreón más alto. Por suerte, seguía sin hacer mucho calor. De hecho, en el castillo soplaba bastante viento.

Y ya bajamos al pueblo. Si veníamos de lo más alto, acabamos aparcando prácticamente en el punto más bajo. De allí subimos hacia la plaza para buscar un sitio donde comer algo. Acabamos en un bar en el que el dueño, con acento portugués, nos preguntó en castellano si éramos de Zaragoza. Joder, no pensaba que aquí me calaran el acento, pero no fue eso; había visto nuestra matrícula. Buena memoria, porque hacía más de un cuarto de hora que habíamos pasado con el coche. Pero resultó que el hombre estaba casado con una zaragozana, por eso le había llamado más la atención. Bueno, nos comimos unos bocatas y unas queijadas (eso yo, Raquel odia el queso), sin mucha prisa, y luego fuimos a ver el Palacio Real de Sintra, que está en la misma plaza. Menos alambicado que el de Pena, claro, pero también interesante.

Nos quedaba ver la Quinta da Regaleira, un palacio construido hace un siglo por un aficionado al esoterismo, lleno de laberintos y misterios. Pero estábamos bastante cansados y decidimos volver a Lisboa. Según me dijo Lara a la vuelta, hicimos mal; bueno, así tenemos una excusa para volver a Sintra.

En Lisboa nos quedaban dos cosas que queríamos ver: la Torre de Belem y el Monasterio (Mosteiro) de los Jerónimos. Los dos están en Belem, un barrio de la periferia de la ciudad, conque fuimos directamente hacia allí, sin pasar por el hotel.

La Torre de Belem es, tal vez, el monumento más famoso de Lisboa. Era una fortaleza defensiva sobre el río Tajo, como otras que habíamos visto el día anterior al volver de Cascais, pero más bonita; para eso estaba a la entrada de la capital. La Torre está dentro del río, se entra a través de un pequeño puente. Y bueno, si no se tiene mucho tiempo, el interior no es gran cosa, pero sí hay que verla por fuera, al menos. Nosotros, de todos modos, entramos y estuvimos un rato intentando subir y bajar la escalera para ver todos los pisos. No es fácil, porque sólo hay una escalera de caracol y es muy estrecha, conque hay conflictos entre quienes intentan subir y quienes quieren bajar.

Desde lo alto de la torre se ve muy bien el Monasterio de los Jerónimos, y al bajar fuimos hacia allí. Claro que ya era tarde para entrar, pero al menos pudimos asomarnos al interior de la iglesia. Lo suficiente como para reafirmarnos en que teníamos que volver al día siguiente para verlo bien, qué pasada. Si por fuera es impresionante (además de enorme), por dentro, más.

Y ya volvimos al hotel. O lo intentamos. No es tan fácil volver a entrar a la ciudad desde la orilla del Tajo, porque la vía del cercanías pasa por en medio. Al final, no sé cómo, conseguimos coger un desvío hacia adentro y, después de perdernos por un parque, acabamos en un precioso atasco para entrar en el Eixo Norte-Sul, la autopista que recorre la ciudad de norte a sur. Atasco que nos podíamos haber ahorrado porque, al llegar al Eixo, vimos que nuestro carril era el que llevaba hacia el sur; el que llevaba hacia el norte, que era nuestra dirección, y que nosotros podíamos haber cogido una media hora antes, iba mucho más rápido. Bueno, el caso es que llegamos al hotel, dejamos el coche y nos fuimos a cenar.

A propuesta mía, fuimos a uno de los sitios en que no habíamos podido entrar el domingo: el Martinho da Arcada, en la Praça do Comercio. Un sitio mejor y más caro que los de otros días, pero un día es un día. Y cenamos acojonantemente bien. Desde la sopa hasta los postres, pasando por el pescado (me comí unos rollitos de lenguado que tardaré en olvidar) y el vino. Claro, la cosa nos salió cara: por única vez en el viaje, más de 20€ por cabeza. Casi 30, en realidad. Ya os había dicho que comer en Portugal es barato, ¿verdad? Y en muchos casos, además de barato, es bueno y bonito.

06 agosto 2007

23/07 Cascais, Estoril, Lisboa

Una vez más, a levantarse a las nueve de la mañana. ¿Y para eso me cojo yo vacaciones? Al menos, gracias a la diferencia horaria, la hora equivale a las diez españolas. Tonto consuelo que, realmente, no me sirve para nada.

Desde Lisboa salen tres líneas de Cercanías y una de ellas lleva hasta Cascais. Pero decidimos ir en nuestro coche. Para eso tenemos el hotel al lado de la autopista. Al menos, que esta situación nos sirva de algo.

Y nos sirve... para llegar a Cascais y aparcar junto a la estación. Bueno, nos metemos a un ciber a desayunar (no usamos los ordenadores para nada) y vamos a dar una vuelta por la población. Cascais está situada al oeste de Lisboa, ya en el Atlántico, justo donde la costa deja de ser arenosa y pasa a ser rocosa. Es decir: en Cascais no hay apenas playa y sí acantilados. Pero claro, nosotros no habíamos venido a tomar el sol, aunque de tanto patear acabamos bastante morenos.

