Hace días que no escribo en este blog, pero no es por ninguna razón especial. O, más bien, es porque no tengo ninguna razón especial para hacerlo. Casi lo más reseñable es que ayer me junté con un montón de los athechuzos, cosa que en los últimos tiempos es bastante rara. Hace tiempo que no tenemos un chuzo en condiciones, ni siquiera una salida al kebab.
Por lo demás, después de una época de agobio, ahora tengo una bastante buena en el curro. La semana pasada pillé un virus tonto que me tuvo tres días en cama, pero ya estoy bien. Y estuve en Zaragoza para el Pilar.
Durante los Pilares salí un par de noches con Raquel a cenar con amigos. Bueno, salí todas las noches, no voy a engañaros; pero de cena sólo fueron dos. La primera con un grupo con el que ya no suelo ir, y Raquel se dio cuenta de por qué de la forma dura. La pobre acabó horrorizada con lo fachas que eran algunos, en concreto una chica con la que estuvo charlando bastante rato y que ella tenía por persona razonable. Cada vez aguanto menos los facheríos y talibanadas similares.
La noche siguiente, por suerte, fue todo lo contrario. Estuvimos cenando con mis amigos de toda la vida. Nos salió por una pasta (casi 50 pelotos por cabeza), pero cenamos como dios. Y el ambiente no pudo ser mejor. Parece ser que los chicos quieren hacer un viaje para celebrar que dentro de nada cumplimos 40 tacos (típico de casados: buscar la menor excusa para hacer algo sin las mujeres) y estuvimos dando ideas y, como debe ser, riéndonos de las de los demás. En esto las chicas llevaban ventaja, porque se podían reír de las ideas de todos y meter cizaña. Espero no verme dentro de unos meses recorriendo Islandia en bicicleta, porque sé de alguna a la que le dará un ataque de risa.
26 octubre 2005
Sigo vivo
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