Ayer estaba en la estación de autobuses, cuando vi bajar de uno de ellos a una chica. Un chico que estaba junto a mí fue a su encuentro. Un novio esperando a su novia; lo mismo que hacía yo.
Entonces me fijé en que la chica iba hacia él, pero miraba hacia otro lado. Se abrazaron y estuvieron así un rato, justo a mi lado. Vi que la chica tenía los ojos llorosos, y el chico también parecía serio. Ya no me parecían novios.
Pasaron un rato abrazándose y besuqueándose. Poco a poco, la chica ponía mejor cara y, cuando se fueron, hasta me pareció ver que sonreía ante alguna cosa que le decía su amigo.
A veces, las personas somos como las lámparas maravillosas. Sólo necesitamos que nos froten un poco.
07 febrero 2004
Lámparas mágicas
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