Acabo de llegar a casa, después de cenar con mis amigos Mono y Cris. Cris quería cenar en un griego, pero casi todos cierran en lunes (tal vez hoy no, por ser víspera de festivo, pero no lo ha comprobado). De todos modos, ha visto un islandés que acaban de abrir, le ha hecho gracia, y ha reservado allí.
No os podéis imaginar lo bien que hemos cenado. Incluso Mono, que ha ido al sitio a regañadientes y diciendo que estaba medio empachado y no iba a comer mucho, ha disfrutado una barbaridad. Además, nuestro camarero era majísimo y hemos estado hablando con él sobre Islandia todo lo que hemos querido; hasta nos ha sacado algún libro de fotos. Y eso que es extremeño; todos los del restaurante son extremeños, salvo el cocinero que sí es islandés. Pero se conocieron allí, en Islandia, y de allí salió la idea de montar el restaurante, que abrió hace un par de meses, nada más.
Naturalmente, tiene algún defecto, y es el que os teméis: no es nada barato. Pero hemos pagado con alegría por lo bien que hemos cenado.
Si queréis probar, se llama Lava y está en Bretón de los Herreros, 13.
[ACTUALIZACIÓN: El Lava cerró hace unos meses. Pena.]
De todas formas, llevo un puente de disfrutar comiendo. El sábado cené con mi Rapuncita en un hindú, aprovechando que estábamos los dos de rodríguez. No sólo nos dieron bien de cenar, sobre todo me vengué del tiempo que hacía que no estábamos los dos solos por ahí. Por si se me había olvidado, Rapun, el sábado recordé que te quiero un montón.
Y el domingo nos atizamos un cocido espectacular en casa de Yaizal. Cocido también aderezado por la buena compañía, preludio de un muy buen ensayo con los Pelafustanes esa misma tarde. Y todavía me queda mañana de fiesta; ay, qué bonita es la vida a veces. Y qué cara de gilipollas debo de estar poniendo en este momento.
01 noviembre 2005
¿Queréis cenar bien en Madrid?
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