06 septiembre 2005

23/07 ¿No queríais prerrománico?

Nuestro último día de viaje, y no teníamos decidido en qué lo íbamos a emplear. Asturias tiene parajes naturales para dar y vender, a cual más bonito, pero el empacho de monte que tenía la pobre Raquel aún no había remitido. Así que decidimos hacernos una especie de ruta del prerrománico y ver unas cuantas iglesias que había desperdigadas por diversos pueblos de Asturias central. Hasta el último día, como veis.

Al menos, el campanario está apartadoEmpezamos por San Pedro de Nora, situada en una urbe que ni siquiera figuraba en nuestro mapa, así que dimos unas cuantas vueltas hasta localizarla. Por suerte, lo que sí salía era el río Nora, conque imaginamos que no andaría lejos, y así era. Está en el concejo de Las Regueras, cerca de Trubia.

La iglesia, como muchas otras, fue reconstruida por Luis Menéndez Pidal a mediados del siglo XX con criterios no siempre acertados. A veces se defiende el trabajo de Menéndez Pidal con el argumento de que, sin él, muchos de estos monumentos habrían desaparecido. Y se intenta explicar alguna de sus actuaciones por la penuria de medios. No niego que quienes lo hacen puedan tener su parte de razón, pero no se me ocurre en qué estaría pensando cuando decidió construir un campanario al lado de la iglesia, por las buenas. Según nos explicó la señora que, muy amablemente, nos abrió la iglesia y nos la enseñó, hoy día se está pensando en tirarlo.

Por lo demás, el edificio es bastante estiloso y alto. Por fuera está bien, pero sobre todo me gustó el interior, pese a no tener nada especialmente destacable. A veces hay cosas que nos gustan y no sabemos explicar el motivo.

El recorrido que habíamos planeado seguía hacia el sur. Nuestra siguiente parada estaba en Santo Adriano, para ver Santo Adriano de Tuñón. Por desgracia, llegamos justo cuando salía un grupo de la iglesia y la señora que guarda las llaves nos dijo que se iba a comer y que no quería saber nada de nosotros. Así que sólo pudimos verla por fuera, lo que no es tan fácil porque las casas del pueblo están bastante cerca. Ésta nos la perdimos.

San Pedro de TevergaY, como no sólo de prerrománico vive el hombre, bajamos hasta Teverga para ver la Colegiata de San Pedro. Que no es muy posterior: se considera el primer monumento románico asturiano. Y aquí, aunque llegábamos fuera de hora de visitas, la señora de turno sí nos quiso atender y nos enseñó el edificio a nosotros solitos. El contraste era importante porque, como podéis ver en la foto, la Colegiata es un edificio bastante grande, a diferencia de las iglesias prerrománicas. Arquitectónicamente son muy interesantes tanto la iglesia como el claustro, pero también son atractivas las pinturas de la sacristía, que incluyen un Zurbarán y un presunto Greco. Si bien el principal argumento turístico son las momias del primer Marqués de Valdecarzana y su hijo, que fue abad de la Colegiata y, más tarde, Obispo de Toledo; las momias también están en la sacristía. Según nos contó la señora, cuando ella era moza la Colegiata se usó como escuela y a los chicos del pueblo les gustaba llevar a las chicas a la sacristía para asustarlas con las momias. Si es que los críos son iguales en todas partes.

Después de esta visita nosotros también queríamos comer, así que nos metimos en un restaurante local y me aticé un pote tevergano bastante potente. El pote es una especie de potaje a base de verdura y productos del cerdo, sin fabes, que me gustó bastante.

No tiene Pantocrátor, pero me gustaTras la comida intentamos ver otra iglesia que había en la cercana localidad de Villanueva, con escaso éxito. Estaba cerrada. Pero nos fuimos a ver otra que tampoco estaba demasiado lejos, la de San Pedro de Arrojo, en el pueblo homónimo del concejo de Quirós. Tampoco pudimos entrar pero, en este caso, el exterior nos gustó bastante más que el de la iglesia de Villanueva (cuyo nombre no recuerdo, vaya). Claro que en Asturias muchos monumentos ganan por el entorno en que se encuentran. No es lo mismo estar en una hondonada rodeada de casas, que en un pradito con las montañas detrás. De todas formas, lo más interesante en mi opinión es la portada con sus tres arquivoltas, aunque todo el conjunto es llamativo.

El hecho de no haber podido entrar en estos últimos lugares (tened en cuenta que era sábado) hizo que todavía fuera relativamente pronto. Y, mira qué cosas, si seguíamos la carretera desde Arrojo íbamos a parar a Pola de Lena, así que a lo mejor podíamos entrar en Santa Cristina, ya que el día anterior no. Según nuestro mapa, sólo eran 20 kilómetros, así que estaríamos en un rato.

Claro que no me había fijado en que, por el camino, estaba el Alto de la Cobertoria. Otro puerto clásico de la Vuelta Ciclista a España. Alto y empinado, vale, pero con buen asfalto, conque tampoco nos iba a detener demasiado. Y ya nos habíamos acostumbrado a las reviradas carreteras de montaña asturianas.

A lo que no estábamos acostumbrados es a lo que nos encontramos en el descenso. De repente, la carretera desapareció. La madre que los trujo. Vaya bajadita. Recordaréis que os he contado lo poco que le gustan las curvas a Raquel: pues imaginad si, encima, bajas por un "firme" que tiene más huecos que asfalto. Tardamos unos tres cuartos de hora en llegar a Pola aunque, al menos, cumplimos nuestro objetivo de ver el interior de Santa Cristina.

Interior que es especialmente llamativo por el pastiche decorativo. Los constructores originales aprovecharon diversos expolios (materiales de otras construcciones cercanas, tal vez en ruinas), de modo que hay varias columnas romanas y algunos cierres visigodos que hacen las veces de parapeto del altar. Además, hay un triple arco en la subida al presbiterio cuyo semejante no vimos en ningún otro lugar.

Y con esto dimos por terminado nuestro viaje. Nos fuimos a casita, cenamos tranquilamente, y al sobre. Al día siguiente ya sólo nos quedaba emprender viaje de vuelta, pasar de largo una vez más por San Vicente de la Barquera y desplomarnos en Pamplona.

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