Acabo de volver de ver el partido en un bar.
He entrado y había unos cuantos parroquianos sentados por las mesas, hablando a voces. Ni dios detrás de la barra. He saludado, más o menos me han devuelto el saludo, pero nadie venía a servir. Al rato, uno de ellos ha venido detrás de la barra y me ha puesto el café que le pedía.
Naturalmente, todo hombres. Durante las más de dos horas que he pasado allí, sólo ha entrado una mujer y no ha estado más de cinco minutos. Debía de ser de la familia, porque todos parecían conocerla.
Al fondo se veía a un grupo jugando a lo que parecía el dominó. Cerca de mí había otros jugando a las cartas, dando los golpes de rigor sobre la mesa cada vez que jugaban una. Y fumando puros baratos.
Después del café (hacía bastante frío y tenía que entrar en calor), ya he pasado a tomarme unas cervezas, mientras veíamos el Real Madrid - Zaragoza (al final, 1-0, gol del árbitro). Los parroquianos iban, como debe ser, con el Zaragoza. Poco a poco han ido ganando confianza conmigo y hemos estado charlando de unas cuantas cosas, mientras veíamos el fumbo.
En el descanso, como tenía hambre, he preguntado si había algo de comer y me han sacado unas chuletas asadas, con una ensalada para acompañar. Menos mal que he pedido algo pequeño, porque el plato era serio.
Al final, el 1-0 que os cuento, y me he ido un tanto cabizbajo. Pésame de la concurrencia y al hotel de vuelta.
Algunos pensaréis: ¿pero, este tío, no estaba en Alemania? Tal vez administrativamente el garito en cuestión estaba situado en Alemania; pero, quitándome a mí, toda la concurrencia era turca. Y sólo hablaban alemán conmigo; entre ellos todo turco. Yo sigo sin saber alemán, pero eso no me arredra. Lo que no sé, me lo invento, y ellos hacían por entenderme.
El otro día un alemán me contaba que los españoles que vinieron hace 40 ó 50 años a Alemania se volvieron a nuestro país o se han convertido en alemanes, pero los turcos siguen siendo turcos. Tienen canales de televisión propios, periódicos en turco y demás. Por lo que he visto, dejando aparte el idioma, son iguales que en la España profunda. Pero igualitos, oye. Y creemos que son otra cultura.
Y sí, entiendo perfectamente que no he tenido problema para integrarme con ellos porque soy hombre; una mujer lo habría tenido peor. Cuando viajo solo por el mundo, son muchas las ocasiones en que mi cromosoma Y me pone las cosas más fáciles.
14 enero 2007
Un bar de pueblo
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