Nuestro viaje a Japón no estaba planeado al milímetro, que digamos. Sí teníamos los hoteles reservados, conque sabíamos cuántos días íbamos a pasar en cada zona. Pero, una vez allí, a la aventura. Sabíamos que pasaríamos seis días en Kansai, y durante estos días queríamos ver, al menos, Kyoto, Nara y Hiroshima. Ya habíamos gastado dos días y casi no habíamos salido de Osaka (que parece una buena ciudad para vivir, pero no para hacer turismo). Conque decidimos pasar este día viendo todo lo que pudiéramos de Kyoto. Aunque íbamos a hacer corto: según nos habían dicho, Kyoto requiere un mínimo de cuatro días, y eso metiéndose caña.
A las nueve en punto, Cassandra y Jofán (tal vez para demostrar que lo del día anterior había sido un accidente) ya estaban esperando en el vestíbulo del hote. Los demás llegamos unos minutos más tarde, en parte porque había mucho trasiego en los ascensores (por una convención de árabes, o algo por el estilo) y nosotros estábamos en la última planta. Fuimos de nuevo al Estación Café (se llama así, con acentos y todo); el día anterior nos pareció un poco caro eso de pagar tanto por un desayuno sencillo (café y tortitas) como por una comida, pero mirando precios comprobamos que era normal. Y luego el tren a Kyoto.
Esta vez fuimos a la oficina de turismo. Hay dos en la estación; una sólo para japoneses y otra para el resto del mundo. Si quieres ir a la de japoneses, tú mismo, pero más te vale hablar japonés. Además, los intereses turísticos pueden ser distintos. Kyoto tiene muchos templos, así que atrae mucho turismo religioso, sobre todo durante el Obon. De todos modos, el turismo religioso budista es diferente del cristiano.
Una vez asumido que no íbamos a poder ver todo, y armados con la información de la oficina de turismo (plano de la ciudad, plano de autobuses, rutas turísticas), nos decidimos or la zona de Higashiyama, al este de Kyoto, donde se da la mayor concentración de templos. Hoy día, Kyoto es una gran ciudad (aunque no tanto como Osaka) no especialmente bonita, salvo algunas calles sueltas, pero tiene muchos monumentos que vale la pena visitar.
Nuestra primera parada fue el templo de Rengeō-in, conocido popularmente como Sanjūsangen-dō. Los grandes templos japoneses no suelen ser edificios singulares, sino complejos con varios pabellones, pero en este caso el edificio principal destacaba sobre el resto. Un pabellón (de madera, como todos) de más de 60 metros de longitud, en cuyo interior hay una nave con 33 vanos (eso significa el nombre popular del templo) que contiene 1001 estatuas del bodhisattva Kannon a tamaño natural, además de los 28 dioses guardianes de la mitología budista y un Buda mucho más grande en el centro de la galería. Bastante impresionante. A un lado del edificio hay un jardín y al otro, la zona en que se organizaban los concursos anuales de tiro con arco. Estos concursos consistían en liarse a lanzar flechas a un blanco situado a 60 metros del arquero durante 24 horas. Cada arquero podía llegar a lanzar unas 10000 flechas durante ese tiempo y hay un registro de que uno de ellos alcanzó la marca de casi 14000, la mayoría de las cuales dieron en el blanco. Supongo que quienes tiréis con arco os podréis hacer una idea de la magnitud del esfuerzo que supone esto.
Junto a Sanjūsangen-dō está el Museo Nacional de Kyoto, al que no entramos. Ya os digo que no podíamos ir a todo. A cambio, seguimos andando hasta el templo de Kiyomizu-dera, seguramente el más visitado de la ciudad. De todos modos, al ser un complejo enorme, no hay demasiada aglomeración. Lo malo es que está al final de una larga cuesta y hacía mucho calor (ya nos habían avisado de que en Kyoto hacía aún más calor que en Osaka, e igualmente húmedo). Entre eso y los restos del jet-lag, la pobre Cassandra estaba para el arrastre, así que se quedó sentada en un banco de la entrada con Jofán, mientras los demás recorríamos el templo. Una pena, porque Kiyomizu es precioso. Ah, si vais a ver templos por Japón, hay que ir descalzo en el interior de los pabellones. Llevad calzado fácil de poner y quitar, y calcetines (si lleváis) en buen estado.
