Después de contestar al comentario del Capi en la entrada anterior, he aprovechado el rato de la comida para buscar algunas cosas sobre Ricky Gervais por internet y he encontrado esta cita suya:
No hay nada malo en tener una audiencia de 20 millones de personas, pero creo que sí lo hay en buscar una audiencia de 20 millones, porque entonces vas a tener que eliminar todo lo que pueda ofender a alguien, y acabarás con algo tan anodino que no recordarás después de media hora. Supongo que The Office fue también uno de los programas más odiados de la televisión, que algunas personas lo odiaban apasionadamente. Pero, para mí, es mejor. David Bowie dijo que tras Let's Dance, que es su mayor éxito de todos los tiempos, aunque desde luego no su mejor disco, estaba dando conciertos en estadios y miraba a la audiencia y, de repente, se dio cuenta de que tenía fans de Phil Collins en lugar de fans de Iggy Pop. Y así es como siento todo lo que hago: quiero fans de Iggy Pop.
Se me ocurren unos cuantos que deberían leer esto (¿alguien ha mencionado a Dover?)
27 septiembre 2007
Una cita de Ricky Gervais
25 septiembre 2007
The Office
Últimamente he estado viendo la serie The Office en DVD, cortesía de mi amigo Mono. Hay dos versiones de la serie: la original británica y la posterior versión americana. Aunque también he oído hablar bien de la versión yanqui, escrita y producida por Ricky Gervais y Stephen Merchant, al igual que la británica, es esta última la que yo he visto. Son dos temporadas con sólo seis episodios de media hora cada una, más un especial de Navidad en dos partes.
La serie se desarrolla en una oficina, como su nombre indica, perteneciente a una empresa papelera. Probablemente, el sector más aburrido que se les ocurrió a los creadores de la serie. Un equipo de la BBC está grabando un documental sobre la vida en la oficina, y es este documental el que vemos.
Los protagonistas son David Brent, el patético director de la sucursal (interpretado por el propio Ricky Gervais); Gareth Keenan, militar fracasado con ínfulas de jefecillo (Mackenzie Crook, el que hace del pirata con un ojo de madera en Piratas del Caribe); Tim Canterbury, el brillante comercial que no se atreve a hacer nada interesante con su vida (Martin Freeman, que luego protagonizó la versión cinematográfica de la Guía del Autoestopista Galáctico); y Dawn Tinsley, la aspirante a ilustradora infantil cuyas aspiraciones pequeño-burguesas han llevado a un triste trabajo de recepcionista (Lucy Davis). Todos ellos son unos fracasados de una forma u otra.
La serie es una comedia agridulce. No es una farsa, y aquí está su principal atractivo. Cualquiera que haya trabajado en una oficina encuentra elementos reconocibles. Pero lo peor de todo es que también podemos vernos reflejados en los protagonistas. Yo, al menos, veía algunos de mis propios defectos en todos ellos.
Tal vez lo preocupante sería no haberme dado cuenta.
10 septiembre 2007
La Asamblea
Este fin de semana pasado, mientras muchos de mis amigos mensistas de Madrid estaban roleando en Piratas, yo he sido un chico responsable y me he ido a la Asamblea de Mensa, que se celebraba en Alicante. Bueno, vale, también he ido porque me apetecía pasar un fin de semana con mensistas de toda España, claro.
Viajé en mi coche con Nu y Terpsícore. Si alguien se pregunta quién es la tal Terpsícore, es una conocida mensista griega a la que acabo de poner ese mote porque me contó que era uno de los nombres griegos que menos le gustaba. Sí, soy malo, qué le vamos a hacer.
Aprovecho para incluir aquí uno de los más fabulosos números de Les Luthiers. Con ustedes, Marcos Mundstock, Daniel Rabinovich y Esther Píscore:
Nuestra idea era llegar el viernes a tiempo para cenar con Almuric, Bactering y los que llegaran a tiempo desde otras localidades. Teníamos que salir a las 18h30 del trabajo de Nu, rodear Madrid y llegar hasta Alicante, conque íbamos un poco justos de tiempo; por suerte, ella pudo arreglarlo para salir a las 18h y adelantamos media hora el plan.
