05 septiembre 2004

23/08 Buda y Pest

El lunes por la mañana teníamos la visita panorámica, lo que nos obligó a levantarnos a una hora indigna para estar a las ocho montados en el autobús. Antes de eso nos cebamos bien en el desayuno, cosa que debe hacerse siempre que va incluido en el precio. Permite reducir la comida del mediodía, con el consiguiente ahorro, y aguantar mejor la jornada matutina.

Nuestro circuito incluye dos opciones, lo que da cuatro posibilidades en total, según se contrate hoteles de 3 ó 4 estrellas, y lleven todo incluido (todas las comidas y algunas visitas turísticas adicionales) o no. Nosotros llevamos la opción más barata, que da mucha más libertad y ahorra pasta. Al fin y al cabo, el hotel sólo se usa para dormir, conque no necesitamos muchos lujos. Pero teníamos que levantarnos antes porque íbamos a recoger a los del otro hotel. Bueno, el caso es que acabamos en un autobús con nuestra guía de circuito (española) y otra que nos iba a enseñar la ciudad (húngara).

Tal como esperábamos, nos enseñaron todo lo que no habíamos visto el día anterior, que era la zona peatonal. En Pest vimos los alrededores del centro, incluyendo el espectacular edificio del Parlamento (Országház) y la basílica, actual catedral, de San Esteban (Szent István Bazilika). Estos dos edificios se construyeron con ocasión del milenario de la llegada de las tribus magiares a Hungría, en 1896, y tienen ambos la misma altura (96 metros) para simbolizar la igualdad de los poderes político y eclesiástico. La Iglesia siempre ha mandado mucho en Centroeuropa. De todos modos, el Parlamento da sopas con honda a la basílica. Seguramente, es el edificio más bonito de toda la ciudad.

Parlamento de Budapest

Luego subimos por la bonita Andrássy utca, donde empezamos a ver abundantes placas con la palabra "Müemlék" y un texto debajo. Estas placas señalan edificios protegidos por su valor histórico o artístico. Muchos de ellos, la verdad, necesitan un poco más de protección, pero hay que tener en cuenta que en la época comunista se hizo bien poco para preservarlos y las restauraciones van lentas.

Al final de Andrássy utca está Hösök tere, la plaza de los Héroes, que también data del milenario. Es una plaza circular bastante grande en cuyo interior hay numerosas estatuas de reyes y guerreros húngaros varios, desde San Esteban (que fue el primer rey de Hungría) hasta la época del Imperio Austro-Húngaro, aunque estas últimas fueron eliminadas por los comunistas.

La historia de Hungría es bastante complicada, porque pillaba de camino a todas las invasiones y, al ser una llanura, no ofrece defensas naturales. Ha sido invadida por todo el mundo. Hay montones de leyendas relativas a estas invasiones, tal vez la más divertida sea la de las dos Ilonas. En el siglo XVI, los turcos habían capturado una ciudad húngara. El caudillo turco, que era viejo y feo, dijo que respetaría a los lugareños si la chica más guapa de la ciudad, una tal Ilona, accedía a montárselo con él. Ilona se negó y murió junto con la mayoría de sus conciudadanos. Los supervivientes levantaron una estatua a Ilona, símbolo del valor de los húngaros. 50 años más tarde, la historia se repitió, aunque en este caso el caudillo turco era joven y guapo. La chica en cuestión también se llamaba Ilona, pero ésta accedió a los deseos del turco. Sus conciudadanos también le levantaron una estatua, como símbolo de la capacidad de sacrificio de los húngaros. Con dos cojones, añadiría yo.

Del milenario también data la línea 1 del metro, llamada Földalatti, que corre escasos metros por debajo de Andrássy utca. Las estaciones son bastante bonitas y vale la pena visitarlas, aunque los trenes son tan viejos como los de las otras líneas. El Földalatti va desde Deák tér hasta un poco más allá de Hösök tere, entrando en Városliget. Es la línea de metro más antigua de la Europa continental (el metro de Londres es anterior).

Por cierto, en Hösök tere hay dos museos de arte. Pues bien: en uno había una exposición de Miró y en el otro una de Picasso.

