24 septiembre 2006

La noche en blanco

Anoche se llevó a cabo por primera vez en Madrid La Noche en Blanco, una iniciativa que empezó en París hace cuatro años y que esta vez se ha celebrado ya en cinco capitales europeas (las otras tres son Riga, Bruselas y Roma).

La cosa consiste en programar un montón de actividades culturales durante la noche. En este caso, entre las 21,30h y las 7h. Casi todos los museos de la ciudad estaban abiertos, en muchos casos con exposiciones o actividades especiales, así como muchos otros centros de interés cultural. En total, unas 200 actividades.

Con tanta cosa para elegir, y la conocida tendencia de la gente por ir a sitios donde puedan bailar reaggeton tranquilamente, quienes tuviéramos interés en la cosa podríamos pasar la noche yendo de un sitio a otro y sin agobios. Cuando Persélope me mandó un mensaje para decirme que no podía entrar en casi ningún sitio, me di cuenta de mi error. Estaba todo hasta los topes. Unas colas enormes y actividades saturadas por exceso de público. Se puede aducir fallo de organización pero, siendo la primera vez que se hacía, prefiero ver el lado positivo y considerar que la iniciativa ha tenido un éxito tremendo.

Hace poco bromeaba aquí sobre las colas que había para ver una exposición sobre matemáticas. Creo que esto confirma que el interés por la cultura es muy superior al que hacen creer las audiencias de televisión. Lo que se necesita es más oferta y algo de promoción.

Desde hace tiempo tengo una teoría sobre las encuestas de televisión. Ya sabéis: los encuestados siempre dicen que su programa favorito son los documentales de La 2, pero las audiencias se las lleva el Tomate. Por lo general, esto se toma como signo de que la gente miente en las encuestas. Sin embargo, yo no lo veo así: es muy normal que alguien te hable con entusiasmo de determinado documental que ha visto. La gente es sincera al decir que les gustan. Pero luego prefieren adormilarse ante programas que no les piden ningún esfuerzo. Tirar por el camino fácil. Y convertirse en ceporros babeantes por pura pereza.

Creo que sólo hace falta poner las cosas más facilitas para invertir esta penosa tendencia. Y a los hechos me remito.

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