30 septiembre 2004

Good Vibrations

Últimamente me están pasando cosas buenas y malas; como a todo el mundo, supongo. Pero he pensado que puedo pasar de las malas y disfrutar de las buenas, y todo me irá mejor.

El sábado, por ejemplo, estuve con una compañera de trabajo y nuestros respectivos viendo "Los mejores sketches de Monty Python". Es curioso, mi compañera lleva casi un año trabajando conmigo y casi no habíamos cruzado palabra, pero hace poco coincidimos en una boda y resulta que nos llevamos muy bien, y también con su chico. El caso es que nos reímos como zopencos. La obra, para quien no la conozca, es una selección de sketches del Monty Python's Flying Circus, el programa de televisión que hacían los Monty Python hace más de treinta años, pero traducidos al castellano y, en algunos casos, ligeramente adaptados. Por ejemplo, la adaptación de la canción del leñador está muy conseguida. No son tan buenos como los originales, pero valen la pena.

Luego, por si habían tenido poco, Raquel y yo llevamos a nuestros amigos a cenar a un japonés. No habían estado nunca y nos podemos apuntar otros dos conversos. Al final, como suele suceder en estos casos, se tiraban como tigres al sashimi. Suponiendo que a los tigres les guste el sashimi, claro.

Para rematar, acabamos la noche en un garito oyendo blues y charlando por los codos. Sobre todo una que yo me sé, claro. En fin, una buena noche.

Ayer miércoles tuve otra sesión con amigos, aunque de otro tipo. El plan era ir a casa de FaHsS!!! a pegarnos una panzada de Star Wars y ver las tres primeras pelis seguidas. Finalmente, todos los que habían dicho "a lo mejor voy" se quedaron en su casa, conque sólo estábamos Athe, FaHsS!!! y yo. El problema era que la sesión iba a terminar a las tantas y yo soy un pobre trabajador (igual que los otros dos, claro), conque sólo me quedé a ver La Guerra de las Galaxias y el principio de El Imperio Contraataca. La situación era un poco desigual: ellos dos se saben las pelis casi de memoria, y yo las he visto nada más que un par de veces cada una, y hace mucho tiempo de ello. Pero bueno, pasamos un buen rato y nos reímos diciendo gilipolleces.

En cuanto a la parte mala, que le den morcilla.

23 septiembre 2004

Teatro

Esta semana, las Cinco del Viernes las ha propuesto Siringa, así que voy a contestarlas. No sólo por eso, también porque me han gustado, claro.

1) ¿Te gusta el teatro? ¿Vas a menudo, o todo el teatro que has visto son los matrimonios de Noche de fiesta?

Me gusta y he tenido épocas en que he ido bastante, varias veces al mes. Ahora voy menos, pero el sábado que viene he quedado para ir.

2) ¿Alguna vez has visto una obra que no te haya gustado nada? ¿Has salido del teatro con la sensación que has tirado el dinero?

Dejando aparte el hecho de que he ido muchas veces gratis, con lo que mal podía tirar nada, no recuerdo haber salido nunca tan descontento. Sí ha habido veces en que el espectáculo no me ha gustado mucho, claro.

3) ¿Cuál es la primera obra que recuerdas haber visto? ¿Y una de las que te haya gustado más?

Supongo que la primera vez sería en el colegio, de pequeñito, porque solíamos hacer teatro. De hecho, no estoy seguro de si en mi primera obra de teatro en vivo estuve como espectador o como actor.

Recuerdo una de las muchas veces que he visto "La katarsis del tomatazo" (por cierto, hace años de la última vez, tendré que volver). Les salió todo de maravilla, de estos días mágicos. Al acabar, después de todos los saludos y que se marcharan los actores, la gente seguía aplaudiendo y tuvieron que volver, porque no se iba nadie. Luego, hablando con ellos, me dijeron que era la segunda vez en todos los años que llevaban que les ocurría eso. Fue fantástico.

4) ¿Has llegado a irte lejos para ver una obra que sabías que no iba a venir a tu ciudad?

Nunca.

5) ¿Por qué crees que va poca gente al teatro? ¿Crees que es caro?

Mucha gente le tiene miedo porque el público tiene que poner más de su parte en el teatro que, por ejemplo, en el cine o la televisión, y nos estamos volviendo comodones. Aparte de eso, el teatro de las grandes salas sí es caro, pero hay muchas alternativas muy buenas y baratas.

No hay que abusar

Acabo de leer una noticia según la cual una mujer iraní ha acudido a los tribunales de su país para que terminen los abusos de su marido. El tipo tiene la costumbre de zurrar a la pobre mujer todos los días, y ella ha pedido que sólo le dé una paliza a la semana.

Si entre los lectores de este blog hay algún defensor de las culturas políticamente correcto que me lo explique, le quedaré agradecido.

19 septiembre 2004

Enlaces eliminados

He quitado algunos enlaces de la lista que aparece a la derecha de este blog, por corresponder a algunos que llevan sin actualizarse desde antes del verano.

Por otro lado, si alguien tiene un blog activo y quiere salir en mi lista, no tiene más que pedirlo. A lo mejor le hago caso, y todo.

18 septiembre 2004

Perlas del lenguaje

El otro día uno de mis compañeros, A., trajo a su niño recién nacido al trabajo, para que lo conociéramos. Podéis imaginar que se generó bastante algarabía con la criatura.

Cuando ya se iban, otro de mis compañeros, M., hizo una petición que ocasionó el siguiente diálogo:

M: ¡Quédanosle!
A: ¿Qué?
M: Que nos le quedes.

Suele decirse que, una vez sabes tocar un instrumento musical, aprender otro es relativamente fácil. Supongo que este pequeño fragmento que he reproducido explica por qué mi compañero M. es incapaz de aprender a hablar en inglés.

15 septiembre 2004

Curro a tope

En el trabajo tenemos una de nuestras típicas estampidas: se acerca la entrega de un proyecto y hay que hacer horas como tontos para llegar. Para que os hagáis una idea, mis días de trabajo se empiezan a parecer a los festivos del Capitán Napalm.

Con quien, por cierto, he quedado dentro de poco para ensayar y no sé cuándo voy a prepararme las malditas canciones. Capi, si lees esto, no te preocupes, que sacaré tiempo. Creo. Y lo mismo os digo a los demás, ¿eh? Que no me olvido de nadie.

Voy a aprovechar y sacar un poco la guitarrita, a ver si hago algo útil. Aunque no piense más que en lo que me gusta y no en el bien del grupo.

13 septiembre 2004

28/08 Último día

(Donde llega a su fin esta plasto-serie)

Como íbamos a estar un día más que en las otras ciudades, pudimos dividir la visita a Praga y tomárnosla con más calma. Por ello habíamos dejado dos barrios para este último día: Hradčany y Malá Strana.

Hradčany es el barrio en que se encuentra el Castillo de Praga aunque, como ocurre con Vyšehrad, no es realmente un castillo, sino una fortaleza. Durante mucho tiempo ha sido el centro administrativo checo; "El Castillo" de la novela de Kafka es, precisamente, éste. El barrio está situado sobre una colina que domina la ciudad, por lo que también ofrece una buena estampa desde otros sitios de la misma, como la orilla del río.

Se puede subir la colina por unas escaleras, pero no nos apetecía mucho. Así que usamos el transporte público: metro a la estación Malostránska y luego un par de paradas de tranvía (líneas 22 ó 23) hasta Prážský Hrad. El interior del Castillo está dividido en patios y cuenta con numerosos edificios notables, además de un bonito jardín. Arquitectónicamente es superior a Vyšehrad, pero también está mucho más masificado. Y los precios reflejan el hecho de que los turistas extranjeros vienen más por aquí; mientras en Vyšehrad sólo había un par de cosillas por las que cobraban 10 ó 20 Kč, aquí la entrada combinada para todos los edificios costaba 350 Kč. De todos modos, pasear por el recinto y ver los edificios por fuera es gratis, con una excepción que comentaré más adelante.

El edificio más grande es la catedral de San Vito, iniciada, cómo no, durante el reinado de Carlos IV, por lo que es principalmente de estilo gótico. Sin embargo, tiene muchos añadidos posteriores. La nave principal tiene el típico tejado inclinado centroeuropeo (como la de Viena, por ejemplo), lo que la hace distinta de las catedrales góticas de otros sitios, como España. Como destaca claramente sobre el resto de la fortaleza, a veces es a la catedral a la que se llama "castillo". Otros edificios señalados son el antiguo Palacio Real y la basílica de San Jorge (sv. Jiři Bazílika), de estilo románico, que es el edificio más antiguo del recinto.

Pero la mayor concentración de turistas se da en el callejón del Oro (Zlata Ulička), llamado así porque antiguamente vivieron aquí muchos alquimistas dedicados a intentar fabricar oro. Sin mucho éxito, claro. Es realmente pintoresco, lleno de pequeñas casitas de colores, en una de las cuales, para variar, vivió Kafka. Claro que esto lo vi hace 14 años. Ahora cobran 50 Kč de entrada, hay más gente que en un Barça - Madrid y las casitas se han convertido en tiendas. Algo demencial. Tuvimos que entrar porque a Raquel le hizo gracia, y casi no podemos salir. Horrible.