Luego entramos en Városliget, que es un parque grande y bonito. Tiene una casa de baños enorme. En Budapest hay aguas termales y los baños son muy populares, herencia de los turcos. Los ciudadanos tienen derecho a entrar gratuitamente una vez por semana, aunque muchos van más a menudo, sobre todo en invierno. Mi hermano también nos los había recomendado, pero no pudimos entrar en ninguno por falta de tiempo.

En Városliget está el museo de Agricultura y bajamos del autobús para visitarlo. Hungría es un país eminentemente agrícola, pero lo que nos interesaba era el conjunto de edificios que forman el museo. El recinto está cercado por un muro que se atraviesa por una puerta que simula la de un castillo. Junto a ella había un tipo que empezó a soltarnos un rollo en castellano para que le compráramos un libro, sin ningún éxito. Teniendo en cuenta que empezó a hablar antes de oírnos a nosotros, supongo que reconoció a Viki, nuestra guía húngara. Que, por cierto, estaba como un queso. En el interior destacaba una estatua de bronce dedicada a uno de los escritores más prolíficos de todos los tiempor: Anonymus. En serio. En la estatua tiene la cabeza cubierta por una capucha y no se le ve la cara.

A la salida, el mismo tipo que antes volvió a su discurso en español para intentar vendernos sus libros. Pero, de repente, empezó a hablar en italiano: se acercaba un grupo de turistas de ese país, y el notas demostró que es un profesional. Una fiera, oye.

Con esto terminamos nuestro recorrido por Pest, conque cruzamos el río para dirigirnos a la otra parte de la ciudad, Buda. Ya he escrito que en Budapest hay aguas termales; pues bien, el nombre Buda deriva de la palabra eslava "voda" que significa "agua". "Vodka" también deriva de la misma palabra.

Buda y Pest son muy diferentes. Pest es llana, como casi toda Hungría, y apenas tiene historia anterior al siglo XIX. Buda, en cambio, se asienta sobre nueve colinas, tiene una historia que se remonta al tiempo de los romanos (entonces era Aquincum, otro nombre relacionado con el agua) y conserva numerosos restos medievales. Antes de los romanos estuvieron los celtas, que llamaron a la ciudad Ak-Ink, que significa... "agua abundante". Ya veis que todo el mundo iba a lo mismo. Viene a ocupar la mitad que Pest, pero es mucho más bonita.

Las dos colinas más importantes están junto al Danubio. La más pequeña es la de San Gerardo (Szent Gellért), sobre la que está la única estatua que queda de la época comunista, la de la Libertad. No tiene nada que ver con la de Nueva York: simboliza la liberación de Hungría por los soviéticos en la Segunda Guerra Mundial. Las demás estatuas de la época que había por la ciudad se han trasladado a un museo donde pueden verse todas juntas.

Al pie de la colina por la que, según la historia, los paganos de Buda tiraron a San Gerardo metido en un barril (qué traviesos), está el puente de la Libertad (Szabadság hid). El Danubio está atravesado por numerosos puentes, cuyos nombres cambiaron los comunistas. Con el advenimiento de la democracia, muchos recuperaron sus antiguos nombres, pero éste no. Antes era el puente de Francisco José, pero el emperador, a diferencia de su mujer, nunca ha sido muy popular en Hungría. Al norte del puente de la Libertad se encuentra, precisamente, el puente Isabel (Erzsébet hid), luego el de las Cadenas (Széchenyi lánchid), que es el más antiguo, y el puente Margarita (Margit hid), que une las dos orillas con la isla del mismo nombre.

El puente de las Cadenas da a la colina que constituye el centro del Buda, la colina del Castillo (Várhegy). No existe tal castillo, sino una fortaleza, que constituye una de las dos partes en que se divide la colina. La otra es el Palacio Real, actualmente ocupado por el museo de arte húngaro y la biblioteca nacional.