Cascais es un pueblo de costa, pero de la variedad bonita. Mucha calle peatonal, todas las aceras de mosaico, casas bajitas, una ciudadela bastante interesante (y cerrada, pena)... Nosotros nos fuimos a pasear por la costa hasta llegar al faro. Parecía que estaba abierto para visitas, pero no; en realidad, lo estaban adecuando. Pocos días después leímos en el periódico que estaban a punto de abrirlo al público, un poco tarde para nosotros.

Luego podíamos haber seguido hasta la Boca del Infierno, una cueva en los acantilados en la que, entre otras cosas, desapareció el famoso ocultista Aleister Crowley en un misterioso incidente junto a la gloria de las letras lusas, Fernando Pessoa. Nunca se desveló dónde fue Crowley, que apareció algún tiempo después. Sin embargo, lo dejamos estar y nos metimos a pasar el resto de la mañana en un parque. Tienen muchas cosas montadas para los niños y nosotros... bueno, no montamos en los toboganes, pero sí estuvimos viendo los animalitos. Hay un mini-zoo con animales de granja. Me temo que hoy día los niños de las ciudades no tienen muchas oportunidades de verlos, conque los tienen aquí. Pollitos, conejos, incluso pavos reales.

Ya se iba haciendo hora de comer y pensamos en irnos a Estoril para ello. Conque volvimos a la estación y cogimos el tren. Comprobando los precios, por cierto, vimos que el viaje a Lisboa era bastante barato, menos de dos euros. Pero nosotros sólo queríamos ir al pueblo de al lado; que, a diferencia de Cascais, sí tiene playa. Salimos hacia Estoril a la una y diez; nos gustó tanto que antes de las dos ya habíamos vuelto a Cascais. Y eso que en Estoril tuvimos que esperar un cuarto de hora hasta que llegó el tren.

De modo que buscamos un lugar para comer en Cascais. Acabamos en un sitio para turistas (hasta el nombre estaba en inglés), pero comimos sorprendentemente bien. Nos atizamos un arroz de marisco acojonante; para dos personas, pero suponiendo que cada una de ellas se comiera tres raciones. Cosa que hicimos. Con cervezas, café y todo, unos 30 euros. En la terracita, viendo la etapa del Tour en la tele, como señores.

Después de atizarnos aquello, dimos un paseito para bajar el arroz y, cuando pensamos que ya habíamos visto todo el pueblo, nos volvimos a Lisboa. Esta vez teníamos intención de cambiar, no sólo de zona, sino también de parada de metro. Según nuestro plano, había otra en la misma línea que Jardim Zoológico, Laranjeiras, que estaba incluso algo más cerca de nuestro hotel. Pues sí, lo estaba; además, había casas por el camino y era mucho más entretenido. Claro, supongo que los ejecutivos internacionales prefieren no mezclarse con la chusma, así que en el hotel recomiendan la otra parada. Tontería; los ejecutivos internacionales cogen taxi, que paga la empresa. En cambio, para nosotros fue agradable comprobar que junto al hotel había un barrio en el que vivían personas. Incluso localizamos un café con buena pinta para desayunar al día siguiente. Desde luego, ésta iba a ser nuestra parada de metro en lo sucesivo.

Volvimos a bajar hasta Chiado, pero esta vez nos quedamos por el Bairro Alto (no lo he escrito mal) en lugar de bajar hasta la Baixa. Al menos, estos lisboetas no engañan con los nombres.

El Bairro Alto está, claro, en lo alto de una colina. Y es el típico barrio de casco viejo, con calles estrechas y demás, aunque con más vida y menos lumpen que Alfama. Y con menos pintadas. Me refiero a unas escritas con un molde y que se pueden ver en muchos sitios de la ciudad. La pintada en cuestión dice, en inglés, algo como: "Turista: respeta el silencio portugués o vete a España". Qué simpáticos.

Toda esta zona de Lisboa nos gustó un poco más que la del día anterior. Dimos una vuelta por el Bairro Alto, paramos a tomar algo en un kiosko de un parque, acabamos bajando por una calle de éstas en que, si tropiezas, llegas rodando hasta el final...

Después de circular un rato por una calle en que casi todas las casas tenían fachada de azulejo (simple alicatado de colores, pero eso nos gustaba, oye) acabamos en la base del barrio de Estrela. Lo de "la base" quiere decir, claro, que Estrela está en la cima de otra colina. Nosotros estábamos junto al Convento de São Bento, actual sede del Parlamento portugués (bastante bonito), y veíamos la cuesta delante de nosotros. ¿Qué, le echamos un par? Pues sí, se lo echamos. Casi necesitamos piolet, pero subimos hasta arriba.