Tras recorrer el Castillo nos dedicamos a ver el resto del barrio. Empezamos por la gran plaza del Castillo (Hradčanské Náměstí), que es preciosa. Vale la pena emplear un rato en recorrerla. Y luego seguimos hacia la plaza de Loreto (Loretánské Náměstí), donde se encuentra la iglesia del mismo nombre y el palacio Černínský, actual sede del parlamento checo. Ambos edificios son completamente diferentes, pero los dos merecen la pena. Sin embargo, no entramos en ninguno de ellos porque no nos apeteció pagar 150 Kč cada uno por la iglesia, y el Parlamento está cerrado al público.

Acabamos bajando de la colina por el lado contrario al que habíamos usado para subir, junto al monte Petřín. Allí está la Torre (Rozledna) Petřín, a la que se puede subir mediante un funicular al que se accede con el billete normal del transporte público. Sin embargo, cuando estuvimos nosotros, el funicular estaba estropeado. Además, la torre no es más que una copia en pequeño de la Torre Eiffel.

Así que entramos en Malá Strana por el sitio más interesante, la calle Nerudova. Precisamente el escritor Jan Neruda nació y vivió en la calle que hoy lleva su nombre, y ambientó varios de sus "Cuentos de Malá Strana" en ella. Casi todos los edificios de la calle cson interesantes, por lo que también está bastante concurrida.

La calle Nerudova acaba (en realidad, empieza) en Malostranské Náměstí, una gran plaza en cuyo centro se alza la iglesia de San Nicolás (Kostel Svatého Mikulaše), barroca, mientras que los laterales de la plaza están ocupados por palacios de diversos estilos y épocas.

La plaza Malostranské está cerca del Puente Carlos. Pero, en lugar de dirigirnos a él, bajamos por la calle Karmelitská, cuyo único interés es la iglesia de Santa María de la Victoria (Chrám Panny Marie Vitězné), donde se encuentra el famoso Niño Jesús de Praga. Malditas las ganas que tenía de verlo, pero Raquel se empeñó. Le había dado por los tópicos turísticos. Entramos, lo vimos, le pareció un moco y nos fuimos. Bueno, si queréis oír misa en Praga, todos los sábados a las cinco de la tarde la hacen aquí en español.

Podíamos haber intentado ver más cosas, pero estábamos cansados de toda la semana, así que hasta la hora de cenar estuvimos callejeando y bebiendo cerveza. Praga es una ciudad excelente para ambas actividades, así que no es una mala ocupación. Ah, Raquel se compró por fin unos pendientes con granates, que son típicos de Praga.

Volvimos a cenar en la cervecería Novoměstský. Esta vez, como ya llevábamos pensado, pedimos una fuente especial para dos personas. Pensábamos atiborrarnos como despedida, pero lo cierto es que resultó algo escasa. Luego quisimos probar el grog, como los piratas de Monkey Island. Pero, qué le vamos a hacer, no nos gustó mucho. Cenamos peor que el día anterior y nos salió más caro (800 Kč). De todos modos, el sitio vale la pena, sobre todo si vais en grupo y reserváis antes. Y la cerveza es buena y barata.

Y nos volvimos al hotel, a hacer las maletas, que al día siguiente había que volver a levantarse pronto para ir al aeropuerto. Se acababa nuestro viaje.

12 septiembre 2004

27/08 El Teatro Negro

El viernes por la mañana tocaba la visita panorámica de Praga. Esta vez las únicas del grupo que estaban en nuestro hotel eran dos madrileñas, tía y sobrina, a las que llamábamos "nuestras vecinas" porque siempre estábamos en habitaciones contiguas. Eran bastante agradables y nos llevamos bien con ellas. El caso es que estábamos los cuatro esperando en el vestíbulo del hotel cuando vino un chico y nos preguntó, en castellano pero con acento checo, si éramos los del grupo de Agur. Resultó ser Alex, nuestro guía indígena.

Agur (Agurtzane) era la guía española que nos acompañó durante toda la semana. Sospecho que vive en Praga, pues la oí hablar en checo tanto con el conductor del autobús como con la recepcionista mema de nuestro hotel, pero me quedé con las ganas de preguntárselo. También la oí muchas veces hablar en euskera con otras dos de Gernika; parece que se le dan bien los idiomas, aunque no hablaba húngaro ni alemán. Por cierto, si tía y sobrina pueden parecer una pareja rara para un viaje, las de Gernika eran suegra y nuera. También nos juntamos con ellas algunas veces y nos llevamos bien. Ahora que lo pienso, mi padre también hizo una vez un viaje con su suegro, se me olvidó mencionárselo.

Mientras esperábamos, estuvimos charlando con Alex, que resultó ser bastante majete, y tampoco estaba nada mal.

Aunque he escrito que esperábamos al autobús, sólo nos iba a dejar en el centro, ya que íbamos a hacer la visita a pie, sobre todo por zonas peatonales. Praga es una ciudad cómoda de visitar, pues casi todas las zonas interesantes están concentradas en un área relativamente pequeña, salvo Vyšehrad y poco más. De los 15 distritos que tiene la ciudad, es difícil encontrar turistas fuera del 1.

Alex nos llevó, principalmente, por los sitios que ya habíamos visto por nuestra cuenta la tarde anterior, además de la judería (Josefov, al norte de Staré Město) y el famoso Puente Carlos (Karlúv Most). A Josefov se accede desde la plaza Staroměstská a través de la plaza Franz Kafka (Franze Kafky Náměstí). Kafka era judio, conque es apropiado. Hay muchas casa en Praga marcadas como "aquí vivió Kafka" o "aquí nació Kafka" (bueno, de éstas, sólo una), pese a que nadie le hizo ni puto caso en vida. Por cierto, junto a la plaza Kafka está la oficina en que dan el mejor tipo de cambio de toda la ciudad, pero hay que cambiar al menos 150 €. Ojo con las casas de cambio: normalmente, el tipo que anuncian en la puerta es el de venta, no el de compra. Eso lleva a error a los que no se fijan. Y también hay que vigilar si cobran o no comisión.

La judería de Praga tiene un interés especial porque, por razones que no están muy claras, Hitler tenía un cariño especial a los checos. Y, en lugar de destruir las sinagogas, el cementerio y demás edificios judíos, decidió mantenerlos para convertir Josefov en un museo de un pueblo desaparecido. Naturalmente, las cosas no fueron como el tipo esperaba. Hoy, muchos judíos han vuelto al barrio, las sinagogas funcionan y muchos turistas judíos, especialmente de los EEUU, vienen a ver el barrio judío mejor conservado de Centroeuropa.

El gueto de Praga es el origen de la leyenda del Golem, el monstruo creado por un cabalista de Praga, antecedente del mito de Frankenstein. El rabino existió realmente y está enterrado en el cementerio judío; del golem, en cambio, no se ha vuelto a saber.

Hace 14 años, en el Puente Carlos sólo estábamos mis compañeros y yo. En la actualidad, está lleno de turistas a todas horas. Como su nombre indica, el puente fue construido en el siglo XIV por orden de Carlos IV y es el más antiguo de los 19 que hoy día cruzan el Moldava (Vltava en checo). El nombre del río suena tal cual se escribe; una de las características del checo es el amontonamiento de consonantes al inicio de las palabras. Es una de las razones por las que los lingüistas consideran que es uno de los cinco idiomas más difíciles del mundo. Otra de las razones es la existencia de un fonema único, representado por la ř, que se considera el más difícil de pronunciar del mundo. Su sonido está entre la r y la z y está presente, por ejemplo, en el nombre del compositor Dvořak.

Volvamos al puente. Enlaza Staré Město con Malá Strana, es peatonal y está jalonado de estatuas a ambos lados, 32 en total. Claro que es difícil verlas porque está petado de gente. Supongo que en invierno seguirá siendo bonito, pero así...

En el Puente Carlos terminó nuestro recorrido guiado. Ya era hora de comer, así que buscamos un sitio para tomar una cerveza con un bocata. La cerveza checa es peligrosa. Como es tan buena (si os gusta la cerveza suave) y barata, en seguida te decides a tomarte una. Claro que, al cabo de un rato, el medio litro de birra hace sus efectos y tienes que mearlo. Conque entras en otro bar, vas al servicio y, ya que estás, te atizas otra. Y así todo el rato. No es de extrañar que la República Checa tenga el consumo de cerveza por habitante más alto del continente, superando incluso a Irlanda. 165 litros por habitante y año; y eso que son los bohemios quienes la beben, principalmente. En Moravia se produce y bebe vino, sobre todo.

