Acabo de volver de la fiesta de mi ex-compi Paco. Hacía una fiesta para sacar fondos de cara al rodaje de su nuevo corto.
Los athechuzos, quitaos un punto porque estabais avisados de la fiesta y no habéis venido.
Los que os hayáis quitado el punto, volved a poneroslo. Porque, el día en que el vago de Ivanhoe se decida a colgar en su blog la entrada de los mandamientos, el primero será el siguiente: harás lo quieras o, en su defecto, lo que te dé la gana. Por siempre jamás.
El caso es que el único al que conocía en la fiesta era, precisamente, Paquito. Y, en un momento dado, me he puesto a contar cuántas personas de mi edad había. Luego he sido un poco más laxo y me he dado un margen: cuántas personas de mi edad más/menos diez años había. Joooooderrr.
¿Qué pasa, que llegados a una edad, la única perspectiva es quedarse en casa viendo Crónicas Marcianas? Mierda de mundo, entonces.
Ahora empieza una diatriba que tal vez borre mañana, pero hoy estoy muy soliviantado. Quien no quiera leer las paridas que suelta un tío desmadrado, que pase del resto. Y hará bien.
El bueno de Paco había invitado a todos los de su antiguo trabajo; es decir, del mío actual. Y no ha ido ni Blas. ¿Por qué? Pues porque, de un tiempo a esta parte, sólo contratan a los tíos más sosos del universo. Gente con la que no pasaría ni dos minutos si no fuera porque mi contrato me obliga a ello. Gente que se diferencia de los zombies en la mirada vital que tienen los zombies. Ya os he avisado de que pasarais de todo este rollo, joder, si seguís leyendo os aguantáis.
Si me vais a soltar un rollo sobre las quejas y toda esa mierda, os podéis meter la lengua en el culo. El blog es mío y escribo lo que me da la gana. Y os quedaríais acojonados si vierais a qué velocidad estoy escribiendo ahora mismo.
Por si alguno lo dudaba, llevo un medio pedo precioso. No voy tan mamado como para no poder escribir, por ejemplo, pero sí lo suficiente como para escribir lo que me pase por el arco de triunfo y no parar a leerlo dos veces. Seguro que mañana lo hago y me arrepiento, pero, ¡qué cojones! Como dijo Fernando Fernán-Gómez: "¡A la mierda!"
Esta es otra de las cosas buenas que tienen los blogs. Estaba cabreado con todo, vuestro Gorpik contra el mundo. Y se me ha ocurrido pensar en quienes leéis estas paridas que escribo. Chicos y chicas, gracias por existir. Ahora tengo la suficiente inconsciencia como para darle al botón de "Publicar" y que podáis leer estas incoherencias, pero vosotros hacéis que vuelva a estar contento con el mundo. Que dentro de un rato salga a mi balcón, toque el arbolito que hay junto a mi casa, mire las estrellas y me dé cuenta de que mi vida es maravillosa.
15 julio 2004
Y yo qué sé
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