23 septiembre 2008

22/08 Feliz cumpleaños

El viernes fue el cumpleaños de Raquel. Aunque estuvo todo el día quejándose de que no se hacía a la idea de que era su cumple, cosas de que no te puedan llamar para felicitarte, sí pudo cumplir una de sus tradiciones, consistente en cumplir años en sitios más o menos remotos. Esta vez nos íbamos a Takayama.

Los Alpes Japoneses están al otro ladoTakayama es una pequeña ciudad situada al pie de los Alpes Japoneses. Sí, a mí también me suena bastante cutre eso de "Alpes Japoneses". Como "el Maradona de los Cárpatos", o "la Pantoja de Puerto Rico", pero así los llaman. También existen los Alpes Escandinavos; a lo mejor es que han puesto una franquicia.

La idea de ir a Takayama era de Nu. En realidad, su intención original era ir más lejos: coger un autobús en Takayama hasta Sirakawago, un pueblecito que le habían recomendado. Pero, entre que el autobús era caro (casi 5000 yen, ida y vuelta) y que todo el viaje sumaba demasiado tiempo, desistió. El tren de Nagoya a Takayama ya tarda más de dos horas y cuarto; por eso habíamos quedado tan temprano para desayunar. Lo hicimos en el propio hotel, como en los últimos días de Osaka. Pero, por el mismo precio, nos pareció bastante peor. En fin, nos valió para empezar el día e irnos al tren.

Como es natural, los trenes de estas líneas secundarias son peores que los Shinkansen. Ah, una cosa buena de los trenes japoneses es que nunca te quedas sin billete. Hay vagones con reserva y vagones sin ella. Si no llegas a tiempo de conseguir reserva, montas en un vagón sin reserva y te sientas donde puedes. Si ya no hay asientos, vas de pie. Esto vale para todos los trenes, incluso el Shinkansen. Claro que un viaje largo de pie es cansado, pero es mejor que quedarse en tierra.

De todos modos, nosotros cogimos asientos sin problemas. El recorrido, como cabe esperar yendo hacia la montaña (yama = monte, como en Fujiyama), es bastante pintoresco. Además, en los transportes japoneses hablan mucho por los altavoces, dando indicaciones turísiticas. Del tipo "si quiere ver tal templo, bájese aquí", o "estamos cruzando tal río y al otro lado está tal monte". Lo malo es que muchas veces sólo las dan en japonés. En este tren las daban también en inglés, pero con mucho acento, conque no entendíamos casi nada.

Una vez en Takayama cogimos nuestros planos y fuimos a recorrer un poco la ciudad. En muchos sitios del plano venía un signo que me costó un rato interpretar; claro, eran los cruces con semáforo. Ocurre que en los planos japoneses ponen los semáforos en horizontal. Además, para ellos la luz verde es aoi, una palabra que significa igual azul que verde, así que pintan el circulito correspondiente en azul.

Takayama es bastante turístico porque conserva el estilo tradicional en las construcciones. Así que estábamos muchos turistas por las calles y había muchas tiendas. Vimos algunas de las normales, pero sobre todo estuvimos en una que tenía en la puerta una silla metálica con forma de Alien. Vendían un montón de figuritas metálicas que eran la caña. Pena que abultaran bastante, lo que iba a ser un problema para el viaje a España, porque molaban mogollón. De todos modos, compré una como regalo de cumpleaños para Persélope.

Uno de los pasos del Takayama Matsuri Takai KaikanDentro de lo que es más tradicional, entramos a ver un museo de la versión japonesa de la Semana Santa. En Takayama se celebra uno de los tres festivales más importantes de Japón. Un festival que, en realidad, son dos: uno en primavera para pedir por una buena cosecha, y otro en otoño para agradecerla. No, no sé si el festival de otoño se suspende cuando la cosecha ha sido mala. El festival atrae a unas 300000 personas, unas cinco veces la población de toda la comarca de Takayama. Consiste en una procesión en la que sacan unas carrozas por las calles (12 en primavera y otras 11 distintas en otoño). Las carrozas hoy día tienen ruedas; antes sacaban algunas que se llevaban a pulso, pero ya no porque después de la guerra era difícil encontrar los hombres necesarios para llevarlas. En el museo vimos uno de estos pasos sin ruedas; pesaba dos toneladas y media, y necesitaba ochenta personas de la misma altura para moverlo.

Algunos de los actuales pasos tienen tres ruedas, estilo triciclo, para facilitar el giro en las esquinas. Pero otros tienen cuatro, lo que hace muy difícil girar, porque los ejes son fijos. Así que llevan una quinta rueda girada noventa grados, que bajan para doblar las esquinas. Aunque me recordaba mucho la Semana Santa española, los pasos son muy distintos. Más altos, con mucho color (sobre todo rojo) y poca imaginería religiosa.

El Takayama Matsuri Takai Kaikan (que así se llama) me pareció un poco caro para lo que ofrece. Supongo que, dada la popularidad del festival, tendrá muchos visitantes japoneses.

