Hoy en el metro he visto a un par de músicos que tocaban en el vagón en que iba yo. Uno de ellos tocaba un dulcimer que llevaba colgado del cuello, lo que le hacía agachar mucho la cabeza y tocar encorvado, porque el artilugio tenía pinta de pesar lo suyo. Cuando hemos llegado a la siguiente estación y se han bajado, he comprobado mantenía la joroba incluso cuando no llevaba el instrumento colgado. Naturalmente, no puedo saberlo con seguridad, pero me ha parecido que la cantidad de horas que se ha podido pegar con el dulcimer colgado del cuello le ha podido provocar daños permanentes en la columna.
A lo largo de la historia ha habido muchos casos de personas a las que una actividad de este tipo les ha provocado lesiones irreversibles. Es famoso el caso del compositor Robert Schumann. En su juventud, Schumann quería convertirse en virtuoso del piano, así que ideó un sistema de contrapesos que le sujetaban los dedos mientras tocaba para mejorar su técnica. Lo único que consiguió fue una lesión en la mano derecha de la que nunca pudo curarse y que le impidió volver a tocar el piano.
Los aficionados al atletismo tal vez recordéis a Yuri Sedykh, quizás el mejor lanzador de martillo de todos los tiempos. La fuerza que tenía que hacer con los dedos para sujetar el martillo en los lanzamientos y sus entrenamientos hicieron que se le atrofiaran las articulaciones de los nudillos, por lo que no podía abrir la mano.
Los que me conocéis sabéis que yo soy muy entusiasta con la guitarra, pero eso de causarte lesiones irreparables ya no, mira. Cuando te empiezan a doler las articulaciones quiere decir que tienes que parar. A diferencia de los videojuegos, en la vida real sólo tenemos un cuerpo para toda la vida. Los ciberimplantes aún no funcionan bien del todo.
22 enero 2005
Daño físico
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