En vez del bocata, Raquel se compró un pastel por la calle. Más que la pastelería, en Praga abunda la repostería. Hacen bollos sencillos, pero ricos y muy baratos. El de Raquel era de chocolate y costó menos de 5 Kč.

Decidimos dedicar la tarde a ver lo que nos faltaba de Nové Město y Vyšehrad. Conque bajamos hasta la plaza de Carlos (Karlovo Náměstí), que es más bien un parque, y luego seguimos hasta Vyšehrad. Se trata de una fortaleza situada sobre una colina al sur de Nové Město. Está apartada del resto de los lugares de interés, por lo que hay que caminar un buen rato. A cambio, no hay casi turistas extranjeros. Lo íbamos notando por el camino, pues los restaurantes eran más baratos y apenas tenían rótulos en inglés.

Después de las aglomeraciones que habíamos encontrado en otros sitios, Vyšehrad nos pareció un remanso de paz. Y no desmerece al resto de la ciudad. Los pocos visitantes que nos acompañaban parecían checos, incluso. Así que nos pegamos un par de horas recorriendo la fortaleza y aprovechando las excelentes vistas sobre la ciudad. También visitamos el cementerio que hay en su interior, donde están enterrados los hombres ilustres del país. Vimos, por ejemplo, las tumbas de Bedřich Smetana y Jan Neruda. Por lo que sé, Antonin Dvořak también está enterrado allí, pero no vimos la sepultura.

Luego bajamos y nos dedicamos a pasear por Nové Město. Más que edificios notables, son las casas en sí lo mejor de esta parte de la ciudad. Cualquier calle es bonita y muchas veces no sabíamos cuál elegir.

Finalmente, fuimos a cenar a Novoměstský Pivovar, una cervecería que nos había recomendado Alex. Está en Vodičkova, una calle que sale del centro de la plaza Váslavské. Tiene el aliciente de que elaboran su propia cerveza, incluso hacen visitas guiadas enseñándote las instalaciones. Cerveza que, como podéis imaginar, es bastante buena. Para comer, pedí gulaš, porque mi hermano me había dicho que era bastante diferente del húngaro y quería probarlo. Así era, aunque no sabría con cuál quedarme. Ah, una peculiaridad de los platos checos son los knedlíky que se sirven como guarnición. Son unas rodajas de pan amasado con otras sustancias, como patata o panceta, que sirven para mojar en la salsa. Un buen invento. Aunque, entre la cerveza, los bollitos y los knedlíky, no sé cómo no están más gordos en este país. Comimos muy bien, aunque menos cantidad que el día anterior, por sólo 600 Kc incluidas las cervezas y el postre.

Claro que esta vez no nos íbamos al hotel. Teníamos entradas para el Teatro Negro.

Durante la época comunista se desarrolló esta forma de teatro, que no usa palabras, por lo que no tenía muchos problemas de censura. A cambio, utiliza todos los recursos escénicos que os podáis imaginar, especialmente el que le da nombre, consistente en el manejo de elementos por personas camufladas en la oscuridad de la parte posterior del escenario, vestidos de negro. Obviamente, los actores necesitan un buen dominio de la expresión corporal, pero no tiene mucho que ver con el mimo.

La obra que fuimos a ver se titula "Aspects of Alice" y se representa en un teatro de la calle Karlova, que une la plaza Staroměstské con el Puente Carlos. Los dos salimos entusiasmados, al igual que las dos vascas del grupo que estaban sentadas junto a nosotros. Se lo recomiendo a todo el mundo. A veces salen de gira y la obra ha venido varias veces a España pero, según nos dijo Agur, no era lo mismo porque nuestros teatros no están preparados para ese tipo de espectáculo.

Apenas vimos checos entre el público. Supongo que, al ser un espectáculo tan internacional, aprovechan el verano para subir los precios (las entradas costaban 620 Kč), mientras que el público local va en invierno.

Esta vez llegamos al hotel más tarde de lo habitual, casi a las doce, pero había valido la pena. Además, teníamos libre el día siguiente, conque podíamos levantarnos más tarde.

09 septiembre 2004

26/08 ¿Cuándo llegamos?

Hala, a seguir madrugando, que nos vamos a Praga. Menos mal que este año hemos sido previsores y hemos reservado una semana al final para descansar del viaje.

De Praga a Viena hay 350 km, lo que significa cinco horas de autobús, teniendo en cuenta que buena parte del recorrido es por carretera, con unas cuantas travesías, que tenemos que hacer paradas y que hay que cruzar la frontera. Desde que la República Checa pertenece a la UE no suele haber problemas, pero nunca se sabe.

Ahora ya lo sé. Un aduanero austriaco se puso picajoso y nos tuvo parados una hora por culpa de un papel del autobús. Creo que era la tercera vez que tenía problemas con los aduaneros de Austria, no sé qué les dan. de modo que llegamos a nuestro hotel de Praga a las tres y media. Un par de minutos después de recibir un SMS de mi padre diciendo que habíamos perdido en cuartos contra EEUU. Empezamos bien. Putos yanquis, sólo hacen un partido bueno en todo el torneo y tiene que ser contra España.

Nuestro hotel volvía a estar un poco lejos del centro, pero había metro directo. Además, estaba bastante bien, aunque la recepcionista era mema. En Praga, como en Viena, funciona el billete horario para el transporte. En este caso no valía la pena sacar bonos, porque las distancias son cortas y no era previsible que usáramos el transporte público salvo para ir y volver al hotel. En cualquier caso, el billete sencillo es barato, sólo 12 coronas (1 € = 30 Kč). Me llamó la atención que la corona siguiera más o menos al mismo nivel que la otra vez que había estado, catorce años antes, incluso un poco más alta. En otros países del antiguo bloque socialista han tenido unas devaluaciones tremendas, pero no aquí.

Praga es una ciudad bastante barata, si se busca un poco. Y, claro, también es muy bonita. La suma es fácil: buena + bonita + barata = invasión. Praga está repleta de turistas. Atiborrada. Qué diferencia con 1990. Entonces, acababa de caer el telón de acero y la ciudad casi no tenía visitantes extranjeros. Hoy es uno de los destinos turísticos más populares de Europa, especialmente entre los españoles, aunque predominan los alemanes, que viven muy cerca.

Aquí tenéis vuestra guía de pronunciación del checo, que tiene miga. Para mí era mucho más sencillo que el húngaro, de todos modos, porque es una lengua eslava y yo hablo un poco de ruso, conque entendía muchos carteles. Pero entiendo que es una lengua endiablada. El acento suele ir al principio de cada palabra, aunque no siempre, y las letras se pronuncian como en castellano, con las siguientes excepciones:

h: la h aspirada
ch: como la j española (es decir, más fuerte que la h)
v: el sonido propio (f sonora, no b)
c: ts (la z alemana)
g: siempre gutural (como ga, go, gu)
j: la j eslava (como nuestra y, más o menos)
z: s sonora (como en inglés)
y: i corta (entre i y e, más o menos)
á, é, í, ó, ú, ů, ý: versión larga de la vocal correspondiente

Y ahora viene lo gracioso. En checo se usa mucho un signo llamado háček; el que veis precisamente encima de la c de su nombre. Es como un circunflejo al revés. Se usa tanto en consonantes como en vocales. Cambia el sonido de las letras como sigue:

č: ch
ň: ñ
š: sh inglesa (x catalana, ch francesa)
ž: j inglesa
ě: marca palatalización de la consonante que la precede
ř: sonido especial, entre r y z

La "palatalización" es un fenómeno frecuente en los idiomas eslavos. Para que os hagáis una idea, la n palatalizada es una ñ, la l palatalizada es una ll. Pero eso se puede hacer casi con cualquier consonante. Cuesta un poco al principio.

Bajamos al centro de Praga, empezando desde la plaza Wenceslao (Václavské náměstí). La plaza es, en realidad, una gran avenida llena de tiendas a ambos lados. Es el centro comercial de Praga y las tres líneas de metro de la ciudad pasan por ella, aunque no todas por la misma estación. En un extremo está el Museo Nacional (Národní Muzeum) y en el otro el Mústek, donde termina Nové Město y empieza Staré Město.

El centro de Praga está dividido en cinco zonas: Staré Město (o ciudad antigua), Nové Město (ciudad nueva), Malá Strana (lugar pequeño), Hradčany (barrio del castillo) y Vyšehrad (castillo alto). Nosotros empezamos por Nové Město, que no es tan nuevo, pues se construyó en la época de Carlos IV, en el siglo XIV. Váslavské Náměstí es del siglo XIX y recuerda a las amplias avenidas vienesas. En un puesto callejero compramos un par de bocatas por 25 ó 30 Kč cada uno y eso comimos. Luego paseamos un poco pero empezó a llover. Esta vez llevábamos el paraguas, pero Raquel se había hartado del agua y decidió comprarse un chubasquero. Al final cogimos uno para cada uno y cumplieron perfectamente su misión: no volvió a caer una gota de agua durante el resto del viaje.

