07 julio 2003

King Crimson

Acabo de llegar a casa después de haber visto en concierto a King Crimson. Señores, qué barbaridad. Qué barbaridad.

Para un aspirante a guitarrista como el menda, ver juntos a Robert Fripp y Adrian Belew es la leche. A Fripp sólo he podido atisbarlo, claro. Él, tan simpático y comunicativo como siempre, ha tocado sentadito en su banqueta, de medio lado al público y sin luces, de manera que casi no se le veía. Belew es todo lo contrario, es un tipo muy simpático. Unos amigos me han contado que, antes del concierto, se dedicaba a hacer monerías al público que iba llegando desde el interior de su autobús.

He ido al concierto solo pero me he encontrado a unos amiguetes de Zaragoza (los que me han contado lo del autobús). Hacía tiempo que no veía a dos de ellos, al tercero lo vi el mes pasado. Al acabar el concierto nos hemos ido a echar unas cañas y uno de ellos, JJ, me ha contado por qué tenía ese aspecto tan raro. Trabajaba en un bar de Zaragoza donde iba lo peorcito de la ciudad. Y él se hacía el turno de noche. Había broncas continuas y al final le tocó una: entre dos individuos decidieron hacerle la cirugía estética y le partieron la nariz por tres sitios. Ahora debería estar sufriendo porque, como su contrato temporal terminaba hace poco, su jefe tenía que renoverle, al estar de todavía de baja por el asunto. Pobre jefe.

Afortunadamente, nuestro caudillo y sus secuaces hicieron una ley recientemente que permitía a su jefe no renovarle el contrato. Le dijo que, como no sabía hasta cuándo iba a estar de baja, que a la puta calle. Así, JJ tiene la doble satisfacción de que le hayan roto la cara por su trabajo y que su jefe haya podido desentenderse de él. ¡Viva España!

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