Ayer miércoles quedé con los del Núcleo para tomar algo y vernos, que hacía ya tiempo desde la última vez.
Así que cogí el metro y fui para allá. Cogí asiento, mira que bien, y vi que había cerca una chica que, al menos de espaldas, estaba realmente bien. ¿Sería una bakku-shan?
Un par de paradas más tarde, el tipo que estaba sentado a mi lado tuvo la gentileza de bajarse del metro. La chica lo vio y vino a sentarse a mi lado. Buf, era preciosa. Y con el vestido negro que llevaba, habría hecho dimitir al propio Papa Benedicto.
Vale, la chica más guapa del vagón estaba sentada a mi lado. Hacía un calor que no veas, porque el aire acondicionado estaba estropeado, pero vaya, estas cosillas arreglaban un poco el viaje. ¿Qué podía mejorarlo aún más? Pues sí, ella. Abrió el bolso, sacó un abanico y empezó a darle. Ay, niña, si no estuviera ya pillado, en ese momento me habría enamorado de ti.
Algunas paradas más tarde subió una pareja de unos 60 años. La señora se quejaba de algo (sin muchos aspavientos), así que la chica no dudó un momento en levantarse y cederle su asiento. Por más que la señora le dijo que se quejaba del calor, no de estar cansada, ella insistió hasta que la señora se sentó. Qué encanto de chica.
Y dos paradas más tarde nos bajamos los dos. Aunque yo empecé a subir las escaleras automáticas andando, como siempre hago, y pronto la dejé atrás. No la volveré a ver, pero me gusta encontrarme de vez en cuando con una de esas personas que hacen el mundo más bonito.
Luego, cosa rara en nosotros, estuvimos todos los del Núcleo en pleno, incluida Karate Kid. Fue una de nuestras mejores salidas entre semana. Esta mañana todos hablábamos de lo bien que lo habíamos pasado y lo que nos había costado levantarnos para ir a trabajar.
Pero claro, cómo iba a salir mal si la salida había empezado con la chica del metro.
04 agosto 2006
La chica del metro
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