Seguimos recorriendo la plaza hasta llegar al Triángulo de Oro, donde se cruza con las avenidas Národní (Nacional) y Na Přikopě (en el Foso, llamada así porque antes había un foso en su lugar). Este foso se cruzaba antes por un puentecillo (Mústek), justo en lo que ahora es la confluencia de las tres calles. Actualmente, Národní y Na Přikopě marcan la separación entre Nové Město y Staré Město. Son dos avenidas anchas y comerciales. Recorrimos Na Přikopě hasta la plaza de la República (Náměstí Republiky), donde hay dos edificios bastante significativos. Uno es la torre de la Pólvora (Prašná Brásna), que formaba parte de la muralla que hasta hace 200 años rodeaba Staré Město. El otro, completamente distinto, es la Casa Municipal (Obeční dúm), un casino modernista construido a principios del siglo XX. Los dos edificios son muy interesantes, como también lo es su contraste, pues están juntos.

Hablando de contrastes, este verano Praga está llena de vacas. Son como las que había en Bilbao hace dos años: vacas de poliuretano, cada una de ellas decorada por un artista distinto. A mí me gusta la idea, aunque hay a quien le horroriza.

Atravesamos la torre para entrar en Staré Město, en dirección a la fantástica Staroměstská Náměstí, o plaza de la ciudad vieja. Por supuesto, la plaza y sus alrededores han sido tomados al asalto por la horda turística, así que por todas partes hay establecimientos dedicados a los turistas. Tiendas y restaurantes con los rótulos en inglés, dando la sensación de que todo es de mentira. Un parque temático abarrotado de visitantes que, en muchos casos, no tienen idea, ni quieren tenerla, de qué están viendo. Pero rascando un poco se encuentra la ciudad, que sigue estando allí.

La plaza Staroměstská es una de las más bonitas que he visto nunca. Por desgracia, a alguien se le ocurrió en su momento que la plaza debía ser perfectamente rectangular, así que construyeron dos casas delante del edificio más llamativo, la iglesia de Santa María del Týn (Panny Marie Před Tynem), tapando parte de su fachada. En el centro de la plaza está el monumento a Jan Hus, el reformador protestante que fue ejecutado aquí en 1621. Hoy se le considera un símbolo de la libertad del pueblo checo aunque actualmente, gracias a los problemas causados por las guerras de religión y los desmanes de la Iglesia Católica, la mayoría de los checos son ateos. Formalmente, sin embargo, mantienen la tradición católica; es parecido a lo que ocurre en España, vamos.

Otros edificios destacables son el palacio Kinsky (Palác Kinských), de estilo rococó, y el Ayuntamiento de la Ciudad Vieja (Staroměstská Radnice), en una de cuyas paredes está el célebre reloj astronómico bajo el cual se amontonan los turistas a las horas completas, para contento de los carteristas. Durante el día, el reloj da las horas moviendo sus figuritas gracias a un mecanismo interior. Un espectáculo corto, pero bonito.

Finalmente, nos pusimos a buscar un sitio para cenar. La plaza y sus alrededores están llenos de sitios con la versión checa del "Typical Spanish Sangría". Si en España no los pisarías ni muerto, en el extranjero es lo mismo. Pero alejándose un poco se encuentran sitios mejores. Bajamos hasta la plaza de Belén (Betlémská Náměstí) y allí encontramos un sitio donde nos empapuzamos. Pero esta vez de verdad. Raquel se atizó medio pato asado y yo lo intenté con un kilo de codillo, aunque no pude con todo. Sumando una sopa para cada uno, un par de cervezas por barba, cafés, licores y propina, la cosa subió a 1200 Kč. Pero es que fue una animalada; ahí querría haber visto al hombre binario. Y todo muy bueno.

Después de aquello, no pudimos más que arrastrarnos hasta el hotel a intentar digerirlo.

[Gracias a Ángel, un colega de Mensa que me ha corregido algunos errores con la pronunciación del checo y me ha pasado los caracteres con háček.]

07 septiembre 2004

25/08 Viena en un día

Si ver Budapest en un día era imposible, lo de Viena es una aberración. Así que decidimos limitarnos a dos zonas: Schönbrunn y el centro histórico. Hay muchas más cosas interesantes en la ciudad, pero teníamos que elegir. Por suerte, ya habíamos visto algunas de ellas el día anterior.

Nos levantamos tempranito y, aprovechando la situación de nuestro hotel, estábamos en los jardines de Schönbrunn antes de las nueve. Nuestra intención era, simplemente, recorrer los jardines, ya que la entrada al palacio es carísima (35 pelotos). Además, está todo cubierto de andamios por obras, y seguirá así hasta el próximo verano.

Schönbrunn fue el intento austriaco de rivalizar con Versalles. No fuel el único: en España, sin ir más lejos, tenemos el Real Sitio de Aranjuez. Y, como todos los demás intentos, fue un fracaso, al menos parcial, por falta de dinero. Sin embargo, aunque no lograran igualar el esplendor versallesco, merece la pena sobradamente. El jardín es inmenso y está muy bien cuidado. En su interior está, por ejemplo, uno de los dos zoos de Viena (el otro está en el Prater). Recomiendo subir a la Glorieta, que es un mirador situado en lo alto de una colina desde el que se dominan los jardines, el palacio y la ciudad entera. Por lo demás, hay bastantes fuentes (una de ellas construida en torno a unas ruinas romanas) y muchas arboledas llenas de ardillas y pájaros de todo tipo. Supongo que los visitantes del parque suelen dar de comer a las ardillas, porque nos seguían a todas partes.

Este día no había andamios

Después de pasar la mañana en Schönbrunn, cogimos el metro y nos fuimos hacia el centro. Recorrimos un poco el centro hasta la catedral, pero no pudimos entrar porque había misa. La catedral es resultona, pero pequeñita, por lo que no dejan entrar durante las misas. Podíamos haber esperado una hora, pero la vimos desde la entrada y no era para tanto. Luego buscamos un sitio para comer y acabamos en los jardines que hay frente al Ayuntamiento, donde tienen puestos de comida de varios países. No hay español, pero en el portugués dan paella, sangría y crema catalana. En cualquier caso, no nos atrevimos a probarlo y nos dimos al teppan yaki japonés y las crêpes. Precio razonable.

El Ayuntamiento es un edificio neogótico bastante llamativo, metido entre otros dos de diferentes características: el Parlamento y la Universidad. El Parlamento es neoclásico, mientras que el edificio de la Universidad es neorrenacentista. El Ring se construyó en el siglo XIX, por lo que casi todos los edificios pertenecen a estilos que imitan los de siglos atrás.

Después pasamos a Hofburg para recorrer su conjunto. En Hofburg, un gran complejo que se extiende a ambos lados del Ring, está la famosa Escuela Española de Equitación. Tal vez la parte más espectacular es la que se encuentra en el exterior del Ring, la plaza de María Teresa, enmarcada por los llamados Museos Gemelos. Son dos edificios iguales en el exterior, aunque uno de ellos (el Museo de Bellas Artes) tienen un interior mucho más rico que el otro (el Museo de Ciencias Naturales). Luego nos dedicamos a patear y repatear el centro, incluyendo un recorrido bastante extensivo por el Triángulo de las Bermudas, ya que la noche anterior no habíamos podido hacerlo. Al final, como estábamos bastante cansados, decidimos coger un tranvía para hacer un recorrido turístico. Hay dos líneas circulares de tranvía, la 1 y la 2, que recorren el Ring en sentidos opuestos. Asi que se puede coger una de ellas y ver todo el Ring en media hora. Bastante útil.

Acabamos en un restaurante del Triángulo en el que, por segunda vez en un mes, me pusieron "Shine On You Crazy Diamond" mientras cenaba. Aún hay esperanza para el mundo. Además, tenían una pantalla de televisión inmensa y pudimos ver un poco los Juegos, cosa que he echado de menos durante estos días. No se puede estar a todo. Por lo demás, cenamos bastante bien por 30 € entre los dos.

Al día siguiente teníamos que madrugar otra vez para salir hacia Praga, de modo que decidimos volver al hotel. Bajamos al andén del metro justo cuando iba a salir uno en dirección a Heiligenstadt, así que agarré a Raquel y la metí en el vagón a tiempo para que no se nos escapara. Que a esas horas el intervalo entre trenes empieza a ser largo. Cosa rara en ella, Raquel había tomado casi todas las decisiones del día, pero en el momento en que se necesitaba una mente rápida, ahí estaba yo. No es culpa mía que los austriacos les pongan unos nombres tan parecidos a las estaciones. Ni que, cuando bajamos en la siguiente para coger el metro en la dirección correcta (hacia Hütteldorf), se nos escapara en las narices. Sin embargo, Raquel pensó que sí, y se pegó hasta que llegamos al hotel llamándome todo lo que se le ocurría. A los demás viajeros parecía llamarles la atención ver a una pareja de guiris muertos de risa y, cuando paraban de reírse, la chica decía una cosa y vuelta a lo mismo. Creo que, menos "inconsútil", me dedicó todas las palabras del diccionario que empiezan por i.

