El viernes por la mañana tocaba la visita panorámica de Praga. Esta vez las únicas del grupo que estaban en nuestro hotel eran dos madrileñas, tía y sobrina, a las que llamábamos "nuestras vecinas" porque siempre estábamos en habitaciones contiguas. Eran bastante agradables y nos llevamos bien con ellas. El caso es que estábamos los cuatro esperando en el vestíbulo del hotel cuando vino un chico y nos preguntó, en castellano pero con acento checo, si éramos los del grupo de Agur. Resultó ser Alex, nuestro guía indígena.
Agur (Agurtzane) era la guía española que nos acompañó durante toda la semana. Sospecho que vive en Praga, pues la oí hablar en checo tanto con el conductor del autobús como con la recepcionista mema de nuestro hotel, pero me quedé con las ganas de preguntárselo. También la oí muchas veces hablar en euskera con otras dos de Gernika; parece que se le dan bien los idiomas, aunque no hablaba húngaro ni alemán. Por cierto, si tía y sobrina pueden parecer una pareja rara para un viaje, las de Gernika eran suegra y nuera. También nos juntamos con ellas algunas veces y nos llevamos bien. Ahora que lo pienso, mi padre también hizo una vez un viaje con su suegro, se me olvidó mencionárselo.
Mientras esperábamos, estuvimos charlando con Alex, que resultó ser bastante majete, y tampoco estaba nada mal.
Aunque he escrito que esperábamos al autobús, sólo nos iba a dejar en el centro, ya que íbamos a hacer la visita a pie, sobre todo por zonas peatonales. Praga es una ciudad cómoda de visitar, pues casi todas las zonas interesantes están concentradas en un área relativamente pequeña, salvo Vyšehrad y poco más. De los 15 distritos que tiene la ciudad, es difícil encontrar turistas fuera del 1.
Alex nos llevó, principalmente, por los sitios que ya habíamos visto por nuestra cuenta la tarde anterior, además de la judería (Josefov, al norte de Staré Město) y el famoso Puente Carlos (Karlúv Most). A Josefov se accede desde la plaza Staroměstská a través de la plaza Franz Kafka (Franze Kafky Náměstí). Kafka era judio, conque es apropiado. Hay muchas casa en Praga marcadas como "aquí vivió Kafka" o "aquí nació Kafka" (bueno, de éstas, sólo una), pese a que nadie le hizo ni puto caso en vida. Por cierto, junto a la plaza Kafka está la oficina en que dan el mejor tipo de cambio de toda la ciudad, pero hay que cambiar al menos 150 €. Ojo con las casas de cambio: normalmente, el tipo que anuncian en la puerta es el de venta, no el de compra. Eso lleva a error a los que no se fijan. Y también hay que vigilar si cobran o no comisión.
La judería de Praga tiene un interés especial porque, por razones que no están muy claras, Hitler tenía un cariño especial a los checos. Y, en lugar de destruir las sinagogas, el cementerio y demás edificios judíos, decidió mantenerlos para convertir Josefov en un museo de un pueblo desaparecido. Naturalmente, las cosas no fueron como el tipo esperaba. Hoy, muchos judíos han vuelto al barrio, las sinagogas funcionan y muchos turistas judíos, especialmente de los EEUU, vienen a ver el barrio judío mejor conservado de Centroeuropa.
El gueto de Praga es el origen de la leyenda del Golem, el monstruo creado por un cabalista de Praga, antecedente del mito de Frankenstein. El rabino existió realmente y está enterrado en el cementerio judío; del golem, en cambio, no se ha vuelto a saber.
Hace 14 años, en el Puente Carlos sólo estábamos mis compañeros y yo. En la actualidad, está lleno de turistas a todas horas. Como su nombre indica, el puente fue construido en el siglo XIV por orden de Carlos IV y es el más antiguo de los 19 que hoy día cruzan el Moldava (Vltava en checo). El nombre del río suena tal cual se escribe; una de las características del checo es el amontonamiento de consonantes al inicio de las palabras. Es una de las razones por las que los lingüistas consideran que es uno de los cinco idiomas más difíciles del mundo. Otra de las razones es la existencia de un fonema único, representado por la ř, que se considera el más difícil de pronunciar del mundo. Su sonido está entre la r y la z y está presente, por ejemplo, en el nombre del compositor Dvořak.
Volvamos al puente. Enlaza Staré Město con Malá Strana, es peatonal y está jalonado de estatuas a ambos lados, 32 en total. Claro que es difícil verlas porque está petado de gente. Supongo que en invierno seguirá siendo bonito, pero así...