Y arriba estaba la Basílica de Estrela, tal vez la mejor iglesia barroca de la ciudad. Claro que esto era un barrio un poco apartado de los itinerarios turísticos, de modo que la iglesia estaba bastante concurrida, pero por curas y feligreses, no por turistas. No, no es que hubiera misa, pero había bastante peña.

El caso es que estuvimos un rato deambulando por la basílica y luego, en vez de volver a bajar andando, pensamos que podíamos aprovechar para coger un tranvía.

Los tranvías son, además de un medio de transporte, un atractivo turístico de la ciudad. Tal vez fue aquí donde más apreciamos el atractivo de la famosa melancolía de Lisboa. El tranvía baja lentamente por unas cuestas que más parecen precipicios, girando por curvas imposibles, parando a esperar que alguna furgoneta de reparto deje libres las vías, y todo ante la imperturbabilidad del conductor y los pasajeros. Como estábamos disfrutando del viaje, en lugar de volver a bajar en el Bairro Alto, como era nuestra idea inicial, seguimos hasta la última parada.

Y de aquí subimos hacia nuestro hotel siguiendo el recorrido del metro, pero por la superficie, en busca de un lugar donde cenar. Tal vez la comida menos memorable de nuestro viaje, probablemente porque a Raquel se le atravesó el sitio y no hizo más que quejarse. Era una cervecería que en realidad, como otros establecimientos lisboetas con ese nombre, resultaba ser una marisquería. Pero nosotros ya teníamos bastante marisco con el de Cascais y comimos otras cosas.

Y de aquí, de vuelta al metro hasta Laranjeiras y subida por nuestro nuevo barrio hasta el hotel. Al día siguiente volvería a haber excursión.

03 agosto 2007

Un lustro

Hoy, 3 de agosto de 2007, este blog cumple cinco años de existencia. No sé si cuando lo inauguré pensaba que durase tanto. Supongo que no, porque al poquito de empezarlo lo abandoné durante varios meses.

¿Durará otros cinco años más? En 2012 lo sabré.

02 agosto 2007

22/07 Évora y Lisboa

Tal vez alguien esté pensando que este año me lo estoy currando poco con los títulos de las entradas. Y tendrá toda la razón. El calor, la vagancia... ya se sabe.

Y calor no pasamos en Portugal. Tuvimos una temperatura excelente; ningún día pasamos de 28°C de máxima. Algunas tardes incluso teníamos que ponernos la chaqueta.

Évora nos había dejado con ganas de bastante más, así que le dedicamos la mañana del día siguiente. Primero vimos la preciosa iglesia de San Francisco, que lo es tanto por dentro como por fuera. Destaca en ella el colorido de las paredes; sin ser pastelón ni cantón, resulta llamativo.

Como también lo es la Capela dos Ossos, situada al lado. Una alegre capilla cuyas paredes y techos se encuentran íntegramente forrados por huesos humanos. Calaveras, principalmente, aunque también abundan las vértebras y, en las columnas, los huesos largos. Ideal para celebrar una fiesta.

Después entramos en la catedral. Muy del estilo de la iglesia de San Francisco, aunque tal vez no tan bonita. Y, tras tomarnos un batido en una terraza de la Praça de Giraldo, salimos hacia Lisboa.

De la capital portuguesa habíamos oído opiniones encontradas. Por tanto, no teníamos una idea preconcebida muy fuerte. Llegamos a la ciudad sin mayor novedad (la autopista, para variar, semi-vacía). Cruzamos el espectacular puente 25 de Abril y nos dispusimos a intentar adivinar cómo llegar a nuestro hotel.

El 25 de Abril es un enorme puente colgante. Yo creía que no acababa nunca y Raquel no paraba de decirme que era pequeño. Que, según su mapa, el grande era el Vasco da Gama. Pues bien: el puente 25 de Abril tiene nada menos que 3200 metros, pero el Vasco da Gama tiene 16 kilómetros. Aunque no es tan bonito. El Tajo, al llegar al estuario, es bastante grande.

Llegamos al hotel tras habernos perdido sólo un poco. Era el típico hotel de negocios, pero nos había salido bastante bien de precio y no parecía muy lejos del centro. Error: lo estaba. Tal vez no a una distancia excesiva, pero era una zona moderna sin ninguna gracia y rodeada de autopistas. De todos modos, el hotel estaba muy bien.

Dejamos los trastos y fuimos a la parada de metro que nos recomendaron en el hotel, Jardim Zoológico (para quien conozca Lisboa, creo que antes se llamaba Sete Rios). Lejos y por un camino feísimo, caminando junto a la autopista. Menos mal que no hacía mucho calor, pero un asco. No había tenido muy buen ojo con el hotel, no.

Bajamos en metro hasta Chiado. Y, desde allí, fuimos a pie hasta lo que en nuestro plano parecía el cogollo de Lisboa. Por suerte, estábamos en alto y nos tocaban las cuestas hacia abajo. Porque en ese momento descubrimos que no la llaman "la ciudad de las siete colinas" por nada. Menudas cuestas. En general, podemos decir que Portugal está en cuesta, pero Lisboa más.