24/08 ¿Hotel? ¿Qué hotel?

Como sería la norma del viaje, volvimos a levantarnos a horas intempestivas, esta vez para salir hacia Viena. Último recorrido por Budapest y salida en autobús hacia la capital austriaca. Sólo hay unos 250 km, pero nos iba a costar casi cuatro horas por culpa de las limitaciones de velocidad húngaras. Aunque la autopista está bastante bien, los autobuses no pueden pasar de 80 km/h. Además, haríamos una parada por el camino y teníamos que cruzar la aduana, que todavía existe pese a que ambos países pertenecen a la UE.

Tras un viaje sin incidentes por la Pusta, la llanura húngara, llegamos a Austria y en seguida a Viena. Había estado aquí hace más de quince años, pero era la primera visita para Raquel. Bueno habría que señalar que en el autobús nos pusieron un disco de Andrea Bocelli que tenía a Raquel de los nervios; yo, en cambio, pensaba que era música adecuada para el contenido que suele ofrecerse en los recorridos turísticos (aparente, pero de mentira). Como la "cena zíngara" que nos habían ofrecido la noche anterior, a 65 euros por cabeza, y que declinamos educadamente.

Al llegar a Viena nos encontramos con que no iban a llevarnos al hotel, sino que nos iban a soltar un rato para comer y luego haríamos la visita panorámica. El problema era que algunos teníamos cosas que necesitábamos en las maletas, tales como algún jersey o, en nuestro caso, la cámara fotográfica. Bueno, pudimos sacar las cosas y nos dejaron junto a la Ópera, con un plano de la ciudad para cada uno.

En tiempos del penúltimo emperador de los Habsburgo, Francisco José (desde mitad del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial), la ciudad de Viena sufrió un cambio profundísimo. Se derribaron las dos murallas de la ciudad, que fueron sustituidas por dos grandes avenidas circulares: el Anillo (Ring) y el Cinturón (Gürtel). Estas dos avenidas concéntricas dividen la ciudad en tres zonas: el centro histórico (en el interior del Ring), los distritos centrales (entre el Ring y el Gürtel) y las afueras, en el exterior del Gürtel. Casi todos los grandes edificios imperiales se encuentran a lo largo del Ring.

La Ópera está en el lado interior del Ring. De allí sale una gran calle peatonal, Kärntnerstrasse, que lleva hacia la catedral de San Esteban y sirve como eje de la zona peatonal del centro. Esta zona está tomada al asalto por los cazaturistas, que aquí van disfrazados al estilo del siglo XVIII e intentan vender entradas para algunos de los muchísimos conciertos de música clásica que se dan cada día en la ciudad. Las dos figuras más explotadas por la industria turística son las de Mozart y Sissi. Los vieneses son muy aficionados a la música y están muy orgullosos de la importancia de su ciudad en la historia de la misma, por lo que lo de Mozart es natural. En cambio, lo de Sissi es completamente artificial. A diferencia de lo que ocurre en Hungría, Francisco José es mucho más popular que su esposa, ya que fue él quien dio a la ciudad su actual fisonomía, pero las películas de Romy Schneider popularizaron en el extranjero (sobre todo en Estados Unidos) la figura romántica de Sissi y la pasta manda.

Lo primero que hicimos fue ir a pillar unos bocatas para comer. Hay un puesto de salchichas grandote en Kärntner, así que elegimos unas bien gordas para nuestro bocadillo. Lo tradicional en Viena es comerse las salchichas solas, o en plato con sauerkraut; si se quiere bocadillo, hay que pedir "hot-dog" y la salchicha que se quiera. Eso hicimos y Raquel empezó a quejarse porque me empeñaba en pedir todo en alemán. Pues claro, es lo que se habla en Austria. Si piensa que no voy a hablar en alemán simplemente porque no sé, está muy equivocada. La chica seguía protestando y preguntando qué le habían echado a su bocadillo, que olía a queso. Pues no, sólo mostaza y tomate. Come y calla. La chica mordió y puso cara de asco. Habíamos olvidado su don para encontrar siempre las salchichas rellenas de queso. Y no creáis que poco: en Viena, las salchichas con queso van rellenas de verdad. Bueno, le cambié el bocata y listo, que la mía era normal.

Luego subimos hasta la catedral, que es bastante original, con un tejado de cerámica magiar al estilo de muchos que habíamos visto en Budapest. Por lo demás, es un edificio gótico con algunos añadidos de otros estilos.

Volvimos al lugar donde nos esperaba el autobús para iniciar la visita panorámica, en el Ring, junto a Hofburg. Allí conocimos a nuestro guía nativo, Peter, un vienés muy cachondo y, según oí a las chicas, bastante bien hecho, si os gustan los rubios. Además de recorrer todo el Ring y el Kai (el paseo que corre junto al río), pasamos por el Prater, con su famosa noria (a 8 euros la vuelta), los edificios de la ONU, Belvedere y la muy original Hundertwasserhaus. Friedrich Stowasser Hundertwasser (a Peter le encantaba decir el nombre completo y ver las caras que poníamos al oírlo) fue un arquitecto vienés muy rompedor del siglo pasado, que hizo algunos edificios en la ciudad pese al rechazo de sus conciudadanos, que preferían mantener el estilo conservador de Viena. Eso hizo que Hundertwasser emigrara y desarrollara su obra en otras partes del mundo, hasta morir en Nueva Zelanda. De todos modos, como suele ocurrir, a su muerte fue redescubierto y la fantástica casa que diseñó y lleva su nombre fue al fin apreciada. En realidad, es un edificio antiguo de pisos que él rehabilitó hace unos veinte años, dándole una personalidad única. Cada vivienda es distinta de las otras, cada una con ventanas distintas y pintada de un color diferente. Son viviendas públicas, propiedad del Ayuntamiento y alquiladas a precios más que asequibles (unos 5 euros el metro cuadrado).

En cuanto a Belvedere, es un conjunto construido por el príncipe Eugenio de Saboya. Eugenio llegó a Viena procedente de la corte francesa de Luis XIV e hizo fortuna como militar. Al parecer, al hombre le gustaban los palacios, porque se gastó el dinero en construir cinco, dos de ellos en Belvedere, donde también hay unos jardines bastante grandes. Hay en el recinto un jardín botánico que, por desgracia, no nos dio tiempo a visitar. En cuanto a los palacios, hoy se usan como museo.

Terminada la visita, dejamos a Peter y, por fin, nos llevaron a los hoteles. El nuestro fue el último y, entre que se demoraron un montón en el otro y que cogimos bastante tráfico, llegamos casi a las siete. Hora de cenar en Austria. Conque más nos valía darnos prisa.

Esta vez no teníamos ninguna queja del hotel. Estaba en Hietzing, un barrio muy pijo de Viena, al ladito de Schönbrunn, y era muy bonito, con unas habitaciones muy grandes. Un poco lejos del centro, pero teníamos el metro al lado. Conque dejamos nuestras cosas y lo cogimos para ir hacia el Triángulo de las Bermudas, la zona de marcha más conocida de Viena. Según Peter, se llama así porque la gente entra, empieza a beber cerveza y ya no sabe salir.

El metro vienés es curioso porque, aunque transcurre bajo el nivel del suelo, tiene muchos tramos al aire libre, incluso en el centro. Hay cinco líneas de metro completadas por unas cincuenta de tranvía y otras tantas de autobús, de modo que la red de transporte público es muy buena. En Viena funcionan los billetes horarios; el sencillo cuesta 1,50 E, pero permite hacer todos los transbordos que se quiera entre todos los medios de transporte durante una hora. También existe la opción de comprar uno que cuesta 5 E, pero sirve para 24 horas. Éste es el que cogimos, teniendo en cuenta que nos serviría hasta la hora de cenar del día siguiente.

La pena fue que, al llegar a Schwedenplatz, la parada que nos interesaba, se puso a llover a mares. Y eso que el día anterior nos habíamos asado de calor en Budapest. Así que nos metimos a cenar en el primer sitio que vimos, que resultó estar bastante bien. Por supuesto, hablé con el camarero en alemán, para desesperación de Raquel. Aproveché para probar el Wiener Schnitzel, que no es sino un escalope de cerdo (el de ternera es mucho más caro), bastante bueno. En total, con cervezas, cafés y todo, cenamos bastante bien por unos 25 €. Viena es mucho más caro que Budapest, pero también hay sitios asequibles.

A la salida aún llovía más y no llevábamos paraguas, de modo que decidimos volver al hotel a dormir, pensando en levantarnos pronto al día siguiente y ver todo lo que pudiéramos en un día. Ardua tarea, desde luego.

