19 abril 2005

Decepción, ma non troppo

Creo que es bastante evidente que la Iglesia Católica tiene todavía una importante influencia en nuestra sociedad. Por tanto, pese a ser más ateo que Bakunin, la elección del Papa tiene una cierta importancia para mí. Sinceramente, creía que los cardenales, que suelen ser bastante astutos, elegirían a alguien que les hiciera recuperar parte de la clientela perdida en Occidente. Pero no, han preferido más de lo mismo, pero peor.

Ratzinger es tan conservador o más que Wojtila, pero sin su carisma ni su don de gentes. Claro que se espera de él que sea un Papa de transición, teniendo en cuenta su edad. Eso esperaban de Juan XXIII, y les salió rana. Aunque dudo muchísimo que Benedicto XVI salga rana en el mismo sentido que el papa Juan.

Naturalmente, mi decepción es escasa porque, como he dicho antes, yo no soy católico. Y los católicos pueden poner de jefe suyo a quien les dé la gana. En cambio, mis padres sí lo son. Hace un rato he hablado por teléfono con mi madre, a quien jamás escuché una crítica hacia Juan Pablo II, y me ha dicho, espontáneamente: "creo que no han hecho la mejor elección".

Hace poquito, mi madre me contaba algo que le había ocurrido en misa. Estaban cantando una conocida canción cuya letra dice: "Te ofrecemos, Señor, nuestra juventud". Y ella pensó: "pero qué juventud, si la más joven que hay aquí soy yo". Parece que ella sí se da cuenta de que la Iglesia se ha distanciado de la juventud, que no le ofrece alicientes. Pero la jerarquía parece contenta con la situación. Y sigue echando la culpa a los demás. La culpa de que la sociedad se distancie de la Iglesia es de la gente, que se empeña en querer ser feliz.

Es que somos malísimos. De la piel del diablo.

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