24 mayo 2005

Mauritshuis

Durante la semana pasada estuve en La Haya por razones de trabajo. Menos mal que pagaba mi empresa, porque La Haya es una ciudad muy cara, aunque también muy bonita. Tiene bosques en pleno centro de la ciudad, para que os hagáis una idea.

Aparte de eso, hay algunas cosas muy dignas de verse. Una es la ciudad en miniatura de Madurodam. Supe de su existencia cuando era pequeñito, pero casi la había olvidado hasta que, casualmente, vi el nombre en un plano. Madurodam se llama así por George Maduro, un joven holandés que murió durante la II Guerra Mundial. Como tantos otros; pero, en este caso, sus padres tenían dinero y quisieron hacerle un memorial. En lugar de hacer una estatua, iniciaron el proyecto de la ciudad en miniatura. El "dam" del final tiene el mismo sentido que en Amsterdam o Rotterdam, por ejemplo: significa "dique", una de las principales características de los Países Bajos. Y eso es lo que pretende mostrar la ciudad en miniatura: es como un paseo por todo el país. Recoge los edificios más característicos del mismo, a escala 1:25. Esto incluye desde algunas granjas típicas hasta rascacielos de los centros financieros e incluso el aeropuerto de Amsterdam enterito, con aviones y todo. Pasando por las joyas arquitectónicas del país, con tal detalle que en el Rijksmuseum puedes ver a la gente alrededor de 'La Ronda Nocturna' de Rembrandt, por ejemplo. En total son más de cien edificios singulares o conjuntos.

Y La Haya también tiene un museo que, si bien no es tan grande como el Rijksmuseum de Amsterdam, sí tiene una excelente calidad. Me refiero a la Mauritshuis. Una pinacoteca dedicada exclusivamente a artistas holandeses y flamencos entre los siglos XV y XVII.

La Mauritshuis posee obras de pintores como Van Eyck, Peter Brueghel, Rubens, Rembrandt y, sobre todo, Vermeer. No es que sean muchas en número las obras de este último: sólo son tres, pero no está mal para un pintor del que sólo se conocen 35 pinturas en todo el mundo.

Las estrellas de la colección son la famosa Lección de Anatomía del Profesor Tulp y las obras de Vermeer, especialmente dos de ellas: la Vista de Delft y la celebérrima Muchacha de la Perla.

Tal vez penséis que los asistentes a la Lección de Anatomía van demasiado emperifollados para ser simples estudiantes de una facultad de Medicina. En realidad, estas lecciones eran muy raras y sólo se daban en ocasiones especiales. La del cuadro se celebró con ocasión de la concesión de un importante cargo al Profesor Tulp (no recuerdo cuál, lo siento). El cadáver diseccionado era el de un criminal que había sido ejecutado. Y la lección constituía un acontecimiento social. Aparte de eso, la extraordinaria composición, la habilidad de Rembrandt para crear muchos puntos de interés en el cuadro, la expresividad de cada uno de los retratos de quienes aparecen en el cuadro... a mí, personalmente, se me va la vista hacia el brazo abierto del cadáver, pero hay montones de lugares donde posar la vista.

Si Rembrandt era toda una personalidad pública en su tiempo, Vermeer fue todo lo contrario. Apenas se le conocía fuera de su ciudad natal, Delft, y tras su muerte cayó en un olvido del que sólo fue rescatado doscientos años después, cuando los impresionistas redescubrieron a este maestro de la luz y del intimismo. La Vista de Delft es casi una precursora, precisamente, del Impresionismo. Vermeer se adelantó a su tiempo usando técnicas puntillistas para reflejar la luz en los barcos del puerto e incluso utilizando materiales extraños para recrear algunas texturas, como la arena que utiliza en los tejados de las casas. Me temo que eso no lo vais a apreciar en una reproducción. Fijaos en el juego de luces: la nube que aparece en primer término deja en sombras los edificios que hay junto al río, pero no los que encontramos tras ellos ni las nubes del fondo. De esta manera, invierte la estructura habitual, consistente en resaltar los objetos que aparecen en primer plano y difuminar los que se situan detrás. Además, utiliza el reflejo de los edificios en el agua para unir las dos orillas del río, con lo que consigue ligar a las personas con la ciudad sin violentar la perspectiva. Este cuadro es el único paisaje de Vermeer que se conoce, pero nadie lo diría, en vista de la maestría que despliega el pintor.

Y luego tenemos otro cuadro completamente distinto, plenamente en la línea principal de Vermeer: la Muchacha de la Perla. Recuerda un tanto a la Gioconda en el tema (retrato de una mujer desconocida) y el tamaño, pero el estilo es absolutamente distinto del de Leonardo. Hay algunos aspectos del cuadro que me recuerdan a Goya, como la preferencia por las pinceladas amplias frente al detalle. Tal vez en la reproducción no lo apreciéis, pero la perla consiste en sólo dos pinceladas blancas. El resto lo reconstruye nuestro cerebro. Y lo mismo ocurre con la espalda de la muchacha. Una vez más, la luz es la protagonista. El fondo no existe y los puntos principales son la perla, los ojos, la boca y la luminosidad del rostro. Aparte de eso, el dominio del azul y el amarillo contribuyen a la placidez de la expresión de la chica. Vermeer, como en tantas otras de sus obras, parece querer mostrarnos el interior de su modelo más que el exterior.

Además, tuve la suerte de que la sala de Vermeer se completara con un cuarto cuadro que tenían en préstamo, seguramente el que el propio artista consideraba el más importante de todos los que pintó: El Arte de la Pintura. Hace unos años, la Mauritshuis organizó una exposición del artista, pero no pudo contar con este cuadro porque se encontraba muy deteriorado. Tras la restauración del mismo, el Kunsthistorisches Museum de Viena accedió al préstamo. El cuadro es una declaración de principios y está lleno de símbolos. La cortina que se aparta para mostrarnos la intimidad del artista, el mapa de Holanda, la máscara sobre la mesa, los objetos que porta la modelo... Fijaos en que la lámpara que cuelga del techo está apagada: aunque Vermeer fue sobre todo un pintor de interiores, prefería utilizar la luz solar para sus cuadros. En el propio pintor, que podemos considerar un autorretrato, hay algunos detalles muy interesantes. Uno es la ropa anticuada que lleva, con lo que tal vez expresa su identificación con los artistas de antaño. Otro, el que más me llama la atención, el hecho de representarse de espaldas. Para él es más importante su arte que su persona. En fin, imagino que cada uno de vosotros puede encontrar mil aspectos sugerentes en el cuadro.

La próxima vez que vayáis a un museo, si podéis hacerlo a una hora en que haya poca gente, probad a ver menos cosas y estar más rato con cada una de ellas. Todo lo que hace el artista en cada una de sus obras tiene un sentido, y de todo ello podemos disfrutar.

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