15 septiembre 2005

La familia

No llevo muy buena semana porque el lunes se murió una tía mía a la que quería mucho. Tenía leucemia, pero todos esperábamos que se curase, incluídos los médicos (que suelen ser bastante cautos para estas cosas). Sin embargo, su hígado no ha podido aguantar la quimioterapia y eso ha sido lo que la ha matado.

Las dos últimas personas que han muerto en mi familia han tenido varias cosas en común: ambos han muerto por una enfermedad larga, pero que esperaban superar; ambos eran hijos únicos y ninguno de los dos era huérfano.

Yo no tengo hijos, conque se me hace difícil imaginar la sensación de un padre cuando muere su hijo. Alguien dijo en cierta ocasión que nadie debería enterrar a un hijo; si es hijo único supongo que la desolación tiene que ser casi imposible de superar.

Mi tía tenía 64 años. En esa época no era habitual ser hijo único; ocurre que ella fue casi póstuma, pues su padre murió en un accidente pocos días después de nacer ella. Así que su madre se encontró con 24 años, viuda y con una niña recién nacida. Pero salió adelante. Ahora con 88 años se encuentra con que la única familia que le queda es su nieta (que vive en el piso de debajo de ella, al menos). Y su yerno (mi tío), con el que siempre se ha llevado muy bien. Pero el hecho es que ha perdido a su única hija, con la que había vivido casi toda su vida.

Para ella, ¿qué habrá sido peor? ¿Perder a su marido con 24 años (él no tendría muchos más) o a su hija con 88? A los jóvenes nos cuesta entender los sentimientos de los viejos. Cuando alguien pierde a su pareja en la juventud, nos parece terrible, mientras que si ocurre en la ancianidad no nos lo parece tanto, porque es natural que al llegar a viejos nos muramos. Pero la persona joven tiene toda la vida por delante y suele superar el golpe; la persona mayor ya no tiene oportunidad de rehacer su vida y esa soledad es insuperable. Puede que la yaya sea vieja, pero los poquitos años de vida que le faltan son todo lo que le queda. En la vida real no tenemos posibilidad de darle al botoncito y echar otra partida.

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