28 abril 2004

Mal rollo

Una de las cosas que más me gusta de mi lugar de trabajo es que siempre nos hemos llevado muy bien entre los compañeros. Por desgracia, de un tiempo a esta parte, ese buen ambiente se está deteriorando. Y no me hace la menor gracia.

Una parte importante de la culpa de este deterioro la tiene la tensión entre grupos de trabajo. Tensión causada en parte porque algunos jefes de grupo son unos merluzos. En concreto, hay dos que me tienen harto. No, ninguno es el del mío; afortunadamente, porque soy yo mismo.

Uno de ellos, más que merluzo, es un poco incapaz. Tal vez sepa de algunas cosas, pero no tiene ni idea de programación. Y nosotros hacemos programas. Así que, cada vez que alguien de su equipo tiene un problema, acude a mí. Y no es que me importe; en realidad, me gusta echar una mano a otro compañero porque es una forma de hacer el trabajo más variado. Pero es una carga extra que nadie me tiene en cuenta, y tiempo que podría ocupar en hacer cosas para mi grupo. Eso sí, ahogarse en un vaso de agua lo hace maravillosamente.

El otro es un egoísta. Tiene muchas cualidades positivas, pero su vida se basa en ser feliz a costa de los demás. Por ejemplo: suele comer con el mismo grupo que yo; y siempre es el último en bajar al restaurante, sabiendo que los demás habremos bajado a tiempo para pedir mesa y esperar a que nos la den. Él llega a mesa puesta siempre.

Una cosa muy importante en mi trabajo es la coordinación entre grupos. Pues bien, él hace lo que le da la gana. Dos personas de mi grupo (sólo somos cinco) estuvimos varias semanas ocupados en desarrollar una biblioteca de clases que nos permitiera abandonar una herramienta comercial que utilizamos y sale carísima. Ayer, al intentar terminar la integración de una aplicación, me enteré de que él, por su cuenta, había decidido que seguía usando la herramienta comercial y lo que habíamos desarrollado nosotros se lo pasaba por el forro de los cojones. Naturalmente, sin decirlo a nadie, sin avisarnos para que pudiéramos dedicar nuestro esfuerzo a otras cosas... qué más le da. Por supuesto, a la hora de pedir, siempre va con unas prisas que para qué. Política de hechos consumados: tenéis que darme esto para dentro de un rato o, si no, mi parte no va a funcionar y nos quedamos sin aplicación.

Como veis, yo también uso a veces el blog para quejarme al viento. Y sienta bien, oye; iba a largar contra dos o tres más, y ya se me han quitado las ganas.

No hay comentarios: