20 febrero 2004

Más sobre el tema de la semana

Si habéis leído los comentarios a la entrada anterior, veréis que el propio Earendil ha contestado a la misma. Su respuesta comparte con su entrada original una característica que ya me llamó la atención en su momento: pese a su longitud, me ha parecido realmente interesante.

Por si no lo sabéis, no me gustan las parrafadas, aunque yo también suelte alguna de vez en cuando. Odio esos textos en los que el autor da vueltas y vueltas a lo mismo sin llegar a ninguna parte. En cambio, los suyos no son así, son largos porque dice muchas cosas, y muy bien dichas. Entendámonos: su comentario es largo para lo que se estila en un comentario, se lee en medio minuto escaso. Otra cosa es que estés de acuerdo con él o no, claro.

Su comentario me ha decidido a hacer un par de precisiones que tal vez le interesen, si vuelve por aquí. Por un lado, creo que todos los comentarios que ha provocado, tanto en su propio blog como en otros (como éste), se deben a la calidad del original y a haber tocado un tema de interés indudable. Y sí, yo también me sentí reflejado en su texto. Al menos, en parte.

Recuerdo una vez, hace más de quince años, en que dos amigas mías me dijeron algo parecido a lo que siente Earendil: que yo era demasiado bueno como para resultar sexualmente atractivo, que tenía que ser un poco más cabrón. Y no me gustó nada. Sin embargo, creo que la frase textual no refleja exactamente lo que ellas sentían, o lo que pueden pensar tantas otras mujeres; entre ellas, tal vez, las amigas de Earendil, a quien no conozco personalmente como ya dije en mi anterior entrada.

A mí me gustan mucho más los gatos que los perros. No le veo la gracia a un bicho al que le tiras un palo y va a buscarlo, lo vuelves a tirar y vuelve a ir, lo vuelves a tirar y vuelve a ir... Un gato puede jugar contigo si le apetece, o puede estar a su aire si tiene el día así. Y bueno, a mis amigas les gustaba saber que siempre me tenían a su disposición, pero también querrían que tuviera más personalidad, que ofreciera más de mí mismo, que las sorprendiera, que no fuera tan previsible. Que no cumpliera todos sus deseos, si no me apetecía. Aunque aquel episodio no me gustó nada en su momento, hoy lo recuerdo con cariño, porque me hizo darme cuenta de muchas cosas. A raíz de eso, creo que me hice mejor persona. Y estoy mucho más contento de ser como soy ahora que antes.

Además, la historia tuvo final feliz. Mis amigas siguen siéndolo. Y sí, me enrollé con ellas, mira. No hay nada comparable a un rollo bonito con una amiga.


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