Nos quedaban dos días en Osaka y dos localidades por ver. Incluso un mensista (y teníamos tres en el grupo) podría hacer las cuentas. Decidimos empezar por el sitio más cercano: Nara, otra de las antiguas capitales de Japón (antes de Kyoto).
Desde Osaka se puede ir a Nara en el cercanías. Una vez allí, la oficina de turismo está en la misma estación, como es habitual. Nos dieron información en castellano y nos explicaron que lo más interesante está en un parque al que se llega andando desde la estación en un cuarto de hora. Nara es una ciudad pequeña y la visita es cómoda. Basta con una excursión de un día. Ojo: visita corta, pero imprescindible. Los tres grandes templos del parque son tan impresionantes como distintos entre sí.
Desde la estación de Nara se va andando por Sanjo-dori, que es la típica calle llena de tiendas, como todas las que recorren los turistas sin parar. Y justo antes de llegar al parque de Nara-koen (que es el más grande de Japón; tampoco creáis que se ve todo en diez minutos) está la subida al templo de Kōfuku-ji. En Kōfuku-ji, además de la gran pagoda de cinco pisos y demás edificios del conjunto, vimos los primeros representantes de una de las principales atracciones de Nara: los ciervos. Hay unos 1500 en todo el parque, son muy mansos y no tienen ningún miedo a la gente. De hecho, si llevas galletitas saladas para darles (las venden por todas partes y son para los ciervos, no os las comáis), se te tiran encima, como le pasó a Cassandra. Si no las llevas, también te puedes acercar a ellos, tocarlos y lo que quieras, aunque en época de celo o cría (no era el caso) hay que tener un poco más de cuidado. No son ciervos muy grandes; calculo que los adultos no pasarían del metro de alzada. Ni siquiera Raquel les tenía miedo.
Como a un cuarto de hora de Kōfuku-ji, atravesando los terrenos del Museo Nacional de Nara (y casi esquivando los ciervos) está otro gran templo budista, el de Tōdai-ji. Tras curzar un gran pórtico y un no menos impactante atrio se llega al pabellón principal donde se encuentra el Daibutsu, una enorme estatua del Buda Vairacana. Daibutsu significa, simplemente, "Gran Buda" y es el nombre genérico que reciben las estatuas gigantes de Buda. Esta estatua de bronce tiene casi 15 metros de altura (y eso que el está sentado) y representa al Buda que se extiende por el mundo. Tal vez por ello hay un cartel que autoriza expresamente las fotografías; así los visitantes nos llevamos su imagen a todo el mundo.
Dentro del pabellón hay otras estatuas bastante grandes y uno de los pilares tiene un agujero en la base que lo atraviesa. Se dice que quien sea capaz de cruzar por él, alcanzará la iluminación. Todos los niños se dedicaban a ello. Yo creo que un adulto delgadito también pasa, pero no lo probé.
Nos fuimos de Tōdai-ji atravesando Nigatsu-dō, que es una especie de complejo secundario de Tōdai-ji, y llegamos así al tercer gran templo de Nara. Que no es budista, sino un santuario sintoísta, Kasuga-Taisha. Los santuarios sintoístas tienen varios elementos distintivos. Uno es el tori, un gran pórtico rojo cuyo travesaño sobresale por los extremos. Otro es el color blanco y rojo; éstos son los colores del sintoísmo, los mismos de la bandera japonesa. No sólo los edificios, también los sacerdotes (y sacerdotisas) sintoístas visten de blanco y rojo. Además, a diferencia de los monjes budistas, llevan el pelo largo con un tocado bastante llamativo. Y no les gusta que les hagan fotos.
En Japón se da mucho el sincretismo religioso. La mayoría de los japoneses se casan por el rito sintoísta, pero los ritos fúnebres son budistas. Y van a templos de los dos tipos. Cosas de las religiones orientales.
Otro rasgo característico de los templos sintoístas es la destrucción ritual. Cada veinte años derriban los principales edificios y los vuelven a construir. En algunos sitios se ha abandonado esta costumbre, pero en otros sigue llevándose a cabo. También tienen muchas linternas y farolillos, no sólo en los edificios, sino también en los caminos que llevan a ellos. Los caminos que llevan al conjunto principal de Kasuga-Taisha, por ejemplo, están jalonados por columnas de piedra con ventanitas cerradas con papel; supongo que al atardecer las encienden, tal vez sólo en ocasiones especiales.
Podríamos haber comido en Nara-koen. Había muchos restaurantes a precio normal (normal para Japón; para nosotros, barato). Pero salimos y nos metimos en el primero que vimos de vuelta a Sanjo-dori. Yo pensaba que ya no nos sacarían nada, porque eran casi las cuatro, pero qué va. Esta vez metí un poco la pata; no porque no me gustara lo que elegí, sino porque había menos cantidad de lo que creía. Pero rebañé lo que se dejaron los demás y listo. Qué apañadico soy.
Después de comer, pasamos la tarde de tiendas por Sanjo-dori y una galería comercial que salía de ella. Raquel estuvo a punto de comprarse unos zapatos de ninja (los hacen también de colores), pero al final sólo compramos dulces y algún regalo. Entre los pocos defectos de Japón está la escasez de chocolate. Tienen poco y malo. Las chicas se compraron unos bombones que resultaron estar rellenos de algo que me pareció dulce de judías; no es lo que yo usaría para rellenar un bombón. En general, los japoneses no son muy aficionados al dulce. El té nunca lleva azúcar, los azucarillos son pequeños y los dulces, bueno, poco dulces.
Tras este arranque consumista volvimos a Osaka. Esta vez cogimos comida para llevar en la estación y cenamos en las habitaciones. Raquel, Nu y yo cogimos unas bandejitas de sushi que nos comimos mientras veíamos los Juegos por la tele. Finales de aparatos de gimnasia, si no recuerdo mal. El sushi no tenía ni soja ni wasabi; pudimos comprar soja en un supermercado, pero no wasabi, conque quedó un poco soso. Al menos, las cervezas para acompañar fueron baratas. Latas frías de medio litro en la máquina del hotel a 210 yen la pieza. Qué duro iba a ser volver a acostumbrarse a los precios españoles.
09 septiembre 2008
19/08 Nara
Etiquetas:
Japón,
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3 comentarios:
Estoy verde de envidia, que lo sepas...
Por Dios, qué ganas dan de irse a Japón ya.
ahhhhh, amigo... ya te lo dije por email. No sabes la “morriña” que me esta provocando la lectura de esta (fantástica) plastoserie :-)
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