Ahora que teníamos el desayuno incluido en el precio de la habitación, Cassandra y Jofán no bajaban a desayunar. Qué raros son estos frikis.
Nosotros sí. Un poco más tarde que el día anterior, que no teníamos prisa y así evitábamos coincidir con la bajada del grupo grande. Y luego nos fuimos a dar una vuelta por los jardines del Palacio Imperial, aprovechando que por fin había salido el sol.
El Palacio Imperial de Tokyo, donde actualmente vive el emperador (Japón es el único país del mundo que aún tiene emperador), está en el centro de la ciudad. Es un recinto amurallado en el que no se puede entrar, pero no sólo tiene parque intramuros, también tiene otro exterior, con su foso y toda la pesca. De todos modos, no es un parque especialmente interesante. Sí tiene árboles que no se encuentran habitualmente en los jardines occidentales, pero son los mismos que se pueden ver en otros lugares del país. Así que, después de dar una vuelta, nos fuimos al cercano distrito de Ginza.
Ginza es el centro comercial de Tokyo. Todas las grandes marcas tienen tienda aquí. Vale, ya sé que he dicho lo mismo de otros barrios de la ciudad, pero aquí más. Tokyo es la capital de la segunda potencia económica del mundo. Además, es una ciudad enorme. La población de su área metropolitana (que incluye Yokohama, la segunda ciudad del país) equivale casi a la de toda España. Conque tiene muchísimas tiendas de lujo. Y de las otras. En Ginza hay de todo, aunque predomina el pijerío. Las pijas japonesas son de nota. Las ves por ahí puestísimas y monísimas de la muerte, con pinta de haber pasado varias horas arreglándose antes de salir de casa. Un día vimos a una de ellas entrando en el piso superior de una cafetería. Llevaba el típico gesto de aturdimiento mientras miraba a un lado y a otro, con las manos levantadas como si se estuviera secando las uñas. Detrás de ella venía un chico con unas pintas muy normalitas que cargaba con su mochila, el bolso de la chica y la bandeja con los cafés de los dos. Pero la niña iba ideal de la muerte.
Aproveché para comprar potingues en la tienda de Shiseido (un encargo de mi hermanita) y también compramos algua chorrada más, como un cenicero portátil para Raquel. Y luego decidimos irnos a otra zona, a ver si el ambientillo nos convencía más.
Nos fuimos hacia Shinjuku, que es lo más parecido a un barrio peligroso que se puede encontrar en Tokyo. Esto significa que hay muchos bares de putas y que por la noche te puedes encontrar borrachos sueltos por la calle. Lo que en las demás ciudades llamamos "zona de marcha", vaya. Comimos en un alemán-japonés (yo me tiré más al japonés, basashi y kuzukiri para postre) y nos dedicamos a patear un poco. Shinjuku nos gustó bastante, la verdad. Mucho garitillo, mucha tienda y mucho ambientillo. Incluso encontramos una tienda de gothic lolitas donde las chicas se compraron unos trapitos. En Japón, como ya había mencionado, hay muchos edificios con tiendas o bares en los pisos. El portal está abierto y suele dar directamente al ascensor. En el exterior hay un directorio, así que ya subes a tiro fijo. Nuestra tienda de lolitas ocupaba el quinto y sexto piso de un edificio (en Japón el primer piso es la planta baja: por tanto, un quinto equivale a un cuarto nuestro).
Callejeamos un poco más y nos fuimos a Ueno, a intentar encontrar un par de sitios que habíamos visto dos días antes. Por un lado, un bar de sushi para llevar; por otro, una tienda para que Nu se comprara un banderón de esos chinos. Y descubrimos que las calles cambian mucho de un día lluvioso a otro seco. No había forma de encontrarlos. Finalmente, compramos el sushi en otro sitio y Nu se quedó sin su banderón.
Volvimos al hotel, donde habíamos quedado a las nueve para cenar juntos. Por cierto, cuando digo que salió el sol, no quiero decir que no lloviera más. todos los días hasta que nos volvimos a casa llovió en algun momento, pero también tuvimos sol y calor.
Cassandra y Jofán llegaron una hora tarde porque habían estado entretenidos por ahí. Entre otras cosas, habían conseguido encontrar el Marui, un gran almacén que les habían recomendado. Es que tiene su truco: en la fachada no pone Marui, sino OIOI. Es un juego de palabras: en japonés, el punto ortográfico se llama "maru" y se escribe como un circulito. Resultó que habían estado casi en los mismos sitios que nosotros, porque el Marui está en Shinjuku (nosotros habíamos pasado por delante).
Al final cenamos juntos en nuestra habitación y estuvimos un buen rato de cháchara. Ya que no nos veíamos durante el día, por la noche alargábamos un poco la cena. Y a dormir. Ya sólo nos quedaba un día entero en Japón.
08 octubre 2008
27/08 Ginza y Shinjuku
Etiquetas:
Japón,
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