En el Puente Carlos terminó nuestro recorrido guiado. Ya era hora de comer, así que buscamos un sitio para tomar una cerveza con un bocata. La cerveza checa es peligrosa. Como es tan buena (si os gusta la cerveza suave) y barata, en seguida te decides a tomarte una. Claro que, al cabo de un rato, el medio litro de birra hace sus efectos y tienes que mearlo. Conque entras en otro bar, vas al servicio y, ya que estás, te atizas otra. Y así todo el rato. No es de extrañar que la República Checa tenga el consumo de cerveza por habitante más alto del continente, superando incluso a Irlanda. 165 litros por habitante y año; y eso que son los bohemios quienes la beben, principalmente. En Moravia se produce y bebe vino, sobre todo.
En vez del bocata, Raquel se compró un pastel por la calle. Más que la pastelería, en Praga abunda la repostería. Hacen bollos sencillos, pero ricos y muy baratos. El de Raquel era de chocolate y costó menos de 5 Kč.
Decidimos dedicar la tarde a ver lo que nos faltaba de Nové Město y Vyšehrad. Conque bajamos hasta la plaza de Carlos (Karlovo Náměstí), que es más bien un parque, y luego seguimos hasta Vyšehrad. Se trata de una fortaleza situada sobre una colina al sur de Nové Město. Está apartada del resto de los lugares de interés, por lo que hay que caminar un buen rato. A cambio, no hay casi turistas extranjeros. Lo íbamos notando por el camino, pues los restaurantes eran más baratos y apenas tenían rótulos en inglés.
Después de las aglomeraciones que habíamos encontrado en otros sitios, Vyšehrad nos pareció un remanso de paz. Y no desmerece al resto de la ciudad. Los pocos visitantes que nos acompañaban parecían checos, incluso. Así que nos pegamos un par de horas recorriendo la fortaleza y aprovechando las excelentes vistas sobre la ciudad. También visitamos el cementerio que hay en su interior, donde están enterrados los hombres ilustres del país. Vimos, por ejemplo, las tumbas de Bedřich Smetana y Jan Neruda. Por lo que sé, Antonin Dvořak también está enterrado allí, pero no vimos la sepultura.
Luego bajamos y nos dedicamos a pasear por Nové Město. Más que edificios notables, son las casas en sí lo mejor de esta parte de la ciudad. Cualquier calle es bonita y muchas veces no sabíamos cuál elegir.
Finalmente, fuimos a cenar a Novoměstský Pivovar, una cervecería que nos había recomendado Alex. Está en Vodičkova, una calle que sale del centro de la plaza Váslavské. Tiene el aliciente de que elaboran su propia cerveza, incluso hacen visitas guiadas enseñándote las instalaciones. Cerveza que, como podéis imaginar, es bastante buena. Para comer, pedí gulaš, porque mi hermano me había dicho que era bastante diferente del húngaro y quería probarlo. Así era, aunque no sabría con cuál quedarme. Ah, una peculiaridad de los platos checos son los knedlíky que se sirven como guarnición. Son unas rodajas de pan amasado con otras sustancias, como patata o panceta, que sirven para mojar en la salsa. Un buen invento. Aunque, entre la cerveza, los bollitos y los knedlíky, no sé cómo no están más gordos en este país. Comimos muy bien, aunque menos cantidad que el día anterior, por sólo 600 Kc incluidas las cervezas y el postre.
Claro que esta vez no nos íbamos al hotel. Teníamos entradas para el Teatro Negro.
Durante la época comunista se desarrolló esta forma de teatro, que no usa palabras, por lo que no tenía muchos problemas de censura. A cambio, utiliza todos los recursos escénicos que os podáis imaginar, especialmente el que le da nombre, consistente en el manejo de elementos por personas camufladas en la oscuridad de la parte posterior del escenario, vestidos de negro. Obviamente, los actores necesitan un buen dominio de la expresión corporal, pero no tiene mucho que ver con el mimo.
La obra que fuimos a ver se titula "Aspects of Alice" y se representa en un teatro de la calle Karlova, que une la plaza Staroměstské con el Puente Carlos. Los dos salimos entusiasmados, al igual que las dos vascas del grupo que estaban sentadas junto a nosotros. Se lo recomiendo a todo el mundo. A veces salen de gira y la obra ha venido varias veces a España pero, según nos dijo Agur, no era lo mismo porque nuestros teatros no están preparados para ese tipo de espectáculo.
Apenas vimos checos entre el público. Supongo que, al ser un espectáculo tan internacional, aprovechan el verano para subir los precios (las entradas costaban 620 Kč), mientras que el público local va en invierno.
Esta vez llegamos al hotel más tarde de lo habitual, casi a las doce, pero había valido la pena. Además, teníamos libre el día siguiente, conque podíamos levantarnos más tarde.
12 septiembre 2004
27/08 El Teatro Negro
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