Callejeamos un poco hasta la plaza de Pedro II y de ahí, por la Rua Augusta, hacia la Praça do Comércio. Lo primero que nos llamó la atención fue el mosaico del suelo. En Lisboa y otras localidades portuguesas, las aceras no son de baldosa, sino de mosaico blanco y negro. Supongo que en época de lluvia serán peligrosas, sobre todo en las cuestas, pero quedan muy bonitas.

Sin embargo, la ciudad no acababa de gustarnos. Había cosas bonitas, pero todo nos parecía descuidado. Raquel comentó que le recordaba Budapest, con la diferencia de que allí parecía que iban recuperando la ciudad poco a poco, tras el abandono de la época comunista, mientras aquí nadie parecía preocuparse mucho.

Decidimos animarnos un poco yendo a ver la Catedral, que siempre es un buen sitio para empezar a ver una ciudad. Lisboa resultó ser una excepción. La catedral lisboeta no es un espanto como la madrileña, pero no pasa de cutrilla. Después del panzón de subir cuestas y escaleras hasta llegar a ella, fue una desilusión.

Pero no nos arredramos y, en vista de que pasaba por allí un autobús que subía hasta el castillo, lo cogimos. A ver si allí se nos daba mejor.

Y se nos dio. El Castelo de São Jorge está situado en la cima de una de las colinas y, esta vez sí, está muy bien cuidado. Así que nos dedicamos a brincar por sus murallas. En una de las torres tienen una cámara oscura, del estilo de la que (según se cree) usaba Vermeer para pintar sus cuadros, en la que proyectan la imagen de la ciudad desde allí; pero, desgraciadamente, llegamos tarde para verla. Al loro con los horarios: a partir de las 17h empiezan a cerrar cosas, incluso en verano. Hay que ir pronto a los sitios.

Bajamos del castillo a pie y, puesto que desde el desayuno sólo llevábamos un bocata en el cuerpo, empezamos a pensar en la cena. Miramos nuestra guía y descubrimos que casi todos los restaurantes que nos hacían gracia cerraban en domingo. Al final nos decidimos por uno un poco lejano, pero al que podíamos llegar atravesando el barrio de Alfama. Que, según nuestra guía, era "el único barrio de Lisboa que había sobrevivido al terremoto de 1755 y a la Exposición Universal de 1998".

Para quien no lo sepa, en 1755 tuvo lugar en Lisboa el que tal vez sea el peor terremoto conocido de la Historia de la Humanidad. Naturalmente, entonces no había sismógrafos, pero por sus efectos se le calcula una intensidad cercana a 9,5 en la escala de Richter. Una burrada. Sus efectos aún se ven en casi todos los monumentos.

El caso es que cruzamos Alfama y, la verdad, no estamos muy seguros de que el hecho de que siga en pie sea una gran noticia. Es el típico barrio cutre y viejo que hay en el centro de muchas ciudades, en el que no pondrías el pie de noche ni loco.

Para rematar el viaje llegamos al lugar donde estaba nuestro restaurante. Lo localizamos tras dar muchas vueltas. No estaba cerrado por domingo, sino por cese en el negocio.

Así que nos dejamos de hostias y acabamos yendo a la Baixa, la zona cercana a la Praça do Comércio. Ahí sí, los restaurantes estaban cerrados por ser domingo. Pero al final descubrimos uno abierto. De turistas, pero ya nos valía todo. El caso es que nos dieron bastante bien, fueron amables y no nos cobraron mucho.

Una nota sobre los restaurantes: lo que sacan para picar al principio, lo cobran. Pero sólo si te lo comes. Si no, no. No es que te intenten colar cosas; allí es costumbre poner los entrantes sobre la mesa, en vez de sólo en la carta. Siempre es buena idea informarse sobre las costumbres locales y actuar en consecuencia, sin enfadarse porque no sean las nuestras.

Y ya con la tripa llena volvimos al hotel. El camino de vuelta desde el metro fue peor que el de ida, porque tocaba cuesta arriba. Así que llegamos a la habitación un tanto desanimados y decididos a hacer algo para arreglarlo al día siguiente. En vez de pasarlo entero en Lisboa, nos iríamos a las localidades costeras, Cascais y Estoril.

01 agosto 2007

21/07 Mérida y Évora

Si el día anterior había sido de cierta tranquilidad, hoy se había acabado. El plan del día consistía en ver Mérida y seguir viaje hacia el Alentejo portugués. Como Mérida requiere, al menos, un par de días, íbamos a tener que darnos prisa.

Por la mañana nos levantamos (otra vez a las nueve, qué manía), desayunamos en un bar de la Plaza y salimos de Trujillo en dirección a Mérida, que se encuentra a unos 100 km siguiendo la A-5.

