18 enero 2005

Anti-Murphy

Releyendo mi entrada anterior me he acordado de algo que nos sucedió a dile y a mí el jueves. El chico necesitaba hacer una operación bancaria, para lo que tenía que ir a dos entidades concretas. Casualmente, era jueves, conque las dos abrían por la tarde. Y estábamos en mi casa, así que yo sabía que las dos tenían sucursales a escasos metros, una al lado de la otra. Conque el chico pudo ir y hacer lo que necesitaba.

Muchas veces, cuando las cosas salen mal, nos acordamos de Murphy. Yo el primero, lo reconozco. Pero también casualidades positivas que tienen muy pocas posibilidades de ocurrir. Es lo que en inglés se llama "serendipity", no conozco un término equivalente en castellano.

Otra que me ocurrió hace ya bastantes años. Iba con mi viejo ocho y medio por la carretera, tan feliz, cuando noté que empezaba a fallar. El acelerador no respondía. Y en Aragón los pueblos están bastante separados uno de otro; pero, casualmente, estaba llegando a uno.

El coche no tiraba en absoluto, así que me arrimé a la acera y allí se detuvo. Pensé en preguntar dónde había un taller mecánico, pero no hizo falta: había parado justo a la entrada de uno. Que estaba abierto, además, pese a ser fin de semana. Pregunté al mecánico si podía echarle un ojo a mi coche y lo hizo. Simplemente, se había soltado un manguito de la goma de la gasolina. Lo volvió a poner y no me cobró nada por el arreglo. Seguí camino y ningún problema más.

Imaginad que se hubiera parado a quince kilómetros del pueblo más cercano, en una época en la que no existían los móviles. Por no hablar de lo que me habría costado la grúa. O que hubiera ocurrido a una hora en que los talleres estuvieran cerrados. Debe de haber algún anti-Murphy por ahí que, mientras no miramos, equilibra las maldades que hace su hermanito.

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