13 septiembre 2004

28/08 Último día

(Donde llega a su fin esta plasto-serie)

Como íbamos a estar un día más que en las otras ciudades, pudimos dividir la visita a Praga y tomárnosla con más calma. Por ello habíamos dejado dos barrios para este último día: Hradčany y Malá Strana.

Hradčany es el barrio en que se encuentra el Castillo de Praga aunque, como ocurre con Vyšehrad, no es realmente un castillo, sino una fortaleza. Durante mucho tiempo ha sido el centro administrativo checo; "El Castillo" de la novela de Kafka es, precisamente, éste. El barrio está situado sobre una colina que domina la ciudad, por lo que también ofrece una buena estampa desde otros sitios de la misma, como la orilla del río.

Se puede subir la colina por unas escaleras, pero no nos apetecía mucho. Así que usamos el transporte público: metro a la estación Malostránska y luego un par de paradas de tranvía (líneas 22 ó 23) hasta Prážský Hrad. El interior del Castillo está dividido en patios y cuenta con numerosos edificios notables, además de un bonito jardín. Arquitectónicamente es superior a Vyšehrad, pero también está mucho más masificado. Y los precios reflejan el hecho de que los turistas extranjeros vienen más por aquí; mientras en Vyšehrad sólo había un par de cosillas por las que cobraban 10 ó 20 Kč, aquí la entrada combinada para todos los edificios costaba 350 Kč. De todos modos, pasear por el recinto y ver los edificios por fuera es gratis, con una excepción que comentaré más adelante.

El edificio más grande es la catedral de San Vito, iniciada, cómo no, durante el reinado de Carlos IV, por lo que es principalmente de estilo gótico. Sin embargo, tiene muchos añadidos posteriores. La nave principal tiene el típico tejado inclinado centroeuropeo (como la de Viena, por ejemplo), lo que la hace distinta de las catedrales góticas de otros sitios, como España. Como destaca claramente sobre el resto de la fortaleza, a veces es a la catedral a la que se llama "castillo". Otros edificios señalados son el antiguo Palacio Real y la basílica de San Jorge (sv. Jiři Bazílika), de estilo románico, que es el edificio más antiguo del recinto.

Pero la mayor concentración de turistas se da en el callejón del Oro (Zlata Ulička), llamado así porque antiguamente vivieron aquí muchos alquimistas dedicados a intentar fabricar oro. Sin mucho éxito, claro. Es realmente pintoresco, lleno de pequeñas casitas de colores, en una de las cuales, para variar, vivió Kafka. Claro que esto lo vi hace 14 años. Ahora cobran 50 Kč de entrada, hay más gente que en un Barça - Madrid y las casitas se han convertido en tiendas. Algo demencial. Tuvimos que entrar porque a Raquel le hizo gracia, y casi no podemos salir. Horrible.

Tras recorrer el Castillo nos dedicamos a ver el resto del barrio. Empezamos por la gran plaza del Castillo (Hradčanské Náměstí), que es preciosa. Vale la pena emplear un rato en recorrerla. Y luego seguimos hacia la plaza de Loreto (Loretánské Náměstí), donde se encuentra la iglesia del mismo nombre y el palacio Černínský, actual sede del parlamento checo. Ambos edificios son completamente diferentes, pero los dos merecen la pena. Sin embargo, no entramos en ninguno de ellos porque no nos apeteció pagar 150 Kč cada uno por la iglesia, y el Parlamento está cerrado al público.

Acabamos bajando de la colina por el lado contrario al que habíamos usado para subir, junto al monte Petřín. Allí está la Torre (Rozledna) Petřín, a la que se puede subir mediante un funicular al que se accede con el billete normal del transporte público. Sin embargo, cuando estuvimos nosotros, el funicular estaba estropeado. Además, la torre no es más que una copia en pequeño de la Torre Eiffel.

Así que entramos en Malá Strana por el sitio más interesante, la calle Nerudova. Precisamente el escritor Jan Neruda nació y vivió en la calle que hoy lleva su nombre, y ambientó varios de sus "Cuentos de Malá Strana" en ella. Casi todos los edificios de la calle cson interesantes, por lo que también está bastante concurrida.

La calle Nerudova acaba (en realidad, empieza) en Malostranské Náměstí, una gran plaza en cuyo centro se alza la iglesia de San Nicolás (Kostel Svatého Mikulaše), barroca, mientras que los laterales de la plaza están ocupados por palacios de diversos estilos y épocas.

La plaza Malostranské está cerca del Puente Carlos. Pero, en lugar de dirigirnos a él, bajamos por la calle Karmelitská, cuyo único interés es la iglesia de Santa María de la Victoria (Chrám Panny Marie Vitězné), donde se encuentra el famoso Niño Jesús de Praga. Malditas las ganas que tenía de verlo, pero Raquel se empeñó. Le había dado por los tópicos turísticos. Entramos, lo vimos, le pareció un moco y nos fuimos. Bueno, si queréis oír misa en Praga, todos los sábados a las cinco de la tarde la hacen aquí en español.

Podíamos haber intentado ver más cosas, pero estábamos cansados de toda la semana, así que hasta la hora de cenar estuvimos callejeando y bebiendo cerveza. Praga es una ciudad excelente para ambas actividades, así que no es una mala ocupación. Ah, Raquel se compró por fin unos pendientes con granates, que son típicos de Praga.

Volvimos a cenar en la cervecería Novoměstský. Esta vez, como ya llevábamos pensado, pedimos una fuente especial para dos personas. Pensábamos atiborrarnos como despedida, pero lo cierto es que resultó algo escasa. Luego quisimos probar el grog, como los piratas de Monkey Island. Pero, qué le vamos a hacer, no nos gustó mucho. Cenamos peor que el día anterior y nos salió más caro (800 Kč). De todos modos, el sitio vale la pena, sobre todo si vais en grupo y reserváis antes. Y la cerveza es buena y barata.

Y nos volvimos al hotel, a hacer las maletas, que al día siguiente había que volver a levantarse pronto para ir al aeropuerto. Se acababa nuestro viaje.

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