Aparcamos el coche, fuimos a la oficina de turismo, cogimos un plano y a patear. En la capital extremeña han tenido una idea bastante buena. Las entradas a los principales monumentos valen 4€, salvo la del teatro y anfiteatro que vale 7€. Pero hay una entrada conjunta, válida para ocho monumentos, por sólo 10€. Y no caduca. Ésta es la parte interesante. Si haces una visita corta y no tienes tiempo para ver todo, te llevas a casa la entrada para lo que te falta, lo que sirve de excusa para volver. Una buena forma de conseguir visitas repetidas.

Lo más famoso de Mérida son los monumentos romanos. Y, ciertamente, no hay mucho más, pero resulta más que suficiente. Para mí, que nunca he estado en Italia ni Grecia, todo era interesantísimo.

Como todo cierra a mediodía, salvo el teatro y anfiteatro, organizamos nuestro horario para aprovechar bien el tiempo. Así que empezamos por la Casa del Anfiteatro, llamada así por estar junto al Anfiteatro, aunque no tenga nada que ver. Hoy día sólo quedan la parte inferior de las paredes y los suelos de mosaico, además de algún resto de pintura. Ni siquiera se sabe con certeza si era una casa grande o dos más pequeñas. Lo que más nos llamó la atención fue que los suelos están a la intemperie. No sólo a merced de los elementos, sino también de los zapatos de los visitantes, que caminábamos sobre los mosaicos sin mayor cuidado. Supongo que los conservadores sabrán lo que se hacen.

De aquí nos fuimos al circo. Como me había contado Rapunzell, que antes venía aquí una semana al año por motivos laborales, el circo es el lugar donde se celebraban las carreras de cuádrigas y no es en absoluto redondo, sino alargado. Similar a los estadios griegos, aunque bastante más grande. El Circo de Mérida tiene casi 500 m de largo.

El circo era una de las diversiones favoritas de los romanos (panem et circenses, ya sabéis). Los aurigas eran muy populares y podían ganar mucho dinero. Había cuatro facciones a las que pertenecían estos aurigas, cada una de ellas identificada por un color. Pues sí, como los equipos de futbol actuales. Hay una historieta de Astérix en la que Obélix y él van a ver una carrera. Como buenos galos, apoyan a los azules, pero vencen los blancos. Las carreras de cuádrigas se celebraban a siete vueltas (unos cinco kilómetros).

Salimos del Circo justo a las 13h45, la hora a la que cierra todo salvo el Teatro y Anfiteatro, nuestro siguiente destino. Pese a tener nombres similares y estar situados uno al lado del otro, tienen muy poco que ver.

El Anfiteatro es un recinto circular (en este caso, ovalado) donde tenían lugar las luchas de gladiadores y similares. El típico coliseo, vamos. Junto con el circo, la diversión favorita de los romanos.

Junto al Anfiteatro se encuentra el Teatro que hoy día es, probablemente, el monumento más famoso de la ciudad, gracias a haber recuperado su función. Precisamente ahora es cuando se celebra el anual Festival de Teatro Clásico; es por ello que el escenario estaba lleno de andamiajes y también había instaladas muchas sillas supletorias. En tiempo de los romanos, en cambio, el teatro no era tan popular como otras diversiones. Los tiempos no han cambiado tanto.

Tras esta visitia fuimos a comer a un sitio cercano (bastante bien y por no mucho dinero) y a las 16h, justo cuando lo abrían entramos en el MNAR, el Museo Nacional de Arte Romano.

El MNAR fue una recomendación de Rapun y se la tengo que agradecer. Aquí se muestran muchas piezas encontradas en Mérida y sus alrededores; por ejemplo, todas las estatuas del Teatro (las que se ven allí son reproducciones). Tal vez lo más llamativo sean los enormes mosaicos. Como muestra de la popularidad de las carreras de cuádrigas, algunos de ellos muestran aurigas con su nombre y gritos de ánimo; no creo que hoy día se le ocurra a mucha gente poner retratos de Fernando Alonso en el suelo de sus casas.

Después de un par de horas recorriendo el museo, o al menos buena parte de él, nos fuimos a recoger el coche y salimos en dirección a Évora. Si nunca antes habíamos estado en Extremadura, tampoco en Portugal. Todo el viaje era novedoso.

La única queja que tenemos de las autopistas portuguesas es que son, en su mayoría, de pago. Por lo demás, están bastante bien y casi desiertas. Al menos, mientras nosotros circulábamos. Conque llegamos pronto a nuestro destino. No sin antes echar gasolina; la pardillada de no haberlo hecho antes de salir de España me salió cara, pues la gasolina es bastante más cara en Portugal.

Évora es una ciudad fundada por los romanos que mantuvo su importancia hasta el siglo XVIII. Entonces, debido a circunstancias políticas, decayó, lo que ha permitido que se haya conservado realmente bien. Es un lugar precioso para pasear. Lo único que nos despistaba era que constantemente esperábamos ver el mar al girar alguna esquina, cuando Évora es una ciudad de interior. Supongo que serán las fachadas blancas, o incluso la luminosidad del día. A mí me recordaba un tanto a Santoña.