Hida no SatoDespués de verlo fuimos a comer cerca de la estación (creo que yo fui el único a quien sacaron más o menos lo que esperaba) y nos separamos. Cassandra y Jofán querían ver el Centro Internacional de Diseño de Nagoya, aprovechando que el viernes cerraba más tarde, conque se fueron a coger el tren. Raquel, Nu y yo, en cambio, preferimos coger el autobús a Hida-no-Sato, un pueblo-museo cerca de Takayama. Hacia 1960 aparecieron tres máquinas que cambiaron radicalmente la vida en los pueblos japoneses (y de todo el mundo, diría yo): la televisión, la lavadora y el frigorífico. A la larga hicieron que la población rural emigrara a la ciudad. Entonces surgió esta iniciativa para conservar la memoria del que había sido el estilo de vida tradicional de Hida, la comarca de Takayama. Se trasladaron muchas casas de madera que quedaban abandonadas a este lugar para formar un pueblo artificial. El entorno es precioso, un bosque junto a un lago, y las casas están perfectamente reconstruidas, conservadas y acondicionadas. La mayoría de ellas sirven como pequeños museos dedicados a un aspecto de la vida rural tradicional. En una tenían herramientas para hacer tejados de paja, en otra trineos, en otra ruecas y telares... Además, había algunos artesanos que te enseñaban, en algunos casos por una módica cantidad, a hacer algunas cosas. Por ejemplo, si pagabas 1000 yen te enseñaban a hacer sandalias de paja en 40 minutos.

Hida no Sato da para una visita de cuatro horas, según lo que te quieras entretener. Desgraciadamente, nosotros no teníamos tanto tiempo si no queríamos que se nos hiciera muy tarde para volver a Nagoya. Así que, con harto dolor de nuestro corazón, tuvimos que recortar la parte final y no detenernos con los artesanos. Una pena, pero el autobús pasaba a las 16h23 y esto era Japón; si llegábamos un minuto tarde ya habría pasado. Por suerte, porque sólo íbamos a tener seis minutos para bajar del autobús, ir a la estación de ferrocarril y coger el tren.

El autobús pasó a las 16h30. Inaudito. Esto significaba que llegaríamos tarde al tren y tendríamos que esperar dos horas al siguiente. Que, además, paraba en todas las estaciones, por lo que tardaba mucho más en hacer el trayecto. Dos horas que habríamos empleado encantados en seguir viendo Hida no Sato.

Por fortuna, el conductor recuperó parte del tiempo perdido (no entendemos cómo, porque iba pisando huevos), así que llegamos con tres minutos de tiempo. Y debía de haber alguna conjunción astral rara, porque el tren también vino con tres minutos de retraso. ¡Esto no es Japón, esto es Burundi!

En fin, pudimos regresar a Nagoya sin más contratiempos. Una vez allí, Nu quiso ir a dar una vuelta por la zona de tiendas. Que resultó ser de lo más pija. Louis Vuitton, Prada y demás. Lo más cutrecillo era Zara, y no te vas a comprar algo de Zara en Japón. Conque acabamos volviendo al irlandés del día anterior para que Raquel nos invitara a algo por su cumpleaños (Jofán y Cassandra se quedaron sin invitación, por antisociales y no haber querido quedar con nosotros) y ya nos quedamos a cenar allí. Muy poco japonés, aunque yo me comí mi shepherd's pie con palillos.

Del pub ya nos volvimos a casa y por el camino nos encontramos a nuestros compañeros de viaje. Venían de ver a unos chavales que estaban tocando en la calle. Vaya, igual que nosotros, pero llegamos justo cuando acababan y casi no vimos nada. También habían mirado horarios de tren para el día siguiente. El tren hacia Toba salía a las 9h30, conque quedamos a las 8h en el vestíbulo del hotel para dejar las habitaciones, ir a la estación, dejar los equipajes en consigna, desayunar y salir a pasar el día en Toba antes de irnos a Tokyo. ¿Y qué es eso de Toba? Mañana lo sabréis.

4 comentarios:

Fantine dijo...

Dos cosillas de amiguita tocahuevos :P

- También existen los alpes Neozelandeses, que además de tener una orografía similar a la de los suizos están situados en la misma parte de "la bota" que los italianos

- Zara es cutre en España, pero en el resto del mundo se considera boutique y los precios y las calidades son bastante mas altos que en España y Portugal. Es mas, te encontrarás ropa que aquí no se vende.

Pucela dijo...

Dos cosillas de amiguito tocahuevos:

- Una, que sepa Ud. que le leo

- Y dos, que me cago en sus muelas; que vengo a leerle plastoseries de lugares recónditos del mundo, y yo sigo sin salir de España (y ultimamente, sin ir ni a Madriz ni a ningún lao)

Pucela dijo...

Ah, perdón, y la tercera:

- Feliz cumpleaños a Raquel de mi parte

(con inquina, que esa tradición de cumplir años en sitios remotos me gustaría tenerla yo, que siempre los cumplo en... Onda -sitio remoto donde los haya- ¿me he quejado ya de mis nulas oportunidades de viajar?)

Gorpik dijo...

Fanti: lo sabemos. En el extranjero, si encuentras un Zara, significa que estás en el mejor lugar comercial de la ciudad. Lo que quería decir es que en esa calle había de Zara para arriba.

Pucela: tres respuestas.

- Y yo a usted cuando actualiza, que es casi nunca.

- Postejodes.

- Se lo diré de su parte de usted.