Pero Mensa atacó. Quiero decir que hicimos unas cuantas cosas propias de mensistas. La principal fue parar a echar gasolina sobre el kilómetro 125 de la autovía. Sin problemas, seguimos viaje hasta que, en determinado momento, se produjo el siguiente diálogo:
Gorpik: Anda, la hostia.
Nu: Estamos yendo hacia Madrid, ¿verdad?
En efecto, el cartel de la siguiente salida marcaba el kilómetro 92. Media vuelta y 70 kilómetros de más en el trayecto.
Entre eso y que habíamos pillado algunas retenciones a la salida de Madrid, vimos que no nos daba tiempo ni siquiera para llegar a las once, que era más o menos la hora límite que nos habíamos marcado para cenar en Alicante. Conque decidimos parar por el camino. Llegamos a un restaurante con un cartel: "Restuaruante San Juan. Abierto día y noche". Faltaba añadir: "Cerrado por vacaciones". Pues hala, a volver a la autovía, con cuidadito de cogerla en sentido correcto. Pues no: otra vez al revés. Y no por descuido, es que la carretera nos metió en sentido opuesto sin poder hacer nada para evitarlo. No sabemos cómo podíamos haber salido bien. Por suerte, al cabo de un par de kilómetros pudimos dar la vuelta.
Luego paramos en otro sitio que sí estaba abierto. Estaban dando el España - Grecia de baloncesto, que había empezado hacía media hora escasa, así que aprovechamos para amenazar a nuestra griega con dejarla tirada si nos ganaban. No fue así, España llevó todo el partido con holgura. Lo sé porque lo vimos acabar. Sí, tardamos más de una hora en conseguir que nos sacaran un bocata a cada uno y comérnoslo. De este tiempo empleamos unos tres cuartos en estar sentados en una mesa del restaurante sin conseguir que el camarero nos hiciera ni puto caso. Al final, a la barra y de bocata.
En fin, que llegamos a Alicante a la una. A esa hora ya se habían ido todos a dormir, pero nosotros tres nos fuimos a echar una cervecita a la terraza de un irlandés, tan ricamente.
Al día siguiente, lo reconozco, fuimos a la playa. Y eso que mi subconsciente había intentado evitarlo y me había dejado el bañador y la toalla en Madrid. Pero fuimos a un centro comercial a comprarme otro bañador. Centro comercial que, pese a ser sábado por la mañana, estaba cerrado a cal y canto. Todo salvo, afortunadamente, una tienda de deportes. La dependienta estaba aburridísima, como podéis imaginar. Cogí mi bañador y a la playa.
Aquí ya nos habíamos juntado con Jambrina y Fantine, que habían llegado en avión por la mañanita. Y luego fue apareciendo gente por la playa. Al final echamos unas cañas en una terraza del paseo marítimo y nos estuvimos riendo con las traducciones de la carta. Ejemplo: "cazón en adobo" estaba traducido como "snapper in I marinate". Creo que Dilettante se llevó una carta de recuerdo. [ACTUALIZACIÓN: No fue Dile, sino Keller quien se llevó la carta.]
A mediodía habíamos vuelto a quedar con Almu y Bactering para que nos llevaran a comer a un buffet libre japonés que hay en un centro comercial de las afueras. Lo malo es que nos juntamos dieciséis para comer, así que fue un caos para mover a todos. Cuando por fin conseguimos que todos los coches estuvieran frente al hotel (a las tres pasadas, pese a que habíamos quedado a las dos en el vestíbulo), arrancaron. Y digo "arrancaron" porque se largaron sin esperar a mi coche, que había tenido que aparcar tras el hotel mientras esperábamos. Muy mensista todo. En fin, que no volvimos al hotel hasta las cinco y cuarto, cuando la asamblea debería haber empezado a las cinco. Finalmente empezó a las cinco y media, con media hora retraso que ya arrastramos durante todo el resto del día.