Una curiosidad: al igual que en Mérida, sólo se conserva un templo romano; al igual que el de Mérida, se conoce como Templo de Diana; y al igual que el de Mérida, no estaba dedicado a Diana. Se ve que algún arqueólogo que trabajó por la zona tenía una cierta fijación con esa diosa.

Junto al templo de Diana está la Catedral, tan original como bonita. Claro que, a esa hora, ya estaba cerrada. Conque nos limitamos a dar una vuelta por los alrededores y luego buscamos dónde cenar. Las comidas en Portugal suelen hacerse más temprano que en España pero, al llevar el horario de Canarias, no tuvimos que alterar mucho nuestro reloj biológico.

Cenamos en uno de los muchos restaurantes que había en los alrededores de la Praça de Giraldo, que es la plaza central de la ciudad. Muy bien y por poco dinero. Una cataplana de marisco y cerdo (curiosa mezcla) de la que nos servimos varias veces cada uno, con una botella de vinho verde, postres, cafés y no recuerdo qué entrantes por poco más de 30€ entre los dos. Además, bien atendidos. Un truquillo: a los extranjeros les gusta tanto que hables su idioma como a nosotros nos gusta que quienes nos visitan hablen el suyo. Los portugueses suelen ser amables con los turistas pero, si hablas su idioma, más. Vale, cuando el camarero me preguntó si era portugués, me estaba haciendo la rosca; nunca me han preguntado en España si soy español porque hable bien el idioma. Pero era evidente que le gustaba poder usar su lengua en lugar de alguna otra de las muchas que le oímos chapurrear con los demás clientes.

Y ya nos volvimos al hotel a dormir, que habíamos tenido un día duro. Y el siguiente volvería a serlo.

31 julio 2007

20/07 Trujillo

(Aquí da comienzo la plasto-serie de este año)

El viaje no empieza muy bien. Raquel se empeña en despertarme y hacerme levantar a las nueve de la mañana. Según ella, habíamos quedado así el día anterior. La verdad, la culpa es mía. Para cualquier persona razonable debería haber quedado claro que me refería a las nueve de la noche, pero Raquel no es razonable. Por tanto, debería haber especificado.

Mis justas quejas caen en saco roto. Poco después estoy levantado y un rato más tarde estamos en la carretera. Sólo hemos tenido un pequeño retraso, muy comprensible, por el tiempo que he necesitado para encontrar el coche. Joder, no soy un ordenador; bastante hago con recordar en qué barrio lo he dejado.

Sólo hacemos una breve parada en el camino antes de llegar a Trujillo, nuestra primera escala. Encontramos el hotel sin dificultad, dejamos los trastos y bajamos a la Plaza Mayor, que nos serviría de referencia para todos nuestros recorridos por la población.

La Plaza Mayor de Trujillo es bastante grande y más abierta de lo que suele parecer en las fotos. Generalmente sale la enorme estatua de Francisco Pizarro con la gran iglesia de San Martin al fondo, pero los demás edificios son más pequeños.

Después de dar algunas vueltas buscamos un lugar donde comer. A Raquel le habían recomendado un sitio en la misma plaza llamado la Pepi, o la Juani, o algo así. Ignoro qué extraña asociación de ideas le hizo llegar a la conclusión de que se trataba del Mesón La Troya. En todo caso, la conclusión resultó ser correcta.

El menú era aquí un poco más caro que en otros sitios: 15€ en lugar de los 9 ó 10€ habituales, aunque había más variedad y tenía buena pinta. Nos sentamos, pedimos y al rato volvió el camarero con unas cosillas "para que picáramos". Eran una ensalada bastante grande, una tortilla de patata de buen tamaño y un plato de chorizo ibérico, por cuenta de la casa. Raquel me miró con cara de "yo con esto ya he comido". Anda, que no quedaba. Con las judías verdes que le sacaron de primero, podrían haber comido cuatro. En fin, la comida no era extraordinariamente buena pero, desde luego, no nos iban a dejar con hambre.

Una vez atiborramos, nos fuimos un rato a descansar al hotel. La pobre Raquel no acababa de sacudirse un catarro bastante fuerte, así que se quedó dormida. Y yo me dediqué a la placentera actividad de dormir la siesta con el Tour en la tele. Apenas dormí, pero ya me entendéis, ¿no?

Por la tarde estuvimos recorriendo la ciudad. El casco antiguo de Trujillo es bastante grande y está bien cuidado. Calles empedradas, letreros de forja y demás. La cosa es fácil: cuando llegas a una calle asfaltada, significa que ahí empieza la parte moderna. Pero todo lo demás vale la pena. Además, hay varios monumentos que se pueden visitar pagando una pequeña entrada (euro y pico, por lo general). Ese dinero se usa para el mantenimiento del lugar en cuestión. Nosotros entramos en la antes mencionada iglesia de San Martín (no está mal), la de Santa María la Mayor (mucho mejor, y con excelentes vistas desde lo alto del campanario) y la alcazaba, el castillo árabe. Aunque Trujillo suele asociarse a la época de la conquista de América, también tiene un importante pasado musulmán.