05 septiembre 2004

23/08 Buda y Pest

El lunes por la mañana teníamos la visita panorámica, lo que nos obligó a levantarnos a una hora indigna para estar a las ocho montados en el autobús. Antes de eso nos cebamos bien en el desayuno, cosa que debe hacerse siempre que va incluido en el precio. Permite reducir la comida del mediodía, con el consiguiente ahorro, y aguantar mejor la jornada matutina.

Nuestro circuito incluye dos opciones, lo que da cuatro posibilidades en total, según se contrate hoteles de 3 ó 4 estrellas, y lleven todo incluido (todas las comidas y algunas visitas turísticas adicionales) o no. Nosotros llevamos la opción más barata, que da mucha más libertad y ahorra pasta. Al fin y al cabo, el hotel sólo se usa para dormir, conque no necesitamos muchos lujos. Pero teníamos que levantarnos antes porque íbamos a recoger a los del otro hotel. Bueno, el caso es que acabamos en un autobús con nuestra guía de circuito (española) y otra que nos iba a enseñar la ciudad (húngara).

Tal como esperábamos, nos enseñaron todo lo que no habíamos visto el día anterior, que era la zona peatonal. En Pest vimos los alrededores del centro, incluyendo el espectacular edificio del Parlamento (Országház) y la basílica, actual catedral, de San Esteban (Szent István Bazilika). Estos dos edificios se construyeron con ocasión del milenario de la llegada de las tribus magiares a Hungría, en 1896, y tienen ambos la misma altura (96 metros) para simbolizar la igualdad de los poderes político y eclesiástico. La Iglesia siempre ha mandado mucho en Centroeuropa. De todos modos, el Parlamento da sopas con honda a la basílica. Seguramente, es el edificio más bonito de toda la ciudad.

Parlamento de Budapest

Luego subimos por la bonita Andrássy utca, donde empezamos a ver abundantes placas con la palabra "Müemlék" y un texto debajo. Estas placas señalan edificios protegidos por su valor histórico o artístico. Muchos de ellos, la verdad, necesitan un poco más de protección, pero hay que tener en cuenta que en la época comunista se hizo bien poco para preservarlos y las restauraciones van lentas.

Al final de Andrássy utca está Hösök tere, la plaza de los Héroes, que también data del milenario. Es una plaza circular bastante grande en cuyo interior hay numerosas estatuas de reyes y guerreros húngaros varios, desde San Esteban (que fue el primer rey de Hungría) hasta la época del Imperio Austro-Húngaro, aunque estas últimas fueron eliminadas por los comunistas.

La historia de Hungría es bastante complicada, porque pillaba de camino a todas las invasiones y, al ser una llanura, no ofrece defensas naturales. Ha sido invadida por todo el mundo. Hay montones de leyendas relativas a estas invasiones, tal vez la más divertida sea la de las dos Ilonas. En el siglo XVI, los turcos habían capturado una ciudad húngara. El caudillo turco, que era viejo y feo, dijo que respetaría a los lugareños si la chica más guapa de la ciudad, una tal Ilona, accedía a montárselo con él. Ilona se negó y murió junto con la mayoría de sus conciudadanos. Los supervivientes levantaron una estatua a Ilona, símbolo del valor de los húngaros. 50 años más tarde, la historia se repitió, aunque en este caso el caudillo turco era joven y guapo. La chica en cuestión también se llamaba Ilona, pero ésta accedió a los deseos del turco. Sus conciudadanos también le levantaron una estatua, como símbolo de la capacidad de sacrificio de los húngaros. Con dos cojones, añadiría yo.

Del milenario también data la línea 1 del metro, llamada Földalatti, que corre escasos metros por debajo de Andrássy utca. Las estaciones son bastante bonitas y vale la pena visitarlas, aunque los trenes son tan viejos como los de las otras líneas. El Földalatti va desde Deák tér hasta un poco más allá de Hösök tere, entrando en Városliget. Es la línea de metro más antigua de la Europa continental (el metro de Londres es anterior).

Por cierto, en Hösök tere hay dos museos de arte. Pues bien: en uno había una exposición de Miró y en el otro una de Picasso.

Luego entramos en Városliget, que es un parque grande y bonito. Tiene una casa de baños enorme. En Budapest hay aguas termales y los baños son muy populares, herencia de los turcos. Los ciudadanos tienen derecho a entrar gratuitamente una vez por semana, aunque muchos van más a menudo, sobre todo en invierno. Mi hermano también nos los había recomendado, pero no pudimos entrar en ninguno por falta de tiempo.

En Városliget está el museo de Agricultura y bajamos del autobús para visitarlo. Hungría es un país eminentemente agrícola, pero lo que nos interesaba era el conjunto de edificios que forman el museo. El recinto está cercado por un muro que se atraviesa por una puerta que simula la de un castillo. Junto a ella había un tipo que empezó a soltarnos un rollo en castellano para que le compráramos un libro, sin ningún éxito. Teniendo en cuenta que empezó a hablar antes de oírnos a nosotros, supongo que reconoció a Viki, nuestra guía húngara. Que, por cierto, estaba como un queso. En el interior destacaba una estatua de bronce dedicada a uno de los escritores más prolíficos de todos los tiempor: Anonymus. En serio. En la estatua tiene la cabeza cubierta por una capucha y no se le ve la cara.

A la salida, el mismo tipo que antes volvió a su discurso en español para intentar vendernos sus libros. Pero, de repente, empezó a hablar en italiano: se acercaba un grupo de turistas de ese país, y el notas demostró que es un profesional. Una fiera, oye.

Con esto terminamos nuestro recorrido por Pest, conque cruzamos el río para dirigirnos a la otra parte de la ciudad, Buda. Ya he escrito que en Budapest hay aguas termales; pues bien, el nombre Buda deriva de la palabra eslava "voda" que significa "agua". "Vodka" también deriva de la misma palabra.

Buda y Pest son muy diferentes. Pest es llana, como casi toda Hungría, y apenas tiene historia anterior al siglo XIX. Buda, en cambio, se asienta sobre nueve colinas, tiene una historia que se remonta al tiempo de los romanos (entonces era Aquincum, otro nombre relacionado con el agua) y conserva numerosos restos medievales. Antes de los romanos estuvieron los celtas, que llamaron a la ciudad Ak-Ink, que significa... "agua abundante". Ya veis que todo el mundo iba a lo mismo. Viene a ocupar la mitad que Pest, pero es mucho más bonita.

Las dos colinas más importantes están junto al Danubio. La más pequeña es la de San Gerardo (Szent Gellért), sobre la que está la única estatua que queda de la época comunista, la de la Libertad. No tiene nada que ver con la de Nueva York: simboliza la liberación de Hungría por los soviéticos en la Segunda Guerra Mundial. Las demás estatuas de la época que había por la ciudad se han trasladado a un museo donde pueden verse todas juntas.

Al pie de la colina por la que, según la historia, los paganos de Buda tiraron a San Gerardo metido en un barril (qué traviesos), está el puente de la Libertad (Szabadság hid). El Danubio está atravesado por numerosos puentes, cuyos nombres cambiaron los comunistas. Con el advenimiento de la democracia, muchos recuperaron sus antiguos nombres, pero éste no. Antes era el puente de Francisco José, pero el emperador, a diferencia de su mujer, nunca ha sido muy popular en Hungría. Al norte del puente de la Libertad se encuentra, precisamente, el puente Isabel (Erzsébet hid), luego el de las Cadenas (Széchenyi lánchid), que es el más antiguo, y el puente Margarita (Margit hid), que une las dos orillas con la isla del mismo nombre.

El puente de las Cadenas da a la colina que constituye el centro del Buda, la colina del Castillo (Várhegy). No existe tal castillo, sino una fortaleza, que constituye una de las dos partes en que se divide la colina. La otra es el Palacio Real, actualmente ocupado por el museo de arte húngaro y la biblioteca nacional.

La zona de la Fortaleza es semipeatonal. Sólo circulan los autobuses y los vehículos de los residentes. Aquí sí que se nota el ambiente turístico: precios abusivos, gente a la caza y captura del turista.. en fin, lo de siempre. De todos modos, merece la pena darse una vuelta, asomarse al Bastión de los Pescadores (Halászbátya) para disfrutar de la vista del río y Pest, ver la iglesia de Matías (Mátyás Templom) o acercarse a la muy típica cafetería Ruszwurm y tomarse una dobos torta por la mitad de lo que cuesta en Gerbeaud. Además, curzando al otro lado de la colina se llega a un mirador desde el que hay una excelente vista de las otras colinas, llenas de bosques y casitas donde vive la gente con pasta.

Tras este recorrido, el autobús volvió a cruzar a Pest y nos dejó en el centro, así que Raquel y yo aporvechamos para ir a ver el Mercado Central (Kozponti Vásárcsarnok), que está al final de Váci utca. El mercado es muy bonito y está bien cuidado. Nos recordaba al mercado de la Boquería de Barcelona. Si queréis comprar salami, páprika o tokaj, aquí encontraréis precios mucho mejores que en otras tiendas, y también hay muchos otros productos por si queréis comer por vuestra cuenta. Otra alternativa para comer está en el piso superior, donde hay varios puestos de comida baratos. Allí comimos por 1000 Ft entre los dos.

