13 noviembre 2003

Zaragoza

En los últimos tiempos voy poco por Zaragoza. Seguramente, el motivo es que casi todos mis amigos están casados y criando, así que no es fácil sacarlos de casa. Y yo soy un bicho nocturno.

De todos modos, durante los próximos fines de semana lo compensaré porque voy a estar allí. Y, precisamente, por mis amigos, ya que voy a salir a cena por sábado. Esta semana con mis amigotes de toda la vida (en un restaurante indio, por quinta vez en mi vida y segunda en una semana, qué cosas).

La semana siguiente tenemos una posible embarcada con la Banda. Teóricamente, vamos a comer a un restaurante de Huesca bastante bueno, incluso tiene una estrella de la guía Michelin. A cambio, tenemos que tocar en el sitio, no sé si antes o después de comer. Y sí, nos invitan con familias y todo. La cosa tiene buena pinta, vista así; pero, como me conozco a quien la ha organizado... creo que, si no nos hacen pagar más de lo que marca la carta, ya estaré contento.

Y la siguiente tengo la cena anual con mis ex-compañeros de la universidad. Mucha gente hace amigos en la universidad que le duran para siempre, pero no es mi caso. Yo he perdido la relación con casi todo el mundo; al menos, con los que iban a mi curso. Sólo hay una con la que quedo de vez en cuando, y es muy de vez en cuando. Sin embargo, eso no significa que me lleve mal con ellos y me gusta verles una vez al año. Es de estas cenas en las que ves a fulanito más gordo, a menganito más calvo y a zutanita hecha una matrona, conque tiene el atractivo añadido de poder meterme con ellos. Nunca he sido muy diplomático, creo que se extrañarían si no soltara mis pullas habituales.

Ahora que lo pienso, el fin de semana siguiente ya es la RAM, y al siguiente me voy a París con Raquel (en realidad, nos vamos cuatro o cinco días, aprovechando las vacaciones que nos quedan este año). Y al siguiente ya empiezan las navidades. Ay, cuánto ajetreo, qué vida social tan dura.


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