03 mayo 2004

Mayores

Hoy, cuando volvía del trabajo en el autobús, tenía junto a mí a una pareja de unos 70 años. Al parecer, se habían encontrado con un amigo de su misma edad, que estaba sentado frente a ellos, y estaban hablando de sus cosas.

Me he fijado especialmente en la pareja. Los dos tenían cara de felicidad, de estas personas que sonríen sin que parezca que tienen un motivo especial. Debía de hacer tiempo que no veían a su amigo por lo que hablaban. "Pues sí, ahora estamos ya los dos solos, supongo que vosotros también". Obviamente, hacían referencia a que sus hijos ya habían abandonado el hogar paterno. Otras veces veo personas de esa edad que se lamentan de que les hayan abandonado, se sienten viejos y no saben qué hacer. Estas dos parecían felices de ver cómo la vida sigue su curso, ahora son sus hijos los que hacen lo mismo que ellos hace treinta o cuarenta años, y tienen por delante unos cuantos para pasar con quien, probablemente, ha sido el amor de su vida.

Me recordaban un tanto a mi abuelo. Él también era así, también fue aceptando que se hacía viejo y descubriendo las cosas buenas que le traía el paso del tiempo. Cuando él vivía, yo pensaba que de viejo quería ser como él. Hoy he vuelto a pensarlo. Si dentro de treinta o cuarenta años me veis y tengo la misma cara que el señor del autobús, es que mi vida ha valido la pena.

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