Un par de cosas sobre el tokaj. Es un vino dulce muy bueno, pero también muy caro. Hay una variante más asequible, el Tokaji Szamorodni, sobre los 1500 Ft la botella de medio litro (según la marca), pero el mejor es el Tokaji Aszú, cuyo precio oscila entre los 3000 y los 9000 Ft según la calidad, medida por el número de puttonyos (de 3 a 6) y la marca. El tokaj (o tokay) se elabora con una variedad de uva llamada Furmint, que tiene la peculiaridad de ser vulnerable a una bacteria llamada aszú en húngaro. Si se usan uvas sin infectar, se obtiene el Tokaji Szamorodni (natural), que puede ser seco o dulce según hayan entrado algunas uvas aszú o no. Si se añaden intencionadamente uvas infectadas, se obtiene el Tokaji Aszú, que es más dulce y rico cuantas más uvas con aszú se hayan usado. Esto se mide por el número de puttonyos (cestas de 25 kilos) de uvas con aszú que se añadan para cada tonel de 140 litros. El motivo de que el tokaj sea tan caro es que el proceso de fermentación es muy lento, dura varios años.

Dedicamos la tarde a patear buena parte de lo que habíamos visto por la mañana desde el autobús. Cruzamos el río, subimos por el Bastión de los Pescadores y nos recorrimos toda la fortaleza. Luego volvimos al centro y vimos lo que nos habíamos dejado el día anterior.

Como estábamos cansados y me había dejado la guía en el hotel (como muy bien se encargó Raquel de recordarme cada cinco minutos durante todo el día), no teníamos ganas de buscar mucho para cenar. Así que volvimos al Fâtal. Esta vez decidimos probar el pescado, con una sopita delante, que aún me gustó más que la del día anterior. Claro que luego vino el platito de pescado para dos que habíamos pedido. Incluso vino gente de otras mesas a preguntarnos qué era esa monstruosidad. El caso es que, entre las cervezas que llevábamos y la visión de la montaña que habían puesto entre nosotros, a Raquel le dio por ponerse parlanchina y tragona. Tal vez alguien piense: "Yo siempre la he conocido parlanchina". Ilusos. No le ocurre muy a menudo pero, cuando entra en este modo bersérker, es imparable. Y, sin perder palabra, iba devorando. Espectacular. De todos modos, no pudimos con aquello, aunque ella insistía en que sí podía, pero se contenía. Y esta vez, tras aflojar los 7000 Ft de turno, nos fuimos al hotel, parando sólo a descambiar los forintos que nos habían sobrado y comprar un poco de chocolate para el viaje del día siguiente.

Un último aviso si alguien quiere ir al Fâtal: hay que pagar en forintos y en metálico. Cada vez hay más sitios que aceptan euros y casi todos cogen tarjeta, pero no el Fâtal. Y pedid carne, que el pescado es flojito, como corresponde a una ciudad alejada del mar.

04 septiembre 2004

22/08 En ningún sitio se come como en España

(Donde da comienzo la plasto-serie de este año. Avisados quedáis)

El 22 de agosto es el cumpleaños de Raquel y casi todos los años lo celebramos en un lugar distinto. Esta vez coincidió con nuestra salida hacia Centroeuropa.

Por primera vez desde mi viaje de estudios, allá por el Pleistoceno, iba en un viaje organizado. Aunque sólo en parte: teníamos contratados los desplazamientos y hoteles, desayuno incluido, pero no las demás comidas. Además, en cada una de las tres ciudades que íbamos a visitar (Budapest, Viena y Praga) teníamos una visita panorámica. Es decir: vuelta a la ciudad en autobús con un guía que nos iría explicando lo que veíamos.

Desde luego, una semana es poquísimo tiempo para ver tres ciudades de este tamaño, más aún teniendo en cuenta el tiempo que íbamos a perder en desplazamientos. Pero bueno, ya tendremos oportunidad de volver con más tiempo.

Voy a incluir una pequeña guía de pronunciación del húngaro, para que sepáis cómo se pronuncian los nombres de los sitios que voy a nombrar. En húngaro, el acento siempre va sobre la primera sílaba, incluso en palabras muy largas. Por lo demás, las letras se pronuncian más o menos como en castellano, con las siguientes excepciones:

- cs: se pronuncia como nuestra ch
- s: es la s aspirada (sh en inglés, x en catalán, ch en francés...)
- sz: es la s castellana
- zs: es la s sonora (z en inglés)
- gy: es la j del inglés, francés o catalán
- ny: es nuestra ñ
- ly: es nuestra ll
- j: es la j eslava, parecida a nuestra y
- y: es la u francesa
- c: se pronuncia ts (como la z alemana)
- v: el sonido v de la mayoría de los idiomos (f sonora)
- h: la h aspirada, como en inglés
- á, é, í, ó, ú, ý: versión larga de la vocal correspondiente
- ö: igual que en alemán (oe)
- a: no acentuada, viene a pronunciarse como una o

El vuelo a Budapest era en un charter, mi primera vez volando en uno. Pronto vi la primera "peculiaridad": en la tarjeta de embarque no nos asignaban asiento. Así que tuvimos que estar al loro para subir al avión de los primeros y poder ir juntos. El avión resultó ser un Tupolev desvencijado con tripulación rusa. Al menos, en contra de lo que esperaba, nos dieron algo de comer. A cambio, nos obligaron a soportar una selección musical demencial mientras esperábamos a despegar, y también tras el aterrizaje (tal vez para evacuar el avión con mayor rapidez).

Ya en Budapest, me fui dando cuenta de cómo es el trato al viajero en estos viajes: hay que mantenerlo en la ignorancia porque es idiota. No nos dijeron cuál era nuestro hotel hasta que llegamos a él y, una vez allí, no entendían por qué nos empeñábamos en que nos dieran su dirección. En fin. El hotel, ninguna maravilla y alejado del centro, pero al menos estaba limpio y nuevo.

Una vez instalados, bajamos a recepción para cambiar algo de dinero (Hungría sigue usando el forint: 1€ = 250 Ft) y comprar billetes de autobús, y nos fuimos al centro. Sí, comprar billetes, porque en el autobús no los venden. Hay que comprarlos antes, bien en el metro, bien en un quiosco, bien en las recepciones de los hoteles. Teníamos que coger el autobús y luego el metro. Budapest es una ciudad bien comunicada por superficie, pero su red de metro es diminuta. Sólo hay tres líneas que recorren el centro y sólo se cruzan en un punto, la plaza Deák (Deák ter) Además, para transbordar hay que comprar otro billete, aunque no son demasiado caros (145 Ft).

Budapest es la unión de dos antiguas ciudades, Buda y Pest, separadas por el Danubio.
El centro de Budapest está en Pest, junto al río. Así que bajamos en la plaza Deák y empezamos a patear. Me llamó la atención que en casi todos los bares tenían televisores orientados hacia las terrazas como reclamo. Los húngaros son muy aficionados a los deportes y estaban todo el rato con los Juegos Olímpicos. Incluso habían montado una pantalla gigante en una plaza.

La zona peatonal del centro está organizada en torno a la calle Váci (Váci utca), que es bastante larga y casi completamente peatonal. Está llena de tiendas y restaurantes, bastante turística, pero sin exagerar. De todos modos, nosotros ya sabíamos dónde íbamos a cenar. Mi hermano había estado aquí unos días antes y nos había recomendado un restaurante en la propia Váci utca, el Fâtal. Pese al nombre, nos había asegurado que se comía bien, abundante y barato. Así que allá a las siete (tened en cuenta que casi no habíamos comido) fuimos a cenar. Menos mal que fuimos pronto, porque teníamos que haber reservado. Bueno, nos dijeron que podíamos entrar si nos íbamos antes de las nueve; dos horas era más que suficiente. O eso creíamos.

El servicio en Budapest es más bien lento, pero eso no fue lo peor. De primero pedimos sopa de gulyas (o gulash), sólo una para los dos. La madre que los parió. Nos sacaron un cazo de buen tamaño con dos cucharas y la sopa más sustanciosa que había probado en mi vida. Yo creo que una persona normal tiene más que suficiente para comer con eso. Pero, claro, faltaba el gulyas que habíamos pedido para segundo. Y de eso había uno por cabeza. Ya no venía en un cazo, sino en una sartén para cada uno. Sartén que debía de tener propiedades mágicas porque, por más que comíamos, no se acababa nunca. Con harto dolor de nuestro corazón, porque aquello estaba buenísimo, tuvimos que dejarlo sin acabar. Incluyendo dos jarras de medio de cerveza, la cuenta ascendió a 6650 Ft (7000 con la propina). Comer en Budapest es barato, incluso en zonas más bien turísticas.

