Acabo de volver de un nuevo viaje a La Haya. Viaje que, en general, ha ido sin complicaciones. Casi.
Nuestro avión de vuelta salía a las 20:40. Teniendo en cuenta que desde La Haya hasta el aeropuerto de Schiphol hay 40 kilómetros de autopista, ¿qué hora os habría parecido prudente para salir? Teniendo en cuenta que a veces hay atasco en la autopista, pese a que llega a tener cinco carriles en cada sentido en algunos tramos, hemos salido a las 17:20. Mucho atasco tenía que haber para no llegar con dos horas de adelanto.
Por curiosidad, he ido controlando el tiempo. Al cabo de tres cuartos de hora habíamos recorrido 30 kilómetros. Porque, en efecto, había atasco. Pero vaya, aún teníamos 35 minutos para cumplir con nuestro objetivo, y sólo nos faltaba recorrer 10 kilómetros más. Bueno, y echar gasolina, porque teníamos que devolver el coche alquilado con el depósito lleno.
En ese momento se han empezado a estropear las cosas. Nos ha costado media hora llegar hasta la maldita gasolinera, cinco kilómetros más adelante. Pero oye, para eso habíamos salido con tiempo. Aunque nos costara otra media hora más llegar al aeropuerto, aún llegaríamos con hora y media de tiempo para facturar, comprar algunas cosillas, cenar algo y coger el avión tranquilamente.
Una hora y veinticinco minutos más tarde hemos salido de la gasolinera. Y eso que casi no teníamos cola hasta el surtidor; sólo teníamos delante un par de coches. Pero la salida de la gasolinera estaba completamente atascada por motivos que ignoro. Ochenta y cinco minutos para atravesar una gasolinera, ahí es nada. Naturalmente, nuestras posibilidades de coger el avión se habían reducido enormemente; sólo faltaban cuarenta minutos para el despegue. Y aún teníamos que llegar al aeropuerto.
Cosa que ya no nos ha costado demasiado. Unos diez minutos, al cabo de los cuales nos hemos encontrado con que un amable taxista estaba parado en medio del carril que conduce al garaje donde debíamos devolver el coche. Y no tenía ninguna intención de moverse. Bueno, uno de mis compañeros y yo hemos cogido las maletas para ir corriendo a facturar mientras el otro devolvía el coche. Y hala, a correr con todos los bultos a cuestas. Que para eso el aeropuerto es pequeño.
Afortunadamente, nuestro mostrador de facturación estaba libre. Desafortunadamente, nuestro vuelo estaba cerrado. Eso significaba que podíamos intentar montar, pero no facturar el equipaje. Conque hala, a correr otra vez con las maletas a cuestas hasta la sala de embarque (un cacho), pasar el control (lento, por culpa de las nuevas normas de seguridad) y a correr como locos hasta la puerta de embarque. Eran ya las ocho y media y la puerta estaba en el quinto pino. O un poco más allá. Conque yo, que he sido el primero en pasar el control, he recogido mis cosas a toda prisa y he echado a correr para que esperaran a mis compañeros.
Cuando he llegado a la puerta de embarque, arrastrando el bofe, me han preguntado inmediatamente: ¿y los otros dos? Obviamente, nos estaban esperando para cerrar. Pues vienen detrás de mí. "Más vale que sea verdad, porque dentro de dos minutos cerramos y nos vamos". Y era verdad. Hemos entrado por los pelos.
Al menos, todo esto ha tenido el efecto positivo de que no hemos tenido que esperar la recogida de equipajes. Conque he ido tranquilamente a recoger mi coche al aparcamiento y, claro, al ir a abrirlo me he dado cuenta de que no llevaba las llaves. Con las prisas, me las había dejado en el control del aeropuerto de Schiphol. Ni las del coche, ni las de casa. A medianoche pasada. Yupi.
La cosa ha tenido final feliz. He llamado a Nu, que tiene llaves de mi casa, y estaba en la suya, conque todo consistía en coger un taxi hasta allí y que me las diera. En casa tengo otra llave para el coche, conque podía volver al día siguiente a recogerlo. Claro que ya había pagado el párking; tendría que ver como lo arreglaba para poder sacarlo al día siguiente, si ya no tenía ticket.
Y en ese momento me he acordado de que en la cartera llevo una llave de repuesto. Llave que nunca antes había usado y que ni siquiera había visto en mucho tiempo; pero la he encontrado y sí, funcionaba (aunque más que una llave es media). A partir de aquí sí que ha ido ya todo bien. He salido, he ido a casa de Nu, me ha dado mis llaves y aquí me tenéis, contándoos mis aventuras. Mañana llamaré a Schiphol a ver si tienen mis llaves y, si es así (y espero que lo sea), el martes las recogeré, que vuelvo por allí. Espero que con menos incidentes.
Y, a la vuelta, iré al aeropuerto en tren. Ya veremos qué hacemos con el coche alquilado.
09 noviembre 2006
Hay que ir con tiempo
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