09 agosto 2004

Vaya fin de semana

He pasado este fin de semana en Pamplona. Tenía a Raquel bastante mosqueada porque hacía seis meses que no iba por allí, así que no he tenido excusa para negarme.

Llegué el viernes en tren, fui a su casa a saludar a sus padres y acabamos los dos en el cine, viendo "Las mujeres perfectas". No está mal, pero podría haber estado bastante mejor.

A la salida, aprovechamos una oferta que venía con las entradas del cine. En un restaurante italiano que hay al lado, regalaban una botella de Lambrusco si iban a cenar dos personas. Para quienes no lo conozcáis, el Lambrusco es un vino de aguja italiano. Tal vez la variante más conocida en España sea el rosado, pero Raquel está viciada con el blanco, así que eso fue lo que pedimos. Por otro lado, la comida era bastante buena y no muy cara. El caso es que cenamos bastante bien y, ciertamente, el Lambrusco blanco vale la pena. Suponiendo que os guste el vino de aguja, claro.

Después de esto nos fuimos a dormir, porque al día siguiente Raquel tenía unos cuantos planes. Planes que se fueron directamente al carajo. Cuando nos levantamos, la llamó una de sus amigas para decirle que se acababa de morir el padre de R. R (perdón por usar iniciales, pero no me apetece poner nombres) es una de las mejores amigas de Raquel. Estudiaron juntas en Zaragoza y a veces parecen un matrimonio; tan pronto están enfadadas una con otra y no se hablan, como se quieren muchísimo. Así que después de comer, tras un rato para intentar bajar la comida (la madre de Raquel aprovecha cuando voy yo para lucirse y suelo ponerme morado), fuimos al velatorio. Y pasamos la tarde con la pobre R, que estaba bastante hecha polvo, como podéis suponer.

Raquel conoce a toda su familia, término en el que no sólo incluyo a la madre y hermanas de R, sino también a sus primas, tías y demás. Conque toda la tarde saludando a gente que no conocía, en un ambiente de lo menos festivo. Menos mal que también estaban las otras amigas de la cuadrilla y podía escabullirme un poco.

Allá a las diez, se fue todo el mundo. R se fue a su casa, a intentar dormir, y Raquel y yo nos fuimos a cenar con M y V. Aunque todas las amigas de Raquel son bastante majas y me llevo bien con ellas, creo que M y V son mis favoritas. Conque allí estuve, de bendito con las tres. Cuando soy el único chico, Raquel dice que estoy de bendito, por aquello de "bendito tú eres entre todas las mujeres". Los respectivos de M y V, que también son mis favoritos de la cuadrilla, estaban fuera por distintos motivos.

En la cena me lo pasé bastante bien, porque la camarera no hacía más que equivocarse con nuestras cosas y V no hacía más que protestar y criticar todo. Pero, claro, no podíamos irnos por ahí mucho rato porque al día siguiente teníamos entierro. Y teníamos que aparecer con buena cara.

En efecto, esta mañana hemos vuelto al tanatorio para ir al entierro. Aparte de los cuatro del día anterior, también han venido J, el chico de V, e I, otra de las amigas. I había dicho el día anterior que aparecería, pero no lo hizo. Según nos ha contado, estaba en las fiestas de Vitoria, en un concierto, y se le hizo muy tarde. Raquel se ha rebotado con ella por no avisar y ni siquiera quería subir en su coche. Yo casi no la veo, así que tampoco iba a enfadarme con ella. Pero he aprovechado para echarle un pequeño chorreo por no haber llamado.

Y por la tarde, vuelta a Madrid. Ya véis, qué fin de semana más divertido. Velatorio y entierro. Luego se queja Raquel de que no voy a Pamplona, pero es que me prepara cada programa...

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