Hoy estoy en casita, hecho polvo. Llevo un catarro de cuidado encima por culpa del maldito aire acondicionado de la oficina.
No entiendo a esa gente que se empeña en estar a 18 grados en verano y a 23 en invierno. De verdad que no. A mí me parece normal tener calor en verano y frío en invierno. De acuerdo, si se puede estar un poquito mejor, pues vale. Pero yo creo que la temperatura normal en un lugar de trabajo debería ser al revés: 18 en invierno y 23 en verano. Para mi desgracia, la masa no opina lo mismo.
Además, para mi aún mayor desgracia, el aire acondicionado de mi oficina funciona de pena. Hay un difusor en el centro que nos suelta todo el aire a mí y a otros dos compañeros, mientras que un montón de gente ni se entera de que está encendido. Yo estoy hecho un asco desde el sábado (sí, me ha fastidiado todo el fin de semana) y mi compañera SuperFresa, que se sienta a mi derecha, ayer empezaba a tener mal aspecto. No sé si habrá ido hoy a trabajar. A ver cuánto tarda en caer el que falta.
Veo que hacía quince días que no escribía nada aquí, así que voy a dejar de quejarme, porque me parece que tengo cuerda para llenar siete pantallas. Venga, pasadlo bien y la próxima vez que escriba será algo más interesante.
25 junio 2003
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