La zona de la Fortaleza es semipeatonal. Sólo circulan los autobuses y los vehículos de los residentes. Aquí sí que se nota el ambiente turístico: precios abusivos, gente a la caza y captura del turista.. en fin, lo de siempre. De todos modos, merece la pena darse una vuelta, asomarse al Bastión de los Pescadores (Halászbátya) para disfrutar de la vista del río y Pest, ver la iglesia de Matías (Mátyás Templom) o acercarse a la muy típica cafetería Ruszwurm y tomarse una dobos torta por la mitad de lo que cuesta en Gerbeaud. Además, curzando al otro lado de la colina se llega a un mirador desde el que hay una excelente vista de las otras colinas, llenas de bosques y casitas donde vive la gente con pasta.

Tras este recorrido, el autobús volvió a cruzar a Pest y nos dejó en el centro, así que Raquel y yo aporvechamos para ir a ver el Mercado Central (Kozponti Vásárcsarnok), que está al final de Váci utca. El mercado es muy bonito y está bien cuidado. Nos recordaba al mercado de la Boquería de Barcelona. Si queréis comprar salami, páprika o tokaj, aquí encontraréis precios mucho mejores que en otras tiendas, y también hay muchos otros productos por si queréis comer por vuestra cuenta. Otra alternativa para comer está en el piso superior, donde hay varios puestos de comida baratos. Allí comimos por 1000 Ft entre los dos.

Un par de cosas sobre el tokaj. Es un vino dulce muy bueno, pero también muy caro. Hay una variante más asequible, el Tokaji Szamorodni, sobre los 1500 Ft la botella de medio litro (según la marca), pero el mejor es el Tokaji Aszú, cuyo precio oscila entre los 3000 y los 9000 Ft según la calidad, medida por el número de puttonyos (de 3 a 6) y la marca. El tokaj (o tokay) se elabora con una variedad de uva llamada Furmint, que tiene la peculiaridad de ser vulnerable a una bacteria llamada aszú en húngaro. Si se usan uvas sin infectar, se obtiene el Tokaji Szamorodni (natural), que puede ser seco o dulce según hayan entrado algunas uvas aszú o no. Si se añaden intencionadamente uvas infectadas, se obtiene el Tokaji Aszú, que es más dulce y rico cuantas más uvas con aszú se hayan usado. Esto se mide por el número de puttonyos (cestas de 25 kilos) de uvas con aszú que se añadan para cada tonel de 140 litros. El motivo de que el tokaj sea tan caro es que el proceso de fermentación es muy lento, dura varios años.

Dedicamos la tarde a patear buena parte de lo que habíamos visto por la mañana desde el autobús. Cruzamos el río, subimos por el Bastión de los Pescadores y nos recorrimos toda la fortaleza. Luego volvimos al centro y vimos lo que nos habíamos dejado el día anterior.

Como estábamos cansados y me había dejado la guía en el hotel (como muy bien se encargó Raquel de recordarme cada cinco minutos durante todo el día), no teníamos ganas de buscar mucho para cenar. Así que volvimos al Fâtal. Esta vez decidimos probar el pescado, con una sopita delante, que aún me gustó más que la del día anterior. Claro que luego vino el platito de pescado para dos que habíamos pedido. Incluso vino gente de otras mesas a preguntarnos qué era esa monstruosidad. El caso es que, entre las cervezas que llevábamos y la visión de la montaña que habían puesto entre nosotros, a Raquel le dio por ponerse parlanchina y tragona. Tal vez alguien piense: "Yo siempre la he conocido parlanchina". Ilusos. No le ocurre muy a menudo pero, cuando entra en este modo bersérker, es imparable. Y, sin perder palabra, iba devorando. Espectacular. De todos modos, no pudimos con aquello, aunque ella insistía en que sí podía, pero se contenía. Y esta vez, tras aflojar los 7000 Ft de turno, nos fuimos al hotel, parando sólo a descambiar los forintos que nos habían sobrado y comprar un poco de chocolate para el viaje del día siguiente.

Un último aviso si alguien quiere ir al Fâtal: hay que pagar en forintos y en metálico. Cada vez hay más sitios que aceptan euros y casi todos cogen tarjeta, pero no el Fâtal. Y pedid carne, que el pescado es flojito, como corresponde a una ciudad alejada del mar.

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