Acabamos el día cenando unas raciones en una terraza de la Plaza Mayor. Bien, barato y con buen servicio. Normalmente, el servicio en las localidades dedicadas al turismo interior es mucho mejor que el de la playa. Nada que ver con esos establecimientos ganaderos del "todo incluido".

Y llegamos machacados al hotel, a desplomarnos y dormir de un tirón hasta el día siguiente. Esta iba a ser una constante del viaje.

29 julio 2007

Ya llega, ya llega...

Así es, señoras y señores. Fiel a su cita anual llega la plasto-serie. Raquel y yo acabamos de volver de nuestro viaje por Extremadura y Portugal. Una vez me ponga al día con el correo y se me pase la resaca de ayer (estuve de boda y la cosa se prolongó hasta las mil), empezaré a publicarla en este su blog preferido de entre los que está leyendo en este preciso instante.

17 julio 2007

Las ocho

Recojo el testigo que me pasa Cassandra. La cosa consiste en escribir ocho cosas sobre mí que la mayoría de la gente no sepa y luego pasar el testigo a otras ocho personas.

Respecto a lo primero, entenderé que son cosas que no conozca la mayoría de la gente que creo lee este blog. Respecto a lo segundo, si en las pirámides tradicionales se necesita añadir a sólo dos personas y acaban petando, poner a ocho es casi imposible. A ocho que no estén ya en el asunto, claro. Pero bueno, lo intentaré.

1.- Aunque conservo varios amigos de mis años de colegio, a los que conozco desde que tenía seis añitos, apenas tengo ninguno de la Universidad. Al menos, no de los que estudiaron toda la carrera conmigo. Tan sólo una, a la que veo un par de veces al año (y una de ellas será dentro de un rato, curiosamente). No tengo nada contra ellos, y me gusta verles en nuestra cena anual cuando voy, pero no pasan de conocidos.

2.- Tengo una habilidad innata con los idiomas. Esto significa que, si paso una temporada en otro país, al cabo de pocos días empiezo a entender casi todos los carteles de las calles, los menús de los restaurantes, titulares de periódicos y demás.

3.- A lo largo de mi vida he conocido a bastante gente más o menos famosa. Y me ha gustado ver que, en general, fuera de su trabajo son personas como los demás. Por eso no me gusta NADA el famoseo. Si veo a alguien famoso por la calle, no le hago ni caso. Y si me cuentas que un día viste a alguien famoso, ignoraré tu conversación hasta que cambies de tema, a menos que venga a cuento.

4.- Pese a que ahora trabajo como informático, prácticamente no había tocado un ordenador hasta que estudié mi primera asignatura sobre informática en la Universidad, con 19 años. Me gustó tanto que con 20 me compré mi primer ordenador y creo que no tuve mi primer juego hasta los 22 ó 23. Hasta entonces lo usaba exclusivamente para programar, actividad que me podía llevar horas sin cuento.

5.- Soy una de las personas más ineptas para ligar que os podáis imaginar. Por un lado, cuando me gustaba una chica, no sabía como entrarle en absoluto; alguna ha acabado pensando que la odiaba, o que era gay. Por otro lado, ir a un garito a ligar me aburre mortalmente; tanto que soy incapaz de poner el menor interés, por lo que mis probabilidades de pillar se reducen a cero. Muchos como yo y la Humanidad se extingue en cuatro días.

6.- Aunque me encanta la música y me gusta tocar cualquier instrumento que caiga en mis manos, mis habilidades naturales para ello son muy escasas. Tengo mala voz, mal oído y escasa habilidad manual. Todo lo que ahora sé sobre música lo he conseguido a base de cabezonería y dedicar diez veces más tiempo que una persona normal.

7.- En cambio, aprendí a escribir a máquina en dos semanas, yo solo. Y se me da bastante bien.

8.- Tengo una cierta hipermetropía y durante unos meses usé gafas para leer, cuando tenía unos diez años. Pero no las he vuelto a usar. Mi principal defecto visual, en realidad, consiste en que tengo el ojo izquierdo vago. Pero lo compenso porque con el derecho veo mucho mejor que la mayoría de las personas. A veces la gente piensa que hago trampa cuando leo carteles que están en el quinto pino, pero es verdad que los veo. Pese a ser algo natural y sin ningún mérito personal, es de las pocas cosas de las que a veces no puedo evitar presumir un poco y hacer alguna fantasmada.