A la salida, apoyándonos uno en otro, volvimos a subir por Váci utca hasta la bonita plaza Vörösmarty, donde está la mejor cafetería de Budapest, Gerbeaud. Más que una cafetería, es una pastelería. Y sí, ya sé que nos habíamos atiborrado, pero aquello abría el hambre a cualquiera. Aquí probé la dobos torta, un pastel típico de Budapest. Los precios, esta vez sí, eran de cafetería cara, pero el sitio lo merecía. Y al hotel, que no podíamos más.

03 septiembre 2004

Guia Gorpik de Port Aventura

Como todos los años, Raquel y yo pasamos un día en Port Aventura. Este año apenas había novedades; supongo que se han gastado el presupuesto en los hoteles y el parque acuático que hay al lado.

Tampoco ha cambiado la afluencia de visitantes ni las colas. Desde hace tres o cuatro años se puede pagar un suplemento en la entrada (Express) que da preferencia para montar en las atracciones principales, así como en algunos espectáculos. El Express consiste en que pasas por un mostrador que hay junto a cada atracción y te dan hora para la misma. A esa hora, pasas por una entrada especial y entras sin hacer casi cola. Teniendo en cuenta que la cola media puede ser de una hora en los días en que solemos ir nosotros (sobre el 20 de agosto, entre semana), el ahorro de tiempo es considerable. Lo que no todo el munodo sabe es que la entrada normal da derecho a usar el Express una vez. Bien aprovechado, te ahorras un buen rato.

Port Aventura fue el primer parque temático que se abrió en España y, que yo sepa, el único que tiene unos resultados económicos razonablemente buenos. Está dividido en cinco zonas (Mediterrania, Polinesia, China, México y Far West), cada una de ellas ambientada según la zona del mundo y época que representan. En cada zona hay atracciones, espectáculos, juegos, tiendas y bares/restaurantes. Casi todo el mundo va a las atracciones grandes, que son las que acumulan colas importantes. A la entrada de cada una de ellas (son ocho en total) hay un cartel con los tiempos de espera aproximados para todas. Por lo general, si hace calor (lo normal), las atracciones acuáticas son las que tienen más cola durante el día. Por la noche, en cambio, están casi vacías.

Algunas recomendaciones generales para quienes no hayáis ido nunca:

- La entrada normal cuesta 35€, pero pensad que os vais a gastar casi otro tanto entre comer, cenar, beber, algún juego, párking y tonterías varias.

- Nada más entrar, id al punto de atención al cliente y coged un plano del parque. En el plano figuran los horarios de los espectáculos, que cambian de un día para otro. Elegid los que queráis ver, planead la hora mejor para cada uno y luego encajad las atracciones principales en el horario que os habéis hecho. De esa forma, os dará tiempo a todo.

- Pensad que os vais a mojar. Un vestuario adecuado lo forman unas chancletas cómodas, pantalón corto y camiseta a la que no tengáis demasiado cariño. Es normal quitarse la camiseta en las atracciones acuáticas, así que casi todas las chicas llevan bikini debajo.

- Hay una entrada más barata a partir de las siete de la tarde, pero no vale la pena. Sólo te ahorras unos 10€ a cambio de perder nueve horas.

- Algunas de las atracciones pequeñas son bastante divertidas y apenas tienen colas. Aprovechadlas.

- Los precios de la comida y bebida son caros, pero no desorbitados. Como los de una estación de tren, más o menos. De todos modos, hay fuentes a la entrada de los servicios, conque podéis llevar una botella de agua e ir rellenándola.

- A los espectáculos hay que ir al menos un cuarto de hora antes para coger sitio. Y en casi todos sacan a gente del público. Id preparados para hacer el ganso delante de vuestros amigos.

- Si vais con críos, hay muchas atracciones infantiles. Pero yo no iría con niños de menos de siete u ocho años. De todas formas, hay unos carritos para llevar niños más pequeños y que no se cansen.

- Hay varios autoservicios con espectáculos. Si queréis ir a comer o cenar a uno de ellos, tened en cuenta la cola, como siempre. Desde que llegas hasat que te sientas a comer puede pasar entre media hora y tres cuartos.

Estas son las cinco zonas y lo que se puede encontrar en cada una de ellas.

- Mediterrania: Es la zona de entrada e incluye el lago alrededor del cual se organiza el parque. No tiene atracciones, sólo restaurantes y tiendas. A las doce de la noche, cuando se cierra el parque, hacen un espectáculo de fin de fiesta en el lago que vale la pena, pero tenéis que coger sitio casi una hora antes.

- Far West: Esta zona está construida como si fuera el típico pueblo de una peli del Oeste. Tiene unos cuantos espectáculos graciosos y tres atracciones grandes:

· Grand Canyon Rapids: Conocida como "Los Toneles", consiste en una bajada por un canal en unas barcas grandotas circulares, en forma de tonel. Es sosita, aunque acumula esperas bastante largas porque suelen ir muchas familias enteras.

· Silver River Flume: Llamada "Los Troncos" por la forma de las vagonetas, es una montaña rusa acuática. Una de mis atracciones favoritas, acabas como una sopa.

· Stampida: Una de las atracciones estrella del parque, es una montaña rusa de madera, por lo que no hay bucles, pero va muy rápida y tiene algunas bajadas helicoidales bastante cafres. Es muy divertida, pero la cola va lentísima; no os fiéis del tiempo de espera que marque, siempre es mucho más. Un buen sitio para gastar el Express. Su nombre popular es "Estampada" desde que, hace unos años, un tipo salió disparado y se estampó, lo que aumentó la popularidad de la atracción. A la gente nos va la marcha.

Además, en la zona del Far West está una de mis atracciones pequeñas preferidas, el Crazy Barrels, consistente en unos barriles que dan vueltas.

- México: Todos los espectáculos de México son del mismo corte, coros y danzas. Las atracciones son más variadas, incluyendo dos de las mejores pequeñas: la Serpiente Emplumada y, sobre todo, el Trono de Pacal. Además, hay dos atracciones grandes:

· Templo del Fuego: La más nueva de las grandes y también la menos popular. El motivo es que casi nadie repite. Es más bien un espectáculo con efectos especiales que, una vez visto, no da muchas razones para volver. De todos modos, como casi no hay cola, se puede ver.

· El Diablo: O Tren de la Mina, es la versión light de la Stampida, pero con la ventaja de ser mucho más larga. A mí me gusta bastante. Este año tiene la novedad de que han puesto un par de vagones al revés, con lo que no ves por dónde van a tirarte. A la gente no le ha hecho gracia y esos vagones suelen ir vacíos, lo que hace que te dejen saltar la cola si aceptas ir en ellos.

- China: A diferencia de México, los espectáculos de China son buenos y variados. Además, tienen mi juego favorito, una chorradita del Campamento Mogol donde te dedicas a tirarte globos de agua, lo que sirve para mojarte un poco y echar risas con los amigos. Pero la estrella es su única atracción grande, el Dragón Khan.

· Dragón Khan: El símbolo del parque, es una brutalidad de montaña rusa con no sé cuántos giros y bucles. El chute de adrenalina es de cuidado. Además, no suele tener tiempos de espera exagerados, porque la cola va muy rápida.

- Polinesia: Esta zona es de las más concurridas, tal vez porque tiene mucha sombra, lo que se agradece en verano. En ella están algunos de los mejores espectáculos, como las dos partes de La Isla del Diamante, una chorradita bastante graciosa, o las Aves del Paraíso, a base de pájaros exóticos y que recomiendo a todo el mundo. Aquí están las dos atracciones grandes que faltan:

· Sea Odyssey: Un cine con asientos móviles, no vale la pena aguantar las enormes colas que se forman.

· Tutuki Splash: Otra montaña rusa acuática, el Tutuki siempre es la atracción con las colas más largas. Si esperáis a la noche podréis montar sin esperas, pero os quedaréis mojados para volver a casa. Si no habéis gastado el Express en la Estampada, hacedlo aquí.

Y ya está. Si vais, pasadlo bien. Si sois de Port Aventura, escribidme y os mandaré mi número de cuenta corriente para que me ingreséis el importe de la publicidad que os he hecho.

He vuelto

He vuelto, pero de milagro. Ayer casi me ahogué, porque cayeron más de 110 litros de agua por metro cuadrado donde yo estaba. Eso sí, recordé lo bien que se está en la camita mientras escuchas la tormenta que hay fuera.

Como ya os dije, hemos estado una semana en Centroeuropa, concretamente en Budapest, Viena y Praga. Tengo ya la plasto-serie preparada, la iré pasando al blog durante los próximos días. A modo de preámbulo, meteré también la Guía Gorpik de Port Aventura. Todos los años paso un día durante las vacaciones allí, así que he escrito una especie de guía para quienes no hayan estado nunca y quieran ir. Por supuesto, está escrita desde mi punto de vista; si no os gusta lo mismo que a mí, mala suerte. Pronto, en sus pantallas.