Este fin de semana he estado en Granada, en la boda de un amigo de Raquel. Es un chico que hizo la tesis en París, mientras ella estaba allí. Y algunos de los "parisinos" han aprovechado la circunstancia para verse.
Para mí no es habitual estar con esa gente. Resulta curioso estar con tantos profesores e investigadores universitarios fuera de su trabajo, si no conoces el ambiente. Porque, además de los invitados a la boda, había unos cuantos químicos más que habían bajado a Granada con motivo de unas conferencias de la Universidad.
El sábado nos juntamos con los de las conferencias. Hay que decir que, por malas que fuesen, tenía que valer la pena asistir a ellas sólo por el alojamiento. Muchos estaban alojados en el Carmen de la Victoria, en pleno Albaycín, que actualmente es una residencia para invitados de la Universidad de Granada. No sólo el carmen en sí es precioso y tiene unos jardines magníficos: también tiene la mejor vista de la Alhambra que os podáis imaginar. Para que os hagáis una idea, el carmen original era una residencia de los reyes granadinos construida más o menos a la vez que aquella, y dicen que no está claro si se puso el Carmen allí por la Alhambra o la Alhambra por el Carmen.
Después de un rato allí, nos juntamos con los demás en un hotel y dimos un paseo por el centro de Granada, con los profesores locales como guías turísticos. Era la tercera vez que visitaba la ciudad, pero creo que nunca me había parecido tan bonita. Y las veces anteriores habían dejado el listón alto. Como anécdota, os contaré que llegamos a las inmediaciones de la catedral sobre las diez menos cuarto, y poco después comenzaron a tocar las campanas a difuntos; de ahí dedujimos que se había muerto el Papa.
Al acabar la visita, tapeo (no tan fácil, porque éramos unas veinte personas y no entrábamos en cualquier sitio) y disgregación, salvo un pequeño grupo que decidió seguir la noche. Grupo en el que, por supuesto, estaba este cronista. Además de mí, estaban nuestros anfitriones, Nati y Pique (amigos de Raquel desde París, aunque Nati es granaína y ha vuelto a su ciudad), además de Enrique, uno de los profesores granaínos. Enrique pasó a hacerse cargo de la guía del grupo y nos llevó a algunos sitios que conocía, con excelente criterio. Además, descubrimos que congeniábamos perfectamente y acabamos llevándonos muy bien. Claro que acabamos medio mamaos a las cinco de la mañana, y al día siguiente teníamos boda.
La boda se celebraba en un pueblo de la vega. Fuimos los cuatro, guiados por Nati, que era la única local de nuestro cuarteto. La chica debía de estar orgullosa de su tierra, porque nos dio un paseo turístico completísimo. En realidad, parece que la pobre tenía una resaca seria y no conocía la zona, así que había preguntado a su hermano, pero debió de haber algún malentendido, porque tardamos más de una hora en encontrar la maldita iglesia. Tampoco es que tuviéramos intención de entrar, pero temíamos que ya se hubieran ido todos cuando llegáramos. Por suerte, no fue así.
En el banquete estábamos juntos los 11 invitados del grupo de químicos. Algunos sólo éramos acompañantes, claro. Éramos un grupo bilingüe, con varias personas que hablaban francés y español, pero también otros que sólo dominábamos uno de los dos idiomas (aunque creo que todos entendíamos el otro mejor o peor). La comida fue un rosario de anécdotas, de las cuales os contaré algunas dignas de una crónica rosa.
No sé si alguno de mis lectores habrá oído hablar de Olivier Kahn. No, el portero del Bayern no. Kahn era un científico francés, gran autoridad mundial en magnetismo, y tan borde como buen científico. En cierta ocasión dio una conferencia en un congreso que se celebraba en Burdeos y habló más o menos en estos términos:
"Nos encontramos en Burdeos, donde se produce posiblemente el mejor vino del mundo. Desgraciadamente, algunos años el vino no alcanza la calidad esperada, pero hay que darle una salida comercial. Por ello muchas bodegas usan una segunda marca para venderlo sin comprometer el nombre de la primera. Del mismo modo, muchos de nosotros nos vemos obligados en ocasiones a firmar artículos que no tienen la calidad esperable de nuestro nombre; para estos casos, deberíamos poder usar una segunda marca, como en el vino".
Modesto el hombre, como veis. En esto terminó la conferencia y llegó el apartado de ruegos y preguntas. Un investigador danés se levantó y preguntó:
"Profesor Kahn, ¿podría decirnos cuál es entonces su verdadero nombre?"
Por lo que contaban mis comensales, la carcajada fue estruendosa.
De todos modos, el episodio más comentado sucedió años más tarde en Lyon. Había unas jornadas sobre magnetismo y Kahn tenía que dar una conferencia, pero no aparecía. Entonces empezó a correr la noticia de que había fallecido. Y así era. Acababa de morir en su hotel, víctima de un aneurisma. El motivo de este aneurisma se desconoce, aunque tal vez viniera causado porque, en el momento del óbito, se estaba cepillando a una joven cuya tesis doctoral dirigía. Esto es bien conocido porque la chica en cuestión contaba el episodio a todo aquel que quisiera escucharlo. Lo cual demuestra que no tenía muchas luces, pues pasó de poder ser una prestigiosa investigadora del equipo de una eminencia mundial a la chica que se estaba sacando la tesis a base de tirarse a su director. Además, a la viuda no le hizo mucha gracia.
Para que luego digáis que la ciencia es aburrida.
06 abril 2005
Ciencia Rosa
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