Como ya he dicho, Kyoto atrae mucho turismo religioso, así que había muchos japoneses practicando rituales diversos. En general son rituales sencillos. Por ejemplo, echas una moneda en una caja, tocas el gong, juntas las manos, haces una reverencia y rezas un poco. O te lavas y te enjuagas la boca en las fuentes. A diferencia de la mayoría de las religiones, el budismo (y no digamos el sintoísmo) no es proselitista, conque nadie te hace sentir raro por no practicar su religión, o por ir a beber a su fuente. Incluso las explicaciones (muchas en inglés) de las distintas estatuas e imágenes son diferentes. En lugar de "esta deidad protege de tal cosa" o "este ritual produce tal efecto", suele poner "la gente cree que esta deidad..." o "la gente considera que este ritual...".
En el templo nos encontramos con Goth y su hermano. No estuvimos mucho con ellos porque llevaban otra ruta, pero Goth nos recomendó ir más tarde a Gion, el barrio de las geishas. Lo apuntamos.
La visita nos llevó un par de horas, así que asumimos que nuestros compañeros se habrían marchado; tal vez al Museo del Manga, que Cassandra quería ver. Sin embargo, seguían donde los habíamos dejado. De todos modos, nos separamos definitivamente porque ellos preferían bajar ya hacia Gion y luego ver el citado museo, mientras que nosotros teníamos idea de subir a Ginkaku-ji, el templo del pabellón de plata.
Ginkaku-ji se llama, en realidad, Jishō-ji; en Kyoto es habitual que los templos tengan un nombre oficial y otro popular por el que son más conocidos. Igual que en Madrid tenemos "la Catedral de la Almudena", conocida popularmente como "el mamotreto ése". Es bastante más pequeño que Kiyomizu-dera, pero también muy popular y vale la pena ir a verlo. Aunque el pabellón plateado (que nunca llegó a tener su proyectada cobertura de plata porque al dueño se le acabó la pasta) estaba cerrado por obras. De todos modos, el jardín zen es muy bonito. Después de tanto pateo como llevábamos, era justo lo que necesitábamos.
Y ya bajamos hacia Gion. El barrio de las geishas es muy bonito, todo construcciones tradicionales de madera. Muchas de ellas siguen teniendo casas de geishas, pero otras son restaurantes de lujo. De todos modos, no teníamos demasiado tiempo para verlo, porque habíamos quedado a las siete en la estación con Cassandra y Jofán para volver a Osaka. Y, pese a salir con tiempo, llegamos bastante tarde; parece que habíamos calculado bastante mal. Bueno, cogimos el tren y fuimos directamente hacia Dotombori para cenar. Ya llevábamos tres días en Japón y todavía no habíamos probado apenas el pescado crudo, conque fuimos a un restaurante de sushi y sashimi. Tal vez pudimos haber elegido un sitio mejor, como alguno de los buffet libres cercanos (tened en cuenta que no habíamos comido). Además, el sashimi no era muy allá. Pero al menos tuvimos una zona (nada lujosa, ojo) para nosotros solos. Y después de cenar, vuelta al hotel, que nuestros pobres pies estaban muy necesitadas. Por cierto, en el hotel descubrimos que no había wi-fi, pero sí conexión gratuita a internet por ethernet. Y, si no tienes ordenador (Jofán se había traído el suyo), te alquilan uno por 1000 yen diarios. Qué organizaditos.
03 septiembre 2008
17/08 Kyoto
Etiquetas:
Japón,
plasto-serie
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4 comentarios:
En el templo de Kiyomizu-dera experimenté el mundo de contrastes que supone Japón: el servicio más arcaico del mundo (básicamente un bujero en el suelo) junto al más avanzado, un water-robot que te pone musiquita y te habla mientras haces tus necesidades, con cadena, grifos y perfumes automáticos, y por supuesto aire acondicionado. Y por sólo 100 yens, oiga.
El museo del manga está muy chulo y era de obligada visita pra mí, pero está claro que tendré que volver a Kioto y verlo más a fondo, porque tiene mucho que descubrir :)
Que sepais que cuanto mas leo mas os odio :P
De todas tus plastoseries, esta es la primera que me estoy leyendo entera (y no en diagonal), y me está enganchando
Qué envidia (sana por supuesto). Leyendo tu mal llamada plasto-serie, me he propuesto empezar a ahorrar lo que pueda (pagar una hipoteca a solas no da mucho margen) e irme a Japón de vacaciones aunque me cueste dos años de ahorro.
Un water-robot con música?
Y que te habla? Es que el viaje lo tiene todo. Qué envidia.
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