Nuestra breve estancia en Nagoya tocaba a su fin. Pero, en lugar de irnos en seguida a Tokyo, íbamos a aprovechar el día para visitar Toba.
Toba es un pueblo, más bien un complejo turístico, en la costa sur de Japón cuyo principal atractivo son las perlas. Sigue habiendo pescadores de perlas que hacen exhibiciones para los turistas, pero la mayoría de las que producen hoy día son cultivadas. Además hay un santuario sintoísta muy importante en las cercanías, el de Ise-jingu. Esta enormidad incluye cientos de santuarios menores e incluso tiene un autobús que une los dos principales, que son de los que se siguen reconstruyendo ritualmente cada veinte años. La última reconstrucción, en 1993, costó miles de millones de yenes. Y lo del autobús no es tontería, que entre un santuario y otro hay seis kilómetros; ya os digo que es una enormidad.
Toba tiene un tercer atractivo y es por ahí por donde queríamos empezar nuestra visita: el acuario. Así que, tras dejar nuestras cosas arregladas en Nagoya y pasar un par de horas en el tren, fuimos directos al acuario.
Como era sábado, había mucha concurrencia. Eso sí, muy pocos occidentales, lo que nos venía bien para localizarnos unos a otros cuando nos separábamos (ya he dicho que los japoneses son bajitos). Pese a la cantidad de público, pudimos ver todo muy bien. El acuario está muy bien organizado y se visita fácilmente. Empiezas por la zona A, las focas, y llegas hasta la L, con nutrias, pingüinos y morsas. Cada zona está dedicada a un tipo de animal o un hábitat. Tal vez lo más interesante del acuario sean los grandes mamíferos marinos, que incluyen dos manatíes e incluso dos dugong, que son muy raros. Según Cassandra, sólo hay cinco en cautividad en todo el mundo, contando los dos de Toba. Jofán y ella dijeron que el acuario de Osaka y el de Toba son muy diferentes, repiten pocas especies. Así que, si os gustan los acuarios, podéis ver los dos perfectamente. Yo no había visto un acuario marino desde hacía veinte años, cuando estuve en el Oceanográfico de Mónaco, así que me apetecía un montón y no me defraudó en absoluto. No os cuento mucho de la visita porque, vaya, era un acuario. No sé qué contaros. La entrada de hoy va a ser más corta de lo habitual. A cambio, pongo más fotos.
Me parece que el único que tenía interés en Ise-jingu era yo, conque no insistí mucho en ir a verlo. Pero después del acuario teníamos intención de ir a Mikimoto, la isla de las perlas. Sin embargo, hubo algunas cosas que nos echaron atrás. Por un lado, no estábamos muy seguros de querer pagar 1500 yen por cabeza para entrar. Por otro, era la hora de comer y teníamos más de cuatro horas de viaje hasta Tokyo. Así que nos fuimos a comer a un sitio cercano a la estación (ramen muy rico y barato, preparado delante de nuestras narices) y nos fuimos al tren. Entre el viaje de vuelta a Nagoya, la recogida de equipajes, la obtención de nuestras reservas para el Shinkansen (esta vez, sin problemas para ir todos juntos), el viaje a Tokyo y el posterior metro, llegamos a nuestro primer hotel a las nueve y media de la noche. Digo "primer hotel" porque sólo íbamos a pasar allí el fin de semana. El lunes nos iríamos a un ryokan. Es un poco largo de explicar.
Así que cogimos las habitaciones, dejamos las maletas, nos arreglamos un poco, cogimos los chubasqueros y salimos a cenar. Sí, los chubasqueros: llevaba lloviendo todo el día, aunque no nos había importado mucho porque habíamos pasado casi todo el tiempo a cubierto, entre el acuario y el tren. Por desgracia, no sería el último día lluvioso.
Terminamos cenando en un italiano. Un poco más caro de lo habitual: salimos a casi 2000 yen por cabeza y no comimos mejor que otras veces. Pero no habíamos encontrado otro sitio abierto. Y luego al hotel a dormir, que estábamos cansados con tanto viaje.
25 septiembre 2008
23/08 Toba
Etiquetas:
Japón,
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