Nuestro último día antes de dejar Osaka lo íbamos a pasar fuera de Kansai (oficialmente, Kinki), su región; nos íbamos a Hiroshima. Situada a hora y veinte de Osaka en el Shinkansen, Hiroshima tiene varios atractivos para el visitante. El primero es, naturalmente, la bomba.
El 6 de agosto de 1945 un bombardero estadounidense, el Enola Gay, lanzó la primera bomba atómica de la historia sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Se calcula que murieron entre 150000 y 200000 personas (si se os hace difícil leer el número, pensad en que son personas como vosotros o yo) a consecuencia de ella, y muchos otros miles sufrieron secuelas que en algunos casos han llegado hasta la actualidad. La ciudad quedó completamente arrasada y se convirtió en un símbolo para la humanidad. Un símbolo, sobre todo, de lo que no debería volver a hacerse nunca. Tres días después se lanzó una segunda bomba atómica sobre otra ciudad japonesa, Nagasaki. Las consecuencias de los bombardeos atómicos fueron tan terribles que, hasta la fecha, nadie se ha atrevido a repetirlos.
Naturalmente, Hiroshima se ha reconstruido por completo después de la bomba, con una excepción. La Sala de Promoción de la Industria de Hiroshima, situada casi debajo del punto donde explosionó la bomba (a unos 600 metros del suelo, para maximizar el alcance de la explosión), fue uno de los pocos edificios que se mantuvieron en pie, aunque con grandes daños. En lugar de demoler los restos, como hicieron con las demás estructuras que no llegaron a caer, se ha mantenido y hoy día es la Cúpula de la Bomba. Se llama así porque el elemento más distintivo del edificio es la cúpula que lo remata. Digo "edificio", pero no os engañéis, es sólo una ruina vallada.
Al otro lado del río está el Parque de la Paz. En el parque hay varios monumentos dedicados a la paz y al recuerdo de la bomba. Está el Monumento de los Niños, levantado por una suscripción popular iniciada por los compañeros de colegio de una niña, Sadako Sasaki, que murió diez años después de la bomba, vícitma de la leucemia, una de las principales secuelas de la radiación. Durante su estancia en el hospital, Sadako se dedicaba a doblar grullas de papel, según la creencia popular de que, al doblar mil grullas de papel, se te concede un deseo. Por ello el monumento está rematado por una representación de una de ellas. Las grullas de papel se han convertido en un símbolo de la paz en Hiroshima.
También en el parque hay un estanque rectangular sobre el cual se encuentra la Llama de la Paz, que se apagará el día en que se destruya la última arma atómica del mundo (va para largo). Y al final del estanque está el Cenotafio que guarda una lista con los nombres de todas las víctimas de la bomba. Cada año, el día 6 de agosto, se realiza una ceremonia conmemorativa y se añaden los nombres de los Hibakusha que han fallecido durante ese año por las secuelas de la bomba. Sesenta y tres años después, la bomba de Hiroshima sigue matando.
Detrás del Cenotafio se encuentra el Museo de la Paz. Cobran sólo una entrada simbólica (50 yen) y es de visita obligada. Al principio cuenta la historia de Hiroshima antes de la guerra y luego ya pasa a la bomba desde todos los puntos de vista. Cómo funciona las armas nucleares, las circunstancias históricas que llevaron a la bomba de Hiroshima y sus consecuencias. No se limitan a decir "mira lo que nos hicieron"; también hay autocrítica por la política belicista y expansionista de Japón durante la primera mitad del siglo XX. Y se recuerda que muchas de las víctimas de la bomba fueron coreanos obligados a trabajar en Hiroshima en régimen de semi-esclavitud.
Todo el museo está lleno de objetos donados por supervivientes, incluidas algunas grullitas de papel de las que hizo Sadako Sasaki. Esto se va haciendo cada vez más insoportable y al final ya casi no podía mirar a ningún sitio porque se me saltaban las lágrimas. No pude ver ni uno solo de los vídeos en que algunos Hibakusha, muchos de ellos niños durante la guerra, contaban su experiencia. Era demasiado estremecedor. Incluso ahora me emociono al recordarlo; me está constando bastante escribir este párrafo.