La Asamblea fue bastante bien, aunque no aprobaron una propuesta de reglamento había estado preparando durante el año junto con cuatro personas más, por un encargo de la Asamblea anterior. Bueno, se dejó la cosa en que otro socio, abogado, se encargará de modificar unas cuantas cosas y se convocará una Asamblea Extraordinaria durante la RAM para aprobar la nueva propuesta.
Acabamos a las nueve y media, media hora más tarde de lo normal, y nos llevaron a cenar. La cena había llamado la atención porque era bastante cara, 37 euros por cabeza; hubo quien se fue a cenar por su cuenta porque era mucha pasta. Así que esperábamos algo masivo, pero no lo fue en absoluto. Unos entrantes medianos, un plato de arroz (muy bueno, sí, pero escasillo), un simple sorbete de postre y a correr. Además, escatimaron el vino; de vez en cuando venía un camarero a echarte, pero no dejaban las botellas. De todos modos, el local estaba muy bien, teníamos un salón para nosotros solos y las vistas sobre el puerto eran muy buenas. Me tocó una buena mesa (tanto por las vistas como por la compañía), lo pasamos muy bien y nos reímos mucho. Sobre todo, inventando maldades con Morgana y Dilettante.
Después de cenar nos juntamos con el sector díscolo y fuimos a tomar algo en las terrazas del puerto. Éramos muchos, pero pudimos encontrar sitio para todos los que nos quedamos. Yo estuve con Nilrem y Roy; muy bien, porque no les veo demasiado durante el año y son muy majos los dos. Nilrem nos dijo que este año no podría venir a la Noche en Blanco, como sí hizo el año pasado. Una pena.
Para quienes no lo sepáis, el día 22 de este mes es la Noche en Blanco, que en su primera edición fue un exitazo:
Y, después de esta interrupción, vuelvo con mi relato.
Después de la terracita nos volvimos al hotel, que llevábamos mucho rato levantados. Habíamos desayunado a las diez y desde entonces no habíamos parado. Para el día siguiente quedamos un poco más tarde: a desayunar a las diez y media. Y luego, sí, otra vez a la playa. Un claro exceso. Aunque no estuvimos demasiado tiempo, porque había que dejar las habitaciones a las dos (nos habían dado un poco de margen en el hotel), así que queríamos estar de vuelta sobre la una y media para ducharnos y salir.
Para la comida volvieron Almu y Bactering, además de Huko, un mensista de Alicante al que conozco casi desde que entré en Mensa, con su mujer. La idea era comer también con los de Barcelona que se volvían en el tren de las cuatro , pero tuvieron miedo de que se les hiciera tarde y se fueron a picar algo por su cuenta. Así que los demás subimos a comer al restaurante del hotel. Digo "subimos" porque está en el piso 26. Si el resto el hotel es cutrillo para ser un cuatro estrellas (típico hotel de los años sesenta en zona de playa, aunque las habitaciones son muy grandes y muchas, como la nuestra, tenían incluso saloncito), el restaurante es muy bonito y las vistas, como podéis imaginar, sensacionales. Comimos bastante bien y, como los catalanes se habían ido, sin darnos mucha prisa. Sobre las cuatro y media, despedidas y para casa. Se supone que Fanti y Jambri también volvían con nosotros, pero luego se apuntaron con Kike (que iba solo) y, al final, temiendo por sus vidas, con Keller y Teablogger. Para alegría de Terpsícore. Que no tiene nada contra los otros, pero así volvía a tener todo el asiento trasero para ella y se pegó medio viaje durmiendo.
El viaje de vuelta no tuvo más incidencias, dejando aparte que nos liamos un poco intentando entrar a Madrid por el sitio adecuado para dejar a Terpsícore en su casa. A las diez ya estábamos cada uno en la suya.
Dentro de un rato me voy otra vez de viaje, pero éste me hace una ilusión nula. Ida y vuelta a Londres en el día, sin tiempo para ver nada fuera del trabajo, unas dieciocho horas desde que salga de casa hasta que vuelva. Puaj.