Y ahora, ocho personas a las que paso el testigo. Si alguna ya lo tenía, pues bueno, qué le vamos a hacer, pero intentaré no repetir y poner sólo gente que tenga blog:

1. Siringa
2. Hari Seldon
3. Fantine
4. Athair
5. mkxis
6. Nilrem
7. Yaizal
8. Hongos Young

16 julio 2007

No soy perfecto

Ayer pasé la tarde con mi amiga Persélope, hablando de cosas variadas. Sobre todo, de nuestras respectivas penas y las cosas que nos preocupan a cada uno. En un momento dado, la chica me dijo algo como: jo, yo pensaba que a ti no te pasaban estas cosas, que tu vida era perfecta.

Pues no, ni mi vida ni yo somos perfectos. A mí me pasan las mismas cosas que a los demás. Yo también estoy hecho un lío a veces. También tengo momentos buenos y momentos malos. También me pongo triste.

Pero lo que me dijo Perse no era una novedad para mí. Muchas veces tengo la sensación de que algunas personas que me rodean piensan que todo es de color de rosa para mí. Que molo cuando todo va bien pero, si no, puf, yo no lo entendería. Tal vez sea porque me gusta ver el lado bueno de todo. A lo mejor, si me crucificaran, me pondría a cantar la canción de Monty Python. Pero una cosa es que me guste que mi vida sea lo más bonita posible y otra que lo sea.

Aunque no me quejo. O sólo a veces, como ahora...

07 julio 2007

Camareros de Madrid

Tal vez hayáis oído hablar alguna vez del llamado "Síndrome de París". No tiene nada que ver con el "Síndrome de Stendhal" que, según se cuenta, sufrió este escritor al visitar Florencia, abrumado por la belleza de todo lo que le rodeaba.

El "Síndrome de París" aqueja a algunos turistas japoneses que visitan la capital francesa, a causa del pésimo trato que les dispensan los camareros. Para la mentalidad nipona es inconcebible que una persona trate tan mal a aquel a quien sirve. Y los camareros parisinos, o al menos un gran número de ellos, son unos bordes. No sólo con los japoneses, lo son con todo el mundo.

Yo, en cambio, tengo la fortuna de vivir en una ciudad en que ocurre todo lo contrario. Me refiero a los camareros que llevan toda la vida trabajando en esto. El camarero típico de Madrid es un señor (o señora) que siempre está de buen humor, trata al cliente con respeto y está atento a lo que quiere. No sólo a la comanda, también al humor. Si tienes el día cruzado, te atenderá y te dejará en paz. Si estás dicharachero, te atenderá con el mismo esmero y, además, pegará la hebra contigo.

Al lado de mi casa hay un bar así, al que voy muchas veces. Hace un par de semanas abrieron otro bar del estilo, conque Raquel y yo fuimos a estrenarlo. Nada más entrar, el camarero se giró hacia ella y le dijo: "Muy buenas tardes, señorita, ¿qué le apetece tomar?" Luego te sirven con una sonrisa y, al marcharte, te preguntan si todo ha estado a tu gusto. Pues sí, el típico camarero madrileño. La persona que te arregla el día.

01 julio 2007

Otro cumpleaños

Pues sí, ayer volví a celebrar mi cumpleaños. Es lo que tienen estas cosas anuales. Y la cosa fue muy bien, pese a algunos intentos de sabotaje por parte del propio organizador de la fiesta (nota mental: chaval, cuando no te intentas hacer el graciosete estás más mono).

Como también es tradicional, os incluyo mi lista de regalos. Que es bastante larga y variada:

Un par de zapatos
Un par de zapatillas
DVDs:
- American Strays
- Tornado Run
- Allo, Allo! (temporadas 1-4)
VHS (sí, VHS):
- Tropis: criaturas salvajes
Libros:
- El libro de los conejitos suicidas, de Andy Riley
- El Hotel New Hampshire, de John Irving
- El fabuloso mundo de las leyendas urbanas, de Jan Harold Brunvand
- 1980s, de Nick Yapp
Libros de partituras:
- Guitar Play-Along: Lynyrd Skynyrd
- Yes: Union
Juegos:
- Bang!
- Dodge City (suplemento de Bang!)
Hucha cerdito (más bien cerdote) plateada
Rompecabezas (Brain String)
Elegante abrebotellas con un torero

[ACTUALIZACIÓN: Algunos regalitos que me han hecho después de escribir esta entrada.

Cómic:
- La leyenda de Robin de los Bosques, de Manu Larcenet
CD:
- The Stuff that Dreams are Made of (the Dead Sea Scrolls of Record Collecting!)
Mono calculador
Robot doméstico
]

Además de esto, me auto-regalé una tele modelo "ande o no ande". Es decir, la más grande de la tienda. La vieja falleció recientemente y aproveché una oferta muy buena que encontré con Raquel y Nu. Es que estuvimos los tres toda la mañana de compras. Ahora incluso tengo una camiseta que le gusta a mi chica.

Qué ganas tengo de que me traigan la tele y poder ver "Tornado Run" en ella.

A todos los que estuvisteis, gracias por venir, espero que lo pasarais tan bien como yo. A los que no, otra vez será.