Al salir del museo decidimos cambiar de tema e irnos a Miyajima. Miyajima es ua isla (jima = isla, como Iwojima) cercana a Hiroshima. Tanto que el tranvía llega hasta el embarcadero desde donde se coge el ferry, aunque también podíamos haber vuelto a la estación y coger el cercanías (línea JR, al igual que el propio ferry). En el mismo embarcadero paramos a comer en un fast-food llamado "Padre Madre" (no hablaban español, pese al nombre). Yo comí takoyaki y los demás una especie de hamburguesas, pero con arroz prensado en lugar de pan y contenidos varios en lugar de hamburguesa. Health-fast-food, por decir algo.
Con la panza llena cogimos el transbordador, desde el que hay unas bonitas vistas a toda la bahía de Hiroshima y a la propia Miyajima. Lo primero que se ve de la isla es el enorme tori. Con la marea alta, la parte inferior del tori queda cubierta por el agua, pero nosotros llegamos con marea baja, así que quedaba en tierra firme.
Una vez desembarcamos, en seguida pudimos comprobar que no sólo en Nara-koen había ciervos sueltos. En Miyajima también campan a sus anchas y son igual de amistosos. Una vez me encontré uno dentro de una tienda (espero que no le diera por cagarse; al dueño no le habría hecho gracia).
Miyajima da para una visita corta o larga, a elección. Se puede subir a ver los templos de la montaña o recorrer la isla en bici. En el monte hay monos, aunque no son tan dóciles como los ciervos. Sin embargo, nosotros nos limitamos a la zona cercana al embarcadero. Principalmente al santuario de Itsukushima-jinja. El gran tori señala la entrada al santuario desde el mar. Se puede visitar por dentro, pero preferimos limitarnos a acercarnos al tori (aprovechando la marea baja) y ver el santuario por fuera. Luego subimos a una colina cercana en la que hay una pagoda bastante bonita y recorrimos un poco la zona. Incluidas las tiendas de recuerdos. La artesanía típica de la zona es la pala de arroz, y exhiben orgullosos la mayor pala de arroz del mundo. Tié que habe gente (y récords) pa tó.
Volvimos a la estación de Hiroshima (esta vez en cercanías, que el tranvía tarda mucho) y otra vez al Shinkansen de vuelta a Osaka. Esta vez ni siquiera tuvimos ganas de bajar al centro. Cenamos en la estación (en uno de esos sitios en que hay que coger ticket en la maquinita, pero incluso los garitos de la estación son baratos y dan abundante). Y al hotel, después de mirar horarios de tren para el día siguiente. Próxima parada: Nagoya.
13 septiembre 2008
20/08 Geisha, flor de loto, samurai...
Etiquetas:
Japón,
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3 comentarios:
Los lugars donde han sucedido hechos tan espeluznantes deben proporconarte una sensación extraña. Por un lado creo que deberían ser de visita obligada, para no olvidar nuestro pasado, por terrible que éste sea (es como el valle de los caídos, lugar que creo que todo español debería visitar para no olvidar cómo fué construido). Pero el toparte de frente con esa realidad debe dejarte demasiado mal cuerpo.
Una vez mas ... ya me tienes esperando por el próximo capítulo de esta amena plastoserie :)
Creo que todos los aficionados al origami conocen la historia de sadako. Creo que hay estatuas dedicadas a ella en más lugares del mundo, no solo en Hiroshima. Estremecedor. Los soldados muertos en las guerras son una mala noticia, pero las víctimas civiles en los bombardeos, atómicos o no...
Según la Wiki, hay otra estatua en un parque de Seattle.
Creo que lo que más me impresionó fue el hecho de que les cayera algo para lo que no estaban en absoluto preparados. La población de Hiroshima (y esto incluye a decenas de miles de coreanos forzados) estaba movilizada preparando la ciudad para posibles bombardeos, pero la bomba atómica fue algo contra lo que no tenían ninguna defensa.
Creo que ha sido la única vez en mi vida en que me he puesto gafas de sol para que no se